Forgotten Words
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Dos hombres [TERMINADA]

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Mensaje por nina093 Miér 31 Dic 2014, 6:27 pm

Nombre: Dos hombres
Autor: Leslie Kelly
Artista ó personaje: Nicky Byrne
Adaptación: Si
Género: Romance
Advertencias:
Resumen:
La escaparatista Chloe Weston no creía en la atracción a primera vista... hasta que pilló a su jefe, Neil Byrne, disfrutando de la lluvia casi desnudo. Por eso cuando se encontró en mitada de una isla paradisiaca a solas con el objeto de sus fantasías, decidió ir por todas. A la mañana siguiente tuvo que admitir que había pasado la mejor noche de pasión de toda su vida... ¡con el hermano gemelo de Neil! Nicky Byrne estaba totalmente loco por Chloe, que era una mujer atrevida, inteligente y muy sexy. En resumen, ella tenía todo lo que él siempre había buscado en una mujer, el único problema era que creía que él era su hermano Neil. Pero Nicky tenía un plan para convencerla de que estaba con el hermano adecuado.


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Mensaje por nina093 Miér 31 Dic 2014, 6:49 pm

Dos Hombres

UNO

—Cariño, estoy preparada. Llevo toda la semana esperando este momento... Por fin solos. Ya es hora de que te quites esa ropa y te pongas algo cómodo.

Sin esperar respuesta y, por supuesto, sin recibir ninguna, Chloe Weston tomó la hebilla del cinturón, la desató y, con un rápido movimiento de los dedos, desabrochó el botón de los pantalones. Agarró la lengüeta de la cremallera y la bajó delicadamente. El metálico siseo de los dientes de la cremallera quebró el silencio de la noche y fue seguido por el susurro de la tela cayendo al suelo.

Chloe se puso de puntillas y alcanzó la cinta elástica de los calzoncillos. Tiró de ellos hacia abajo, se sentó sobre los talones y suspiró.

—Es viernes por la noche. Soy una soltera razonablemente atractiva de poco más de veinte años y acabo de desnudar a un hombre —se pasó la mano por la frente y musitó—: Es una pena que seas tan anatómicamente correcto como el muñeco Ken.

El maniquí no respondió. Y tampoco su colega femenino que permanecía detrás de Chloe en el escaparate principal de la galería comercial Byrne's.

Qué forma de pasar un viernes por la noche. Sola, en unos desérticos y exclusivos almacenes de O'Connell Street, en Dublín. Rodeada de prendas de diseño ridiculamente caras, complementos de cuero y pretenciosas joyas... y con un puñado de maniquíes de plástico como única compañía.

Chloe se encogió de hombros y revisó sus notas para pensar en la nueva disposición del escaparate. Los viernes por la noche se cambiaban los principales escaparates de la galería. Una gran cosa, especialmente desde que el director le permitía hacer montajes más atrevidos. Hasta entonces, Chloe se había limitado a aportar sus propios toques creativos en los escaparates de la parte posterior de los almacenes.

Aunque solo llevaba seis meses trabajando en Byrne's, sabía que sus creaciones ya habían llamado la atención.

No, al director no le había hecho mucha gracia que dejara un maniquí completamente desnudo con un bañador colgando de uno de sus dedos. Pero al público le había encantado y al final el mismísimo Neil Byrne había aceptado escuchar sus ideas para los principales escaparates de la entrada.

Justo cuando estaba alargando la mano hacia la cremallera del traje de noche de la maniquí, Chloe oyó el sonido de un motor. Se asomó a través de las gruesas cortinas que cubrían el escaparate y vio una camioneta negra aparcada en la acera. Miró el reloj. Eran poco más de las doce de la noche. El guardia de seguridad debía estar haciendo su ronda, pero podía encontrarse en cualquiera de los tres pisos del almacén. Con su mala suerte, y con la reputación del vigilante, seguramente estaría roncando en uno de los colchones de la sección de muebles. Lo que significaba que tendría que tratar ella sola con la banda de ladrones que probablemente estaba a punto romper con un banco la luna del escaparate para robar las joyas que se exponían en él.

Agazapada tras las cortinas, Chloe vio salir a un solo hombre de la camioneta. Y cuando este pasó bajo una farola y pudo distinguir su rostro, suspiró aliviada.

—Neil Byrne.

Probablemente había ido a comprobar qué estaba haciendo con su precioso escaparate.

—¿Por qué los hombres guapos tienen que ser tan impertinentes? —musitó en voz alta.

Neil era un hombre atractivo, eso era incuestionable, pero Chloe había conocido pocos hombres tan estirados como él. Se había fijado en él en más de una ocasión desde que había comenzado a trabajar en aquella firma familiar.

Al fin y al cabo, Neil era un hombre soltero, rico y guapo. En algunos aspectos, era todo lo que Chloe podía desear.

Los rumores decían que era muy inteligente, estable y trabajador. Justo lo contrario de los últimos hombres con los que había salido... Y también de su propio padre, sus dos padres adoptivos y la larga cadena de novios de su madre.

Exactamente lo que estaba buscando.

O al menos eso había creído al principio. Pero Chloe no podía soportar a un hombre que no sonreía, que no disfrutaba con nada. Ese era el problema de ser demasiado maduro y sensato. Por lo que Chloe había oído, la única pasión de Neil era correr. Al parecer vivía cerca de la playa y le gustaba correr varios kilómetros todas las mañanas. Lo que probablemente explicaba su físico perfecto, por no mencionar su bronceado. Dos rasgos que, de alguna manera, no encajaban con la imagen de hombre trajeado con la que aparecía en público.

El caso era que, por atractivo que Neil Byrne pudiera ser, parecía incapaz de disfrutar de la vida. Y por mucho que Chloe anhelara encontrar a un hombre guapo, estable y trabajador, para ella era un requisito indispensable que su pareja supiera reírse.

-Advirtió mientras lo observaba que no iba vestido con uno de sus habituales trajes azul marino. Por increíble que pareciera, llevaba unos vaqueros particularmente estrechos, que realzaban las líneas de sus músculos... por no mencionar las curvas de un trasero magnífico en el que hasta entonces Chloe no se había fijado.

Mientras Neil salía del haz de luz de la farola, un relámpago iluminó el cielo. Chloe lo vio fruncir el ceño y creyó verlo pronunciar un juramento. Cuando Neil se agachó al lado de la camioneta para revisar la rueda comprendió por qué.

—Se ha ponchado —musitó para sí.

Chloe observó a Neil ir a buscar la rueda y la palanca a la parte trasera de la camioneta. Era extraño, ella habría jurado que sería miembro honorario de cualquier club de carretera. Le impresionaba que un hombre como él supiera cambiar una rueda.

En cuestión de minutos, Neil había sacado la rueda pinchada. Chloe, todavía escondida tras las cortinas, tuvo que reprimir las ganas de salir a ayudarlo.

Unas gotas de lluvia comenzaron a deslizarse por la parte superior del escaparate. Pero Neil no parecía notar la lluvia.

—Será mejor que te des prisa, amigo —susurró Chloe para sí.

Neil dejó la rueda pinchada en la acera y Chloe apreció la musculatura de sus brazos.

—Muy bien, así que no le asusta el trabajo físico...

Neil se limpió las manos en los vaqueros, dejando una mancha de grasa en la cadera. Volvió de nuevo al trabajo, pero de pronto se detuvo y levantó la mano. Al verlo hacer una mueca y llevarse un dedo a los labios, Chloe comprendió que se había hecho daño.

La visión de los hermosos labios de Neil Byrne curvados alrededor de su dedo hizo que el tiempo se detuviera durante al menos cinco segundos. Tiempo suficiente para que Chloe tragara saliva e imaginara esos mismos labios alrededor de alguna parte de su propia anatomía.

Neil permanecía ajeno a su presencia mientras ella continuaba mirándolo ávidamente desde el escaparate. Colocó la rueda pinchada en la parte posterior de la furgoneta mientras la lluvia incrementaba su fuerza. Y estaba terminando de ajustar la última tuerca cuando la lluvia comenzaba a convertirse en el típico diluvio de Dublín. Chloe esperaba que Neil corriera al interior de la furgoneta o buscara refugio bajo la marquesina del almacén. Pero no hizo ninguna de las dos cosas. Mientras Chloe lo miraba con el corazón en la garganta, se levantó, alzó el rostro hacia el cielo y comenzó a reír. La camiseta de algodón blanco absorbía el agua con la voracidad de una esponja y se iba oscureciendo contra su cuerpo, hasta quedar pegada a sus músculos como una segunda piel.

Justo cuando Chloe comenzaba a pensar que no podía ceder ni un segundo más a aquel ejercicio de voyeurismo y había decidido volverse, vio que Neil agarraba el dobladillo de su camiseta. Se quedó paralizada, con la nariz pegada al cristal y los ojos abiertos como platos, preguntándose si realmente Neil iba a hacer lo que parecía que iba a hacer.

Con el rostro inclinado hacia el cielo, Neil comenzó a tirar de la camiseta hacia arriba. ¡Se la iba a quitar! La camiseta tardó una eternidad en separarse de su piel. Chloe no movía un solo músculo mientras lo miraba, apenas respiraba y cada vez estaba más excitada. Neil se quitó la camiseta, la arrojó a la parte trasera de la camioneta y permaneció con el torso desnudo bajo la lluvia.

—Guau —consiguió musitar Chloe.

Neil flexionaba los músculos con la gracia de un animal. Chloe presionó los dedos contra el escaparate. La frialdad del cristal se contraponía a la piel ardiente que ella imaginaba. Gimió cuando Neil alzó lentamente los brazos al cielo.

Parecía elegante y poderoso al mismo tiempo. Evidentemente, estaba saboreando la lluvia sobre su rostro. Comenzó a girar muy lentamente, como si quisiera empaparse o, simplemente, danzar disfrutando de los elementos.

Chloe retrocedió instintivamente a pesar de que sabía que era imposible que pudiera verla por la rendija de las cortinas.

No, no podía verla. Pero, definitivamente, ella podía verlo a él gracias a la farola que lo iluminaba de la cabeza a los pies. Volvió a acercarse al cristal y vio las gruesas gotas de lluvia resbalando por los vigorosos músculos de su cuerpo.

El agua empapaba la cintura de los vaqueros, oscureciendo la tela.

A Neil no parecía importarle. Parecía una suerte de dios pagano en aquella sensual adoración de la lluvia. Fuerte.

Poderoso. Y perfecto.

Un hombre en completa sintonía con sus sentidos. Un hombre saboreando el fresco alivio de la lluvia en una noche de verano. Un hombre capaz de reírse de un diluvio.

Definitivamente, un hombre al que le gustaría conocer mejor.


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Mensaje por nina093 Jue 01 Ene 2015, 11:44 am

DOS

Dos semanas después, Chloe estaba convencida de que Neil Byrne era un vampiro que solo vivía después del ocaso. No había vuelto a ver un solo indicio de aquel hombre espectacular desde la noche en la que lo había visto cambiando la rueda bajo la lluvia. El cielo sabía que lo había buscado durante las reuniones, o cuando se habían cruzado casualmente en la galería. Pero al único que había visto había sido al serio y estirado Neil Byrne que la había contratado.

-¿Estás segura de que no necesitas que te acompañe a ese lujoso hotel?

Chloe apartó de su cabeza el recuerdo de Neil Byrne sin camiseta y empapado, y prestó atención a su amiga y compañera.

—Lo siento, Jess, me encantaría que vinieras. Byrne's ha aceptado pagarme el viaje para que pueda asistir a esa conferencia, pero no creo que esté dispuesto a pagártelo también a ti, aunque seas la mejor encargada de perfumería del estado.

Jess Carruthers, la encargada en cuestión, limpió la superficie de uno de los taburetes del despacho de Chloe y se sentó en él alegremente.

«Despacho» era una palabra demasiado generosa, quizá. En realidad, Chloe trabajaba en un lúgubre rincón, en la zona más oscura de las galerías. El despacho estaba lleno de cajas, cajones y ropa de la que Chloe pensaba utilizar en los escaparates. Por no mencionar brazos, cabezas y diversas partes del cuerpo de los maniquíes.

No entiendo cómo eres capaz de quedarte aquí encerrada todas las noches.

—Me gusta. Además, prefiero tener que vérmelas con motas de polvo a tener que volver a casa todas las noches oliendo a treinta perfumes diferentes.

—Y que lo digas. Mi pobre perro no sabe quién llega a casa cada noche. Pero de todas formas, ¿no te sientes muy sola aquí metida?

—No. Es un lugar magnífico para trabajar. Pocas interrupciones y ninguna distracción.

Afortunadamente, Chloe se sentía perfectamente tanto en su casa como en su despacho. Le gustaba poder disponer de dos rincones a los que podía considerar suyos y en los que podía esconderse a dibujar, crear y planificar. Sam Brighton, el director comercial de los almacenes, que también era el supervisor de Chloe, pareció casi avergonzado cuando le había enseñado su lugar de trabajo dos meses atrás. Pero Chloe se había enamorado inmediatamente de aquella sombría y desordenada habitación. Parecia empapada de historia y le proporcionaba el silencio y la intimidad que necesitaba para trabajar.

—Si hubiera sabido que ibas a ir a reuniones en el Centro Turístico de Bray, yo también me habría quedado aquí todas las noches, vistiendo a personas de plástico —dijo Jess, con un sentido suspiro.

—Hay algo más importante —Chloe pensó en la cantidad de horas que había pasado recorriendo el almacén, buscando el vestido perfecto, el accesorio ideal. Por no mencionar el tiempo que pasaba en su casa planificando, pensando, buscando mentalmente algo original que pudiera llamar la atención—. El escaparte principal es la mejor parte de este trabajo.

—Lo sé, no pretendía quitarte mérito. Creo que estás haciendo un trabajo admirable.

—Supongo que todos los años que he pasado trabajando por fin han merecido la pena —admitió Chloe con una sonrisa—. ¡Por no hablar de todas las veces que he vestido a mi Barbie!

—A mí siempre me gustó más la cabeza de Barbie, con todo el equipo de maquillaje y ese pelo que era incapaz de rizarle y que terminaba cortándole a la semana de que me la hubieran regalado.

Chloe soltó una carcajada.

—Vaya, parece que las dos hemos logrado nuestros sueños.

—No exactamente. Todavía no soy maquilladora en los Estudios Universales de Hollywood.

—Y yo no me dedico a exhibir vestidos de firma en las pasarelas de París.

—Una modelo de uno sesenta. Es algo que no se ve todos los días.

—¿Y quién ha dicho que los sueños de una niña de seis años tengan que ser realistas? De todas formas no me quejo. Este trabajo me gusta.

—Desde luego. Y me alegro de que hayas conseguido ir a ese congreso, aunque haya provocado tantos rumores en el trabajo.

Chloe se encogió de hombros, consciente de que más de uno habría fruncido el ceño cuando habían anunciado en las oficinas que ella, la nueva escaparatista, había conseguido que le pagaran un viaje al sur de Dublín.

—Creo que Sam ha movido algunos hilos para que me pagaran el viaje porque sabe que eso puede ayudarme en la universidad. Al principio, rechazaron mi petición y la verdad es que me llevé una buena sorpresa cuando me enteré de que Neil había cambiado de opinión y le había dicho a Sam que me mandara a ese congreso.

—Supongo que la foto del periódico tampoco vino nada mal —dijo Jess, sonriendo—. Yo estaba allí, ¿recuerdas? Y vi las multitudes que se agolpaban en el escaparate para comprobar si era real la foto que había salido en el Irish Daily Star. Incluida la vieja Byrne. Eh, ¡a lo mejor ha sido ella el hada madrina que ha decidido aprobar el presupuesto del viaje!

Chloe sonrió, recordando la agradable sorpresa que se había llevado al ver la fotografía de uno de sus escaparates en una sección del periódico local. El pie de foto decía: «El escaparate de Byrne's nos muestra una divertida y descarada visión del verano».

Ese era el escaparate en el que estaba trabajando cuando había visto a Neil Byrne cambiando la rueda de la camioneta. No sabía porqué, pero después de verlo, había cambiado completamente el diseño original y había creado un escenario en el que una mujer elegantemente vestida miraba a hurtadillas a un maniquí de pecho desnudo que bailaba bajo la lluvia. La tormenta la había recreado con un ventilador y diversas serpentinas.

Algunos de los clientes imaginaban que se había inspirado en la famosa película protagonizada por Gene Kelly.

Pero la verdad era que la única inspiración que había necesitado había sido la de Neil Byrne.

Neil no había hecho ningún comentario sobre el escaparate y Chloe no creía que hubiera establecido ningún tipo de conexión. Pero desde luego, sí había reparado en la publicidad y en la cantidad de personas que habían ido a ver el escaparate. Su abuela había solicitado una reunión privada con Chloe el día que habían publicado la fotografía. Y Neil había aprobado el presupuesto de su viaje dos días después.

Chloe todavía no le había oído a Neil ningún comentario sobre su último diseño. Y después de buscar en vano durante dos semanas al hombre que se escondía bajo aquellos trajes serios y su aburrida expresión, había encontrado la inspiración para un nuevo escaparate. Utilizando los mismos maniquíes, había recreado el sueño de una mujer.

Ella permanecía frente a un hombre aburrido, pero muy elegantemente vestido mientras fantaseaba con su doble, un maniquí idéntico al anterior, medio desnudo, que permanecía envuelto en gasas en una esquina. Aquella había sido una de sus mejores realizaciones.

—Quizá tengas razón —dijo Chloe por fin—. La señora Byrne fue muy amable conmigo cuando nos reunimos. Y eso que todo el mundo me había dicho que era una arpía.

—Me alegro de que decidiera reunirse contigo, y no conmigo. Esa mujer me da miedo.

Chloe se encogió de hombros. Todavía no sabía por qué la matriarca de la familia Byrne había estado interesada en reunirse con ella. O por qué la había mirado tan intensamente y había comenzado a hacerle preguntas sobre su vida privada. En cualquier caso, los jefes solían sentirse con derecho a preguntar a sus empleados si estaban solteros, si fumaban o si pensaban tener hijos. Al parecer, la matriarca había quedado satisfecha con las respuestas de Chloe:sí, no y algún día.

-En cualquier caso,no se que haces trabajando en estos escaparates-continuo Jess-.Estas a punto de terminar la carrera.Estoy segura de que en cuanto te gradues podras conseguir un excelente trabajo.

—A menos que quiera que mi madre, mi hermana y yo tengamos que vivir con una lata de raviolis al día, no puedo dejar este trabajo.

—¿Tu madre todavía no ha encontrado trabajo? —le preguntó.

Chloe negó con la cabeza y se volvió. No se sentía cómoda hablando de la situación económica de su familia con nadie.

—Bueno, en ese caso, me alegro de que puedas disfrutar de este viaje de negocios. Serán como unas minivacaciones. Después de todo lo que estás estudiando y trabajando, te las mereces.

Era una bonita idea, pero Chloe no consideraba aquel viaje como unas vacaciones. Pretendía utilizar el congreso para empaparse de todo tipo de información sobre la industria textil del sur de Byrne. Necesitaba los descubrimientos, la experiencia y los contactos que aquel encuentro le ofrecía, particularmente porque ya llevaba cuatro años intentando conseguir su título.

Y también llevaba varios años trabajando para poder pagarse la universidad. Por supuesto, le habían ofrecido una beca, pero con las becas no podía pagar el alquiler de la casa en la que vivía su familia. Y con un salario, sí.

El último trabajo de su madre en el despacho de un abogado le había parecido un sueño hecho realidad años atrás. Había sido entonces cuando Chloe por fin había podido comenzar a estudiar a tiempo completo. Chloe sabía que su madre lo había intentado todo para sostener a su familia. Había permanecido empleada durante tres años y medio, el máximo período de tiempo que Jeanine Weston-Jackson-Smith había durado en un puesto de trabajo. Durante ese tiempo, había ayudado a Chloe a pagar la matrícula de la universidad. Además, entre las dos habían conseguido ahorrar lo suficiente para que su hermanastra, Morgan, no tuviera que hacer lo que Chloe había hecho. Morgan podría comenzar a estudiar en una universidad privada al año siguiente, en cuanto saliera del instituto.

Pero de momento, su madre volvía a estar felizmente en paro y entregada a su último hobby: adornos de cerámica. Y, una vez más, había vuelto a enamorarse. En aquella ocasión de un hombre al que había conocido en la sección de alimentos dietéticos del supermercado.

Cuando andaban mal de dinero, su madre insinuaba la posibilidad de acudir al dinero que habían ahorrado para pagar los estudios de Morgan, pero Chloe no quería tocar aquel dinero. No iba a permitir que su brillante hermana tuviera que renunciar a las oportunidades que solo una buena preparación podía proporcionarle. Y Jeanine, a pesar del brillo que iluminaba sus ojos cuando veía esa cuenta, estaba de acuerdo.

De modo que, de momento, Chloe tenía que continuar manteniendo a su madre y a su hermana. Si conseguía conservar aquel empleo hasta finales de año, podría graduarse en Navidad y quizá encontrar un buen puesto de trabajo para principios de año.

Los contactos que hiciera en el congreso podrían ayudar a que su deseo se hiciera realidad. Pero Jess también tenía razón. Definitivamente, podría utilizar un par de días para disfrutar un poco de la piscina.

—A lo mejor conoces a un hombre maravilloso que te hace olvidarte de todos tus problemas.

—Estoy empezando a pensar que ese hombre no existe. Los que son jóvenes, guapos y divertidos, solo parecen pensar en una cosa. Y los más viejos y responsables suelen ser o muy serios o imposiblemente arrogantes: y cuando son divertidos, normalmente son gays.

—¿Y qué me dices de los hombres jóvenes, responsables y con éxito?

—Como Neil Byrne —se burló Chloe.

—Creo que tienes razón —suspiró Jess—. Ese hombre da un nuevo significado a la palabra «tieso» —y, como si acabara de darse cuenta del doble significado de su comentario, se llevó la mano a los labios y comenzó a reír de forma incontrolable.

Chloe sintió que se sonrojaba.

—No es él el tipo de hombre que estoy buscando. Yo quiero un hombre responsable, pero también capaz de reírse. Y te aseguro que nunca he visto sonreír a Neil Byrne.

—Bueno, tienes razón en lo que se refiere al trabajo —dijo Jess, con expresión pensativa—. Pero yo llevo aquí algunos meses más que tú y he oído rumores sobre lo que hace en sus horas libres. Por lo visto, cuando sale del trabajo no es exactamente lo que parece.

Y Chloe lo sabía mejor que nadie.

—Hay días que está tan pedante que me cuesta imaginármelo sin uno de esos trajes de seiscientos dólares, ni siquiera para hacer una barbacoa en su jardín.

—En cualquier caso —repuso Jess—, creo que podría olvidarme de su arrogancia con tal de estar con un hombre tan guapo todas las noches.

Chloe no contestó. Neil ya llevaba demasiado tiempo instalado en su cerebro. No necesitaba hablar de él con otra mujer hambrienta de hombres.

—Quizá tengas suerte este fin de semana — continuó Jess—. A lo mejor los rumores son ciertos y es un hombre muy diferente fuera del trabajo.

Chloe dejó caer una pierna de plástico sobre su pie izquierdo, gimió y se agachó, intentando aliviar el dolor.

—¿A qué te refieres? —consiguió preguntar. Haciendo una mueca, se acercó jadeante hasta su escritorio y se apoyó contra él.

—Bueno, ya sabes que también va a estar allí.

—No, no creo. Esa reunión es más para minoristas, diseñadores y relaciones públicas, no para directores ejecutivos.

—Claro que va a ir, Chloe. Va todos los años, ¿no lo sabías?

Chloe negó con la cabeza.

—No tenía ni idea. ¿Y se va a alojar en el mismo hotel?

—Pues claro —una sonrisa cruzó el rostro de Jess al advertir la obvia consternación de su amiga—. Oh, así que te has fijado en él, ¿eh?

—Sí, me he fijado en él, pero no me interesa. Ya te he dicho que no es mi tipo.

No es tu tipo para una relación permanente, quizá. ¿Pero por qué no tener una aventura mientras estáis ambos fuera de la ciudad?

—¿Una aventura? No me interesan las aventuras de ese tipo, gracias —ya tenía suficiente con soportar las de su madre.

—Que no lo hayas hecho hasta ahora no quiere decir que no puedas hacerlo —repuso Jess—. Ya es hora de que te des un descanso, de que te permitas algo divertido para variar. Muy bien, sabes perfectamente que no tienes nada que ver con ese pedante y que no podrías tener una relación seria con él. ¿Pero y qué? Nada te impide pasar una loca y fabulosa noche de sexo.

Chloe intentó no escucharla. Lo que Jess estaba sugiriendo era imposible. Aunque ella misma estuviera deseándolo,

Neil Byrne jamás había dado la menor señal de sentirse atraído por ella.

—Qué diablos, yo intentaría seducirlo si él pudiera estar interesado en mí —continuó Jess—. Desgraciadamente, a juzgar por las mujeres con las que he oído decir que ha salido, le gustan las mujeres con curvas, como tú. No altas y delgadas como yo. Mira, ¿por qué no te pasas por mi mostrador y te doy unas muestras de maquillaje para este fin de semana?

—Olvídalo. Este va a ser un viaje de negocios, no de placer. Y no pienso tener ningún tipo de relación personal con Neil Byrne.

Por si puesto, si Neil Byrne resultaba ser aquel dios pagano al que había visto cambiando una rueda, seguramente no le importaría.

—De acuerdo —respondió Jess, y se levantó para salir del despacho—. Pero recuerda, sí continúas retrasando la búsqueda de tu hombre ideal hasta que termines la carrera y tu madre y tu hermana puedan cuidarse solas, es posible que cuando lo encuentres él ya esté casado... o sea tan viejo que tengas que animarlo con Viagra.
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Mensaje por nina093 Sáb 03 Ene 2015, 11:42 am

TRES

A pesar del sol inclemente que abrasaba su espalda, Nicky Byrne decidió dar una vuelta más. Había estado trabajando desde el amanecer; y eran ya las cinco. Había sido un día muy largo, pero también productivo. Aquel trabajo definitivamente merecía la pena, tanto para él como para el resto de su cuadrilla. Y por larga y dura que fuera su jornada laboral, pasar el día al aire libre continuaba siendo preferible a hacerlo en el almacén familiar, como su hermano gemelo, Neil.

El proyecto del Centro Turístico Bray Island era el más importante que había conseguido la empresa de jardinería que había montado tres años atrás. Sus trabajadores no se estaban quejando de las largas jornadas, y tampoco de la perfección que les exigía.
Ellos sabían tan bien como él lo mucho que se jugaban en aquel proyecto.
Pero el que más arriesgaba era Nicky. Los doscientos mil Euros que iban a cobrar podrían mantener la empresa a flote durante algún tiempo. Pero lo más importante eran los futuros clientes que a partir de aquel proyecto pudieran obtener.

—Eso podrías conseguirlo con unas cuantas llamadas —solía decirle Jason, su capataz.

Y era cierto. Unas cuantas llamadas a antiguos amigos y colegas bastarían para que su empresa tuviera más clientes de los que podía atender. Pero Nicky no quería hacer las cosas de ese modo.
Cuando se había ido de casa de su abuela, le había dicho que quería labrarse su propio futuro sin recurrir al apellido de la familia. A su abuela no le había hecho ninguna gracia, pero Nicky se había negado a dar marcha atrás. Ni las lágrimas ni las súplicas de su abuela le habían hecho cambiar su opinión. Y, por supuesto, tampoco sus amenazas.

Nicky adoraba a su abuela, y al resto de su familia, pero les había entregado cinco años de su vida que había dedicado a hacer las cosas tal como ellos pretendían. Cinco años vistiendo traje, asistiendo a reuniones e intentando preocuparse por las futuras tendencias del mercado para que la galería comercial de su familia pudiera continuar ganando sus todopoderosos euros.

Cinco año sabiendo que nunca sería feliz haciendo lo que su familia quería que hiciera. Nicky había pasado por la galería unas semanas atrás solo para recordarse lo que se estaba jugando. Como si formara parte de un oscuro presagio, se le había pinchado una rueda, algo que había divertido muchísimo a Neil cuando se lo había contado al día siguiente en una reunión familiar. Neil había sugerido que probablemente su abuela hubiera tirado clavos en la calle intencionadamente, para atraparlo. Cuando Nicky había admitido que había terminado disfrutando de una refrescante ducha delante del escaparate principal, su abuela se había puesto muy seria. Aunque la verdad era que rara vez le divertía nada, salvo las promociones y las ventas.
Neil estaba hecho para esa vida. A él le gustaba aquel ambiente serio y responsable. Le gustaba el orden, los horarios, ¡incluso llevar corbata, por el amor de Dios! Y, definitivamente, le gustaba el dinero que le permitía mantener a la interminable sucesión de mujeres de su vida.

Nicky disfrutaba sintiendo el calor del sol en la espalda. Le gustaba el sonido del viento batiendo las palmeras durante las tormentas. El rugido de las olas en una playa desierta y el olor de la hierba recién cortada al atardecer. Y le gustaba tocar la tierra con las manos.

Nada de lo cual lo capacitaba para atender el negocio familiar. Pero lo hacía completamente apto para su nueva aventura, una empresa de jardinería.

En realidad nadie lo había comprendido. Ni su abuela, ni sus padres ni Neil. Y tampoco Jennifer, la mujer qué el pensaba que lo amaba. Su devota prometida. Le había devuelto el anillo de compromiso menos de veinticuatro horas después de que le dijera que iba a dejar el negocio de la familia para dedicarse a cortar hierba.

—Algunas cosas es preferible descubrirlas cuanto antes —musitó en voz alta.

Como que su prometida era una cazafortunas que se había dedicado a perseguir a su hermano gemelo en cuanto se había dado cuenta de que él no iba a llevarla en Mercedes descapotables.

La ruptura de aquel compromiso había sido una interesante lección. Al principio le había importado. Pero ya no. Le gustaba su nueva vida. Le gustaba levantarse por las mañanas y enfrentarse al día de trabajo que tenía por delante. Y planeaba continuar haciendo exactamente eso. Pero solo si podía cumplir su promesa... y pronto. Su abuela no iba a
dejar que la engañara eternamente.

—Hasta que cumplas treinta años —le había dicho ella—. Si no tienes un completo éxito financiero, prométeme que volverás a la galería.

Y, el muy tonto de él, lo había prometido. Incluso había firmado un documento legal a tal efecto. Y estando ya cerca su trigésimo cumpleaños, comenzaba a sentirse presionado.

Aquel trabajo podía ser la oportunidad que había estado buscando. Pero también su ruina. Y sabía que no había lugar para el error.

Mientras caminaba por la zona de césped que acababan de instalar sus hombres, alzó la mirada y observó las nubes que surcaban el cielo. Inhaló hondo, saboreando la electricidad de la tormenta. La hierba recién plantada absorbería la humedad que la ayudaría a arraigar
en aquel suelo. Tomó una nueva bocanada de la brisa marina que la inminente tormenta había enfriado.
Pero quedarse cerca de una playa de Bray durante una tormenta no era exactamente una decisión sensata. De modo que se despidió de sus hombres y se dirigió al edificio principal del hotel. Afortunadamente, le habían proporcionado una habitación para el fin de semana. Tenía previstas varias reuniones importantes con el contratista que estaba a cargo de la ampliación del hotel y además quería revisar personalmente el trabajo que había hecho su
equipo. El centro turístico había decidido pagarle la habitación, una verdadera sorpresa, teniendo en cuenta la actitud mezquina del director.
Como había invertido hasta el último penique que tenía en aquella empresa, no tenía dinero para pagarse unas vacaciones en hoteles de lujo. En realidad, aquellas tampoco iban a ser unas vacaciones, sino un fin de semana de trabajo. Aun así, había sitios peores para trabajar que un hotel de lujo con campo de golf, piscinas y cientos de metros de playa.

Comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia y otro relámpago cruzó el cielo. Nicky llegó hasta el área ajardinada de la piscina que daba al mar. La zona estaba prácticamente vacía, la mayoría de los huéspedes del hotel se habrían puesto a cubierto en cuanto habían comenzado a aparecer las primeras nubes de tormenta. Solo quedaba una persona.

—Qué mujer tan loca —murmuró Nicky mientras observaba a una morena de pelo rizado, levantándose de una de las tumbonas de la piscina.

Al parecer, era completamente ajena al gusto eléctrico del aire, a las gotas que comenzaban a caer y a los truenos que retumbaban en la distancia. De hecho, ni siquiera había comenzado a doblar la toalla. Al contrario, se volvió lentamente hacia el mar, que se agitaba furioso a sus pies.

Nicky la observó, deleitándose en las pronunciadas curvas que el bikini negro apenas ocultaba.

—Bonita cínica —musitó. Le gustaba la curva de sus caderas y la esbeltez de su cintura, y sus piernas bronceadas y perfectamente torneadas.

De pronto, se preguntó de qué color tendría los ojos. Y si estaría sonriendo mientras miraba hacia el mar.

—Será mejor que entre antes de que empeore la tormenta —le gritó alguien.

Nicky miró hacia la piscina y vio al encargado recogiendo las sillas. Obviamente, estaba hablando con la mujer, pero ella no le prestaba atención. Al contrario, extendió los brazos, echó la cabeza hacia atrás y elevó el rostro hacia el cielo.
Nicky la contemplaba fascinado, preguntándose quién sería. Y, lo más importante, por qué fe parecía tan atractiva cuando ni siquiera había visto su rostro.

Entonces ella se volvió lentamente, como si estuviera retrasando el momento de recoger la toalla. Desde el otro extremo de la piscina, se fijó en él. Lo miró a los ojos. Y esbozó la más gloriosa sonrisa de júbilo que Nicky había visto en su vida.
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Mensaje por nina093 Lun 05 Ene 2015, 6:52 pm

CUATRO

Chloe no sabía cómo, no sabía por qué, pero mientras se volvía, sabía que iba a encontrar al hombre de sus sueños otra vez. Neil permanecía frente a ella, llevando únicamente unos viejos vaqueros. La miraba con intensa curiosidad y Chloe estuvo a punto de tenderle la mano, deseando invitarlo a bailar con ella bajo la lluvia.

Sin embargo, cuando un nuevo relámpago rasgó los cielos y fue seguido por el retumbar de un trueno, decidió que no era una buena idea. De modo que se agachó para recoger sus cosas, sabiendo, sin necesidad de mirarlo, que Neil se había acercado a ayudarla. La tormenta no lo intimidaba en absoluto.

Allí estaba, sí. Chloe metió el libro, el protector solar y las gafas de sol en su bolsa de playa y apenas tuvo tiempo de ponerse el pareo antes de que Neil la agarrara del brazo e intentara tirar de ella hacia el interior del edificio.

—Una piscina no es el mejor lugar para disfrutar de una tormenta —dijo Nicky, elevando la voz por encima del viento.

Chloe asintió y se detuvo únicamente para ponerse las sandalias antes de correr junto a él hacia la entrada del hotel. No la sorprendió en absoluto oír las carcajadas del que ella creía Neil cuando irrumpieron en el interior, justo en el momento en el que la lluvia se convertía en un diluvio torrencial.

—Hemos entrado justo a tiempo —Neil sacudió con fuerza la cabeza. Las gotas de agua que se desprendieron de su pelo cayeron sobre el rostro, la garganta y el pecho de Chloe. Fue un contacto inocente, pero no por ello menos íntimo.

Nicky se echó el pelo hacia atrás y Chloe distinguió algo dorado en su oreja. Era un pendiente. Jamás, ni en un millón de años, pensó, habría podido imaginarse a Neil con un pendiente. Desde luego, jamás lo había llevado al trabajo. Y en ese momento, en lo único en lo que podía pensar era en lo interesante que sería mordisquear el lóbulo de su oreja. Tirar suavemente del pendiente, acariciarlo con la lengua...

Se estremeció.

—¿Estás bien? —le preguntó él.

Chloe asintió, intentando respirar. Ambos se apoyaron contra la pared acristalada del vestíbulo del hotel.

—Sí, estoy bien, gracias —consiguió decir—. Me gustan las tormentas. Si no fuera por el peligro de los rayos, bajaría ahora mismo a la playa.

Nicky asintió.

—Sí, a mí también me encanta sentir la fuerza del aire y del mar. Sentir el sabor del mar en los labios y un viento tan intenso que parece que nunca vas a poder respirar.

—Suena maravilloso.

—La mayoría de la gente pensaría que estamos locos —se rio de sí mismo—. Pero me han llamado cosas peores.

¿Qué te parece un paseo bajo la lluvia? Cuando acaben los rayos, claro.

—Me encantaría.

Mientras recobraba el ritmo natural de la respiración,Chloe se detuvo para observarlo.Y se encontro a si misma clavando la mirada en su torso desnudo,bronceado y perfectamente musculado.Tenia los hombros anchos y la cintura estrecha. Chloe se mordio el labio inferior y dejo que su mirada continuara bajando por la flecha de vello que descendia por su vientre hasta desaparecer por la cinturilla de sus vaqueros.
Exactamente, ¿cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había hecho el amor?

Sacudió la cabeza para apartar de su mente las imágenes eróticas que la invadían y se arriesgó una vez más a mirar su pecho desnudo.

—¿Has perdido la camisa?

Era obvio que había advertido su mirada,porque esbozó una sonrisa devastadoramente coqueta que Chloe no había contemplado jamás en los labios de Neil Byrne.

—Fuera hace mucho calor. Pero tú tampoco vas demasiado vestida.

Chloe siguió el curso de su cálida mirada descendiendo por su cuerpo. La parte superior del bikini era casi discreta comparada con otras que había visto en la piscina, pero en aquel momento le pareció minúscula. Las curvas de sus senos asomaban por encima de la tela, moviéndose al ritmo de su respiración. El aire acondicionado del vestíbulo le ponía la piel de gallina. Y la dureza de sus pezones era inconfundible.

—No he tenido tiempo de taparme —susurró.

—Por mí no te molestes en hacerlo.

Chloe ya era incapaz de moverse. Y de formular cualquier pensamiento coherente. La mirada de Neil comenzó a ascender hasta detenerse en su rostro, en sus labios. Iba a besarla.

—Aun a riesgo de parecer un vulgar donjuán, me gustaría decirte algo: tienes una sonrisa preciosa.

¿Una sonrisa? Sí, suponía que se refería a la sonrisa idiota que debía haber aparecido en su rostro mientras se lo imaginaba arrastrándola a sus brazos y presionando sus labios. Le bastaba imaginarse a aquel hombre abrazándola, imaginarse su lengua acariciando la suya o sus manos en su cintura para que sus piernas se convirtieran en gelatina y su cerebro dejara de funcionar.

—Gracias —musitó. Intentó bromear, aliviar la tensión que había entre ellos—. Y tú también. Pero la verdad es que no sonríes muy a menudo. Un empleado del hotel, el mismo que había estado recogiendo las tumbonas durante la tormenta, caminó hacia ellos. Chloe retrocedió un paso, intentando distanciarse tanto física como emocionalmente de la fuerza seductora de Nicky. Miró a su alrededor, pero sus ojos volvieron a él. A su rostro bronceado. A la curva de sus labios. A la línea de su barbilla. A la perfección de su torso desnudo. Incluso a sus manos. ¡Sus manos! ¿Cómo no se habría fijado nunca en que tenía unas manos tan fuertes?

—Supongo que debería volver a mi habitación y vestirme para la cena —consiguió susurrar Chloe mientras reparaba en la divertida sonrisa que les dirigió el mozo de la piscina.

—Podemos vernos más tarde. Después de la cena.

No debería. Allí estaba sucediendo algo que no tena nada que ver ni con los almacenes Byrne's ni con el congreso. Debería tranquilizarse, subir a su habitación, tomar aire y recordar lo que era verdaderamente importante: la universidad, el trabajo y su familia. No un hombre. No un hombre tan atractivo que le robaba la respiración.

Asintió.

—De acuerdo —inmediatamente abrió los ojos como platos. ¿Por qué había dicho eso?

—¿Quedamos a la diez en el bar? Sin dejar de regañarse mentalmente por la estupidez de sus actos, musitó:

—Allí estaré.

—Entonces tenemos una cita a las diez.

¿Una cita? ¿Una cita con su director? ¿Con un hombre que podría echarla cuando le apeteciera? ¿Acaso se había vuelto loca?

Quizá. Pero, maldita fuera, la locura le hacía sentirse maravillosamente bien.

—Ahora tengo que irme —le dijo—. Tú también, ¿no?

Nicky arqueó una ceja con expresión burlona.

—Nos veremos dentro de un rato —continuó ella, sin querer oír su respuesta.

Estrechó la bolsa contra su pecho, se volvió y corrió hacia el ascensor, luchando contra la necesidad de volver la cabeza para mirarlo una vez más.

No importaba. Volviera o no la cabeza, sabía que él estaba atento a cada uno de sus pasos. La excitación que corría por sus venas era la única prueba que necesitaba.
Mientras presionaba el botón del ascensor, se descubrió a sí misma recordando las palabras de Jess. «una loca y fabulosa noche de sexo».


Hasta que aquella voluptuosa morena no desapareció de su vista, Nicky no se dio cuenta de que no sabía su nombre. Se rio de sí mismo, consciente de que probablemente había parecido tan tontamente fascinado como un adolescente. Pero ella había estado de acuerdo en que se vieran más tarde. Y entonces averiguaría su nombre. Y algunas otras cosas sobre ella.

Nicky no era capaz de recordar la última vez que se había sentido atraído por una mujer nada más verla, como le había ocurrido aquel día. Habían pasado siglos desde la última vez que había tenido tiempo para una cita, o para involucrarse sentimentalmente con nadie. Su empresa había sido un compromiso de veinticuatro horas al día desde el día que la había iniciado. Era curioso cómo, el tener que pagar un alquiler por primera vez en. su vida, había convertido el trabajo en lo más importante para él.

Se negaba a pensar que la ruptura de su compromiso hubiera sido la razón por la que no se había permitido a sí mismo interesarse realmente en una mujer durante los últimos tres años. Sexo sí. Eso era fácil de conseguir. ¿Pero encontrar a alguien a quien realmente deseara conocer? Vaya, eso no le había ocurrido desde hacía mucho tiempo.

La mera idea de estar pensando en aquellos términos lo asustaba. No, el momento no era el ideal, desde luego.
Lo último que necesitaba durante aquellas últimas semanas del proyecto era que lo distrajera una morena voluptuosa con una sonrisa devastadora. Pero él jamás había antepuesto sus necesidades a sus deseos.

Mientras caminaba por el pasillo, deseó de pronto haberle pedido el número de su habitación, por si al final ella decidía no bajar a su cita.

—Vendrá —se dijo a sí mismo. Y al recordarla mirando al mar bajo la lluvia, supo que era una mujer por la que merecía la pena arriesgarse.
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Mensaje por nina093 Jue 08 Ene 2015, 1:02 pm

CINCO

A las diez y cinco, Chloe permanecía en la habitación del hotel, mordiéndose el labio nerviosa y mirando su reflejo en el espejo del baño. Neil no había aparecido durante la cena, de modo que hacía ya varias horas que no lo veía.
Unas horas durante las que había ido acobardándose cada vez más.

—No puedes hacer esto, lo sabes, ¿verdad? — le dijo a su reflejo.
Pero sería solo una copa...

—Tonterías. Tú estabas allí, sentiste el calor, Chloe Weston. Sabes que es posible que quedes esta noche con él y no vuelvan a separarse hasta mañana por la mañana.

«¿Y tan terrible es?».

—Sí, es terrible. No puedes tener una aventura con tu jefe. Este trabajo es muy importante. Si lo pierdes, tendrás que dejar la universidad y conseguir un empleo con horario diurno para pagar el dinero del alquiler.

¿Pero cuándo su propia vida iba a ser tan importante como su trabajo?
Aquella era la pregunta del millón. ¿Cuándo iba a poder empezar a vivir? Chloe se había hecho responsable de su madre y de su hermana desde que tenía doce años, justo después de que el segundo marido de su madre la abandonara. Aquel había sido el peor año de su vida. Chloe y Morgan había sido separadas de su madre durante meses y, cuando habían vuelto a estar juntas, Chloe se había prometido que no volverían a separarlas nunca más.
Y desde entonces nunca había olvidado que era ella la que tenía la responsabilidad de mantener a la familia unida.
Morgan era demasiado pequeña y Jeanine demasiado impredecible.
Seguir los impulsos de su corazón, o en aquel caso de su libido, no era algo a lo que Chloe estuviera acostumbrada.
De modo que, ¿por qué no permitírselo por una vez? Ella sabía lo que quería. No podía ser tan cobarde...

—Oh, cállate —musitó en voz alta.

A veces se imaginaba a aquella insidiosa vocecita interior como un pequeño dibujo animado, como un diablillo con cuernos y cola, sentado sobre su hombro izquierdo y susurrándole al oído cada vez que ella estaba pensando en hacer algo realmente estúpido. Y, en el otro hombro, en vez de un ángel, imaginaba una versión diminuta de la hermana
Mary Francés.
Aquella religiosa había sido su profesora durante el único año que Chloe había pasado en una escuela religiosa.
Un año provocado por uno de aquellos extraños periodos de religiosidad de su madre. Eso había sido antes de que su verdadero padre se fuera, cuando todavía tenían una vida normal. Chloe se había pasado la mayor parte de ese curso sentada en una esquina, hasta que había aprendido a comportarse como una verdadera damita. En vez de aprender paciencia y obediencia, durante aquellos castigos Chloe se dedicaba a inventar formas de vengarse del Pingüino, que era como llamaban las niñas a la hermana. De modo que la hermana Mary Francés rara vez ganaba en sus batallas contra el diablillo.
Al final, harta de aquella discusión consigo misma, agarró el bolso y salió dando un portazo de la habitación. Sin embargo, la discusión mental continuó. Habló consigo misma en el ascensor y durante el camino hacia la planta baja.
Y también mientras se dirigía hacia el bar. Lo encontró abarrotado y se detuvo para echar un rápido vistazo a su alrededor.
Estaba a punto de convencerse de que Neil no había acudido a la cita cuando lo vio esperándola en una esquina, sentado en uno de los taburetes de la barra. Cualquier idea de salir corriendo desapareció al instante de la mente de Chloe. Y no solo porque él la hubiera visto. Ni por la intensidad de su mirada mientras se levantaba y se dirigía hacia ella. Aquella no era la mirada de seguridad y absoluta confianza en sí mismo propia de Neil.
No, era una mirada de alivio. De admiración, de anticipación.

—Pensaba que no ibas a venir —le dijo con voz ronca.

—He estado a punto de no hacerlo.

—¿Y qué te ha hecho cambiar de opinión? Chloe se apartó un mechón de pelo de la cara e intentó parecer natural. —Estaba sedienta.

—Me alegro de que estuvieras sedienta — contestó él con una sonrisa mientras la conducía hacia una mesa situada en una esquina.

La mesa estaba escondida por algunas plantas y daba a un jardín interior ambientado por el suave gorgoteo de una fuente.
Velas, flores... Una mesa apartada. «Chloe Weston, da media vuelta inmediatamente y vuela a tu habitación».

—Vayase de una vez, hermana —susurró Chloe.

Nicky advirtió inmediatamente su repentina ansiedad.

—¿Té parece bien? He pedido una mesa apartada para que podamos hablar.

—Eh, sí, claro.

Después de sacarle una silla a Chloe, Nicky se sentó frente a ella.

—Por favor, relájate. No me he llevado una impresión equivocada. Sé que has venido aquí a trabajar, que no has venido aquí para esto. Y que lo último que pretendías era quedar con un hombre al que no conoces en el bar de un hotel.

—Un bar iluminado por la voluptuosa luz de las velas, ambientado con música de baile... —musitó—. No, no es algo propio de mí. Normalmente soy muy aburrida. No tengo ningún episodio que recordar en el bar de un hotel. Soy una chica aburrida, no tengo nada especial que contar.

Nicky alargó la mano para tomar la de Chloe.
Pero Chloe levantó la suya para tocarse el pelo nerviosa.

—Lo dudo. Te he visto en la piscina, ¿recuerdas? Creo que hay facetas escondidas de tu personalidad que me encantaría poder explorar — repuso él con un seductor susurro. Y, como si no hubiera notado los latidos salvajes del corazón de Chloe, continuó—: Ahora, olvidémonos de lo que somos normalmente.

Chloe lo miró fijamente, intentando analizar lo que estaba intentando decirle. Evidentemente, Neil sabía lo que era esconder su verdadera identidad. Era obvio que se había acostumbrado a llevar una doble vida y se desprendía de su verdadera personalidad con la misma facilidad con la que se quitaba el pendiente de oro que llevaba en la oreja.
¿Por qué no iba a intentar hacer ella algo parecido?
Él debió advertir la indecisión en sus ojos.

—Olvídate de todas las razones por las que no deberíamos estar juntos. Tú no sueles hacer esto, yo no suelo hacer esto. No nos conocemos... Olvídate de todo eso. Esta noche somos dos personas dispuestas a compartir una velada interesante, a conocernos. Eso es todo.

—¿De verdad?

—Sí —bajó la voz y su mirada se hizo más intensa—. A menos que ambos decidamos que queremos algo más.

Diablos. Ella ya quería algo más.

Nicky bajó la mirada hacia la mesa, hacia la mano con la que Chloe se aferraba a su bolso como si estuviera a punto de marcharse.

—¿Entonces te quedarás?

Chloe tomó aire, encerró la imagen de la hermana Mary Francés en lo más profundo de su subconsciente, cerró brevemente los ojos y asintió.

—Sí, me quedo.

—Me alegro —Nicky alargó la mano, le quitó delicadamente el bolso, lo dejó a un lado de la mesa y llamó a la camarera.

—¿Te apetece un ponche de ron? Parece suficientemente tropical.

—Sí, pero solo uno. Si bebo más, puedo terminar bailando sobre la mesa.

—Algo que me encantaría ver, especialmente teniendo en cuenta el largo de tu falda —Chloe se sonrojó y el rio suavemente—. No te preocupes. Estás perfecta. Sexy como el pecado, pero al mismo tiempo elegante. La longitud justa para mostrar que eres una mujer deseable sin que parezca que te estás exhibiendo.

—Vaya, supongo que eres un experto en ropa femenina —musitó, sintiéndose un poco avergonzada y, al mismo tiempo, alegrándose de haberse puesto la minifalda negra.

—Y ahora, ¿no crees que deberíamos presentarnos?

—¿Perdón?

—No nos conocemos, creo que este es el momento para las presentaciones.

Evidentemente, era otra forma de distanciarse de su propia realidad, del hecho de que trabajaran juntos. Él era el jefe, el director y copropietario de la Galería Comercial Byrne's y ella una escaparatista. Pero se comportarían como si fueran dos perfectos desconocidos. No habría vínculos externos. Ni impedimentos. Ni expectativas. Quizá ni siquiera repercusiones.

—Creo que me gusta la idea.

—Me llamo Nicholas, pero puedes llamarme Nicky —dijo él mientras llegaba la camarera con un par de enormes vasos.

La camarera se inclinó hacia él mientras colocaba las bebidas sobre la mesa y lo miraba con patente admiración.
Chloe se estremeció. Estaba coqueteando con un hombre devastadoramente atractivo, un hombre en el que se fijaría cualquier mujer. La ansiedad que hasta entonces la dominaba desapareció para ser sustituida por un nuevo sentimiento.
Excitación, curiosidad...

—Nicky. Encantada de conocerte. Yo me llamo Claudia...

Nicky esperó a que se fuera la camarera para levantar su copa en un brindis. Chloe levantó su vaso y esperó con expectación.

—Por las tormentas —dijo Nicky.

—Y por los desconocidos dispuestos a conocerse.

El primer trago de ponche fue suficiente para convencer a Chloe de que no podía beber más de una copa.

—Vaya —jadeó, cuando cedió el fuego que abrasaba su garganta.

—¿Te gusta?

—Mucho. Pero es un poco fuerte —bebió de nuevo, y la sensación fue tan fuerte como la primera vez. Pero empezaba a acostumbrarse—. Eh, Nicky, háblame de ti.

Nicky se encogió de hombros.

—No hay mucho que contar. Trabajo demasiado. Como de todo lo que no hay que comer. No veo a mi familia todo lo que debería. Vivo en un apartamento en frente de la playa cuyo alquiler casi no puedo permitirme y nunca había visto tantos matices en el pelo de una mujer —alargó la mano y acarició sus rizos, haciendo que el corazón de Chloe dejara de latir—. Oro, castaño, fuego... tiene que ser natural.

Chloe levantó su vaso, bebió un sorbo, se atragantó y tosió.

—¿Estás bien?

—-Sí, estoy bien —respondió con voz atragantada—. ¿A qué te dedicas?

—Soy propietario de una empresa de jardinería.

Bueno, estaba dejándose llevar excesivamente por su imaginación, decidió Chloe. Pero en fin, su fantasía era su fantasía, y, al fin y al cabo, ella misma había sido testigo de la atracción de Neil Byrne por el aire libre. De modo que quizá aquel fuera un deseo que mantenía tan oculto como su irresistible sonrisa o la fuerza de sus brazos.

—¿Y tú, Claudia?

—Hum —intentó pensar en su más profundo deseo, en lo que haría si realmente pudiera dedicarse a lo que quisiera— . Estoy estudiando diseño gráfico y hago de vez en cuando algún trabajo por libre —suspiró complacida imaginándose a sí misma estudiando a tiempo completo y trabajando únicamente cuando se sentía especialmente creativa. Sonaba maravilloso.

—¿Tienes familia?

Chloe pensó en la posibilidad de prolongar su fantasía, pero al final decidió confesar la verdad.

—Sí, una hermana guapísima y muy inteligente que está a punto de terminar este año el instituto, Morgan. Y una madre maravillosamente creativa, aunque un poquito irresponsable, que parece que tiene mi edad. ¿Y tú?

—Algunos miembros de mi familia todavía viven por esta zona. Pero mis padres viven en Dublín desde que se jubilaron.

Chloe dio otro sorbo a su bebida, sin atragantarse en aquella ocasión.

—¿Tienes novia? —no quería estropear la ilusión, pero de todas formas tenía que saberlo.

Nicky pareció darse cuenta de que, tras su aparente indiferencia, se ocultaba un verdadero interés. Le tomó la mano.

—No he salido en serio con nadie desde hace tres años: El trabajo me mantiene demasiado ocupado. Y todavía no he encontrado a la mujer ideal.

—¿Y cómo tiene que ser esa mujer? —fue incapaz de no preguntarlo.

—Tiene que tener el pelo oscuro y unos ojos sorprendentemente azules. Quisiera que le gustara la playa, que no tuviera miedo a probar cosas nuevas, como el paracaidismo o el windsurf. Chloe se encogió de hombros.

—Yo no soporto las alturas. En cuanto subo a un lugar alto siento náuseas.

—Procuraré recordarlo —contestó Nicky, riendo suavemente.

—¿Entonces lo que buscas es una morena aventurera?

—No exactamente. Lo de aventurera está bien. Pero también tiene que tener una sonrisa maravillosa.

Chloe se humedeció nerviosa los labios. Lo vio tomar aire y advirtió un ardiente fogonazo en su mirada.

—¿Y algo más? —le preguntó Chloe, confundida y al mismo tiempo fascinada por la pasión que había reflejado su expresión.

—Sí, el sentido del humor es imprescindible.

Muy bien, por fin estaban llegando a alguna parte. A Chloe le encantaba reírse. Su madre decía que tenía la capacidad de reírse de la vida, de encontrar motivos de diversión en cualquier cosa, y que esa era la mejor cualidad que podía tener una persona. Chloe la había contradicho en más de una ocasión.

—Gracias, mamá. Tener una maravillosa melena o un tipo estupendo tampoco estaría mal. ¡Diablos, o un cerebro brillante! Alabar el sentido del humor de alguien es como decirle a una chica gordita que tiene una cara preciosa.

Por supuesto, la hermana Mary Francés había decidido que su sentido del humor le costaría por lo menos cien años de purgatorio.

—¿Te gustan las comedias antiguas, las películas de Laurel y Hardy? —le preguntó.

—Yo prefiero a Abbott y Costello —replicó Nicky.

—Bueno, yo también. ¿Y las películas de Mel Brooks?

—Oh, claro que sí.

—Vaya, por fin coincidimos en algo —dijo Chloe, con una mirada esperanzada—. ¿Con eso puedo ahorrarme lo del paracaidismo?

—¿Alguna vez has hecho parapente?

—Por lo que tengo entendido, para eso también hay que alcanzar cierta altura.

—De acuerdo, entonces intentaré mantenerte en el suelo.

«Déjame donde quieras, siempre que te quedes conmigo». Chloe dio un sorbo a su bebida y apartó inmediatamente aquel pensamiento de su mente.

—Está muy bueno —reconoció, mientras bebía los últimos tragos de ponche. Era extraño cómo había empezado a disfrutar de aquel fuerte sabor.

—No me -importaría verte bailar encima de la mesa, o en cualquier otra parte. ¿Te apetece otra copa?

—Preferiría un vaso de agua —contestó. Primer tanto para la hermana Mary Francés.

—Yo tomaré otro.

Durante la hora siguiente, Chloe se descubrió a sí misma verdaderamente embelesada por el hombre que tenía frente a ella. Neil, no, Nicky, era un hombre divertido, sexy, inteligente e irreverente. Le reía las bromas y se burlaba de ella por no haber sido capaz de controlar el ponche. Además, parecía sinceramente interesado en oírla hablar con orgullo de su brillante hermanita. Incluso consiguió que compartiera con él sus preocupaciones. Chloe encontraba
fácil hablar con él de sus deseos de normalidad y de sus preocupaciones por tener una madre tan poco convencional a la que adoraba, pero con la que no se podía contar para nada.
Su única caricia fue para retirarle un mechón de pelo de la cara, con aquel gesto consiguió que el corazón de Chloe se acelerara durante varios segundos. Él no habló mucho de sí mismo, parecía estar completamente concentrado en ella, como si su propia vida fuera de lo más aburrida y ella fuera la persona más fascinante de la tierra.

Aquella era una sensación completamente novedosa para Chloe, que estaba más acostumbrada a que fuera su madre el centro de atención. Al cabo de un rato, decidió que estaba en condiciones de tomar un segundo ponche.

—Supongo que a estas alturas ya estás harto de oír hablar de mi familia, de mis fobias y de mi colección de vídeos — comentó.

—Creo que jamás podría cansarme de oírte hablar.

En aquella ocasión fue Chloe la primera en romper el contacto visual. Estaba muy confundida. Así no era como ella había imaginado la noche. Ella pretendía parecer misteriosa, continuar con aquella ficción del encuentro de dos desconocidos en un bar.
Pero estaban yendo mucho más allá de un frivolo coqueteo.

—Quiero saber algo más de ti —dijo por fin—. ¿De verdad te gusta el paracaidismo?

Nikcy inclinó la cabeza hacia un lado y alzó las manos, con gesto de impotente resignación.

—Sí, lo siento.

—Vaya —musitó Chloe, incapaz de imaginarse al educado hombre de negocios haciendo algo tan impulsivo. Sin embargo, le resultaba muy fácil imaginarse a su alter ego haciendo cualquier clase de locura.

—Bueno, la verdad es que no lo practico mucho. No tengo ni tiempo ni dinero. Aun así, me encanta tirarme cuando voy al oeste a ver a mi familia. Además, creo que deberías intentarlo, quizá eso podría ayudarte a superar el miedo a las alturas.

—Si tengo que subir a más de treinta metros del suelo, preferiría estar dentro de un avión. ¡Tirarme en paracaídaslja! Ese deporte debería estar considerado como un intento de suicidio.

Nicky soltó una carcajada y Chloe advirtió, no por primera vez, que un par de mujeres se volvían para mirarlo con admiración. Inmediatamente alargó la mano para tomar la de Nicky, como si quisiera hacer notar que era suyo.

Nicky respondió inmediatamente, entrelazando los dedos con lo suyos. Chloe fijó la mirada en sus manos unidas, maravillándose de la fuerza y el bronceado de las de Nicky contra la palidez de su propia piel. Cuando por fin alzó la mirada hacia su rostro, descubrió que la estaba contemplando con una seductora sonrisa en los labios.

—¿Te apetece que salgamos? —preguntó suavemente, acercándose a ella y bajando la voz.

Chloe esperó durante dos segundos que le parecieron horas a que Nicky continuara.

—Ya ha terminado la tormenta. Podríamos ir a dar un paseo por la playa.

Chloe soltó entonces la respiración que había estado conteniendo.

—Me encantaría —y era cierto.

Un paseo por la playa le parecía perfecto. Pero aun así, no pudo evitar una punzada de desilusión. Se dijo a sí misma que no debía ser tonta. Aunque Nicky hubiera hecho una sugerencia más atrevida, como ella había temido y esperado, no habría sido capaz de aceptarla. Absolutamente no. Jamás haría una cosa así.

Bueno, probablemente nunca lo haría.

Pero al recordar la rápida visita que había hecho a la tienda del hotel antes de la cena y pensar en los preservativos que llevaba en el bolso, Chloe comprendió la absoluta verdad.

De acuerdo. Quizá fuera capaz de hacerlo.
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Mensaje por nina093 Jue 08 Ene 2015, 6:53 pm

SEIS


Nicky disimuló una sonrisa mientras contemplaba la variedad de emociones que estaban cruzando el adorable rostro de su acompañante desde que había sugerido el paseo por la playa. Sabía que estaba pensando exactamente lo mismo que él: eran dos desconocidos. ¿Qué estaba pasando y por qué se sentía tan bien?

—Tú eliges, podemos quedarnos aquí si lo prefieres.

—Hum —Chloe se llevó el dedo índice a la mejilla, fingiendo indecisión—. Así que, podemos quedarnos aquí, en un bar abarrotado y lleno de mujeres que llevan más de una hora comiéndote con los ojos, o salir a dar un paseo romántico bajo la luz de la luna. Qué difícil es tomar una decisión. Nicky se encogió de hombros.

—Es la historia de mi familia. Tomar decisiones difíciles —se inclinó hacia ella—. Además, no me he fijado en ninguna otra mujer. En lo único en lo que me he fijado es en esos tres tipos que están en la barra y que se vuelven para mirarte cada vez que te mueves.

Chloe abrió los ojos como platos y se volvió para verlos.

—¿Estás seguro de que me están mirando a mí? Esto está lleno de mujeres solas.

—Pero ninguna tiene unas piernas como las tuyas.

—Oh, espera, ya lo tengo —replicó ella, ignorando su cumplido—. Eres tú el que les interesa. Seguramente son gays. Eso explica por qué no se han acercado a ninguna de esas mujeres.

Nicky se echó a reír.

—¿Por qué te resulta tan difícil creer que puedes llamar la atención de un hombre?

El rostro de Chloe reflejó un adorable desconcierto. No parecía ser consciente de su propio aspecto. No tenía idea de lo atractiva que era. Ni de cómo podía seducir a un hombre con su risa. Ni de la energía que desprendían sus ojos. Ni de que cualquier hombre con sangre en las venas desearía ver aquellas piernas rodeando su cintura. Incluido él mismo.
Nicky bebió el resto de su vaso de agua.
Al final Chloe contestó la pregunta.

—Quizá porque estoy acostumbrada a ser responsable y discreta y no suelo provocar miradas lujuriosas ni en la calle... ni en los bares — sonrió y miró a su alrededor—. ¿Estás seguro de que me están mirando a mí?

—Oh, claro que sí. Y como esto siga así, voy a terminar comportándome como uno de esos tipos de las cavernas que se sienten impulsados a marcar su territorio.

—¿Su territorio?

—No pretendía decirlo en un sentido tan primitivo.

—Gracias a Dios. Creo haber oído hablar de la forma en la que algunos animales marcan su territorio en la selva. Todavía no nos hemos besado siquiera, así que quizá sea un poco pronto para comenzar a hablar de ese tipo de perversiones.

Nicky echó inmediatamente la cabeza hacia atrás y soltó una sonora carcajada. Los tipos de la barra se volvieron para mirarlo.

—¿Estás lista para salir de aquí?

—Más que lista —respondió Chloe, levantándose.

Mientras la agarraba del brazo y la alejaba del bar, Nicky se preguntaba qué buena obra habría hecho últimamente para merecer tan increíble fortuna. Aquella mujer era como un sueño hecho realidad. Divertida, encantadora, sencilla... y suficientemente sexy como para hacerlo temblar de deseo.
Claudia era la mujer de sus sueños hecha realidad.

—¿Estás bien? —le preguntó al advertir que se tambaleaba ligeramente. Acababan de salir del bar y se dirigían por la piscina hacia la playa.

—No estoy acostumbrada a los tacones —admitió—. Estoy segura de que los inventó un hombre. Son una auténtica tortura. Como los cinturones de castidad, la cera para depilar y los corsés.

—Parece que al hombre le gusta tirar piedras contra su propio tejado. Excepto, claro, en lo relativo a la cera para depilar.

—Hay muchos lugares en el mundo en los que las mujeres no tienen la necesidad de depilarse —lo contradijo.

—Afortunadamente, no en el Centro Turístico Bray Island —Nicky la miró fijamente y dejó que una divertida sonrisa asomara a sus labios para que Chloe pudiera adivinar lo que pretendía decir.

—Eso te gustaría saber a ti —respondió ella suavemente. Y bajó todavía más la voz para añadir—. Y a mí no me importaría enseñártelo.

Nicky dudaba de que supiera que la había oído. Sonrió de oreja a oreja, pero se volvió para que Chloe no pudiera verlo.
Diablos, claro que le gustaría saberlo. Y pensaba averiguarlo.
Cuando cruzaron la piscina y llegaron a las escaleras de madera que conducían a la playa, Nicky se detuvo. Como la estaba agarrando del brazo, Chloe también se paró y lo miró con curiosidad. Sin darle ninguna explicación, Nicky se agachó a su lado, le desabrochó las sandalias,tomó la mano de Chloe y la posó en su hombro, para que ella pudiera descalzarse sin perder el equilibrio. Advirtió la tensión de los dedos de Chloe en su hombro, y sintió su piel ardiendo a través de la camisa. Aquel breve contacto conmovió su cuerpo entero.
Ya solo era capaz de pensar en ella.
No solo sus delicados dedos estaban abrasando su hombro, sino que tenía el rostro a solo unos centímetros de sus sedosos muslos.
Las manos le temblaban mientras le quitaba cada una de las sandalias y apenas fue incapaz
de resistir la tentación de acariciarle uno de los tobillos mientras demoraba el momento de levantarse con el fin de controlar la respuesta de su cuerpo a la cercanía de aquella mujer.

—¿Así estás _mejor? —le preguntó cuando por fin se levantó.

—Mucho mejor —contestó Chloe con inmenso alivio.

—De todas formas, no habrías podido andar con esos tacones por la arena —respondió Nicky, intentando apartar de su mente la fantasía de deslizar las manos por la dulce y vulnerable curva de su pie para ir subiendo lentamente por su rodilla, por sus muslos... y acercar después su boca para explorar con los labios su delicada y embriagadora fragancia.

—¿Estás bien? —le preguntó Chloe, al verlo tan callado.

Nicky tragó saliva y asintió.

—Sí, muy bien. Aunque me siento un poco estúpido por no haber pensado en que no vas adecuadamente vestida para pasear por la playa. Los tacones se habrían hundido en la arena a cada paso.

—En ese caso me habrías rescatado, ¿no? Supongo que no habrías sido capaz de dejarme hundida hasta las rodillas en la arena toda la noche como si fuera una sombrilla, ¿verdad?

Nicky sonrió pensando que no le habría importado lo más mínimo tumbarse debajo de aquella sombrilla.

—De todas formas, no creo que vaya a ser muy cómodo caminar por la arena con esto.

Nicky siguió el curso de su mirada hacia sus piernas, todavía cubiertas por un par de medias negras. Por supuesto, no iba a ayudarla a quitárselas. La próxima vez que le tocara las piernas, sería para explorar cada centímetro de su piel con las manos y la boca. Y esperaba poder hacerlo pronto. Pero no allí, a solo unos metros de la puerta del hotel, desde donde cualquiera podía verlos.
Antes de que pudiera ofrecerle que volvieran dentro para que pudiera quitarse las medias, vio que comenzaba a tirar de las medias para quitárselas.

—Iba a decirte que si querías que volviéramos dentro para cambiarte.

—Esto también funciona —continuó tirando de las medias.

Nicky arqueó una ceja mientras observaba con interés cómo levantaba poco a poco la falda,al tiempo que iba empujando sus medias hacia abajo. Su excitación crecía a la vez que ella iba levantándose la minifalda. Y también el ritmo de los latidos de su corazón. Para cuando Chloe fue capaz de comenzar a bajar las medias, Nicky vislumbró, durante una infinitésima fracción de segundo, un triángulo de seda roja entre sus muslos. Inmediatamente, la falda volvió a su lugar.
Chloe le dirigió una alegre sonrisa, como si no fuera consciente de que había disparado hasta la última gota de sangre de Nicky a su entrepierna, donde en ese momento palpitaba con urgente intensidad.

—¿Nos vamos? —le preguntó.

Nicky no contestó. La tomó delicadamente por el hombro y la hizo girar para que quedaran el uno frente al otro.
Bajó la mirada hacia sus brillantes ojos y le dijo:

—Dime una cosa, ángel, ¿de verdad no tienes la menor idea de lo que me estás haciendo? ¿O es que disfrutas humillándome?

La suave risa de Chloe fue más seductora que el cielo aterciopelado que los cubría.

—Digamos —contestó ella, con expresión repentinamente seria—, que soy consciente de que aquí está pasando algo. Francamente, Nicky, cuando te has arrodillado y me has quitado las sandalias, se me han ocurrido unos cuantos pensamientos perversos.

Nicky gimió suavemente, preguntándose si habría imaginado lo mismo que él... Si se lo habría imaginado tocándola, saboreándola. Conociéndola tan íntimamente como un hombre podía conocer a una mujer.

—Yo también —susurró—. Si no hubiéramos estado en frente del hotel, podría haberte ayudado a quitarte las medias —se inclinó hacia ella, hasta sentir su pelo rozando sus labios—. Y cualquier otra cosa que necesitaras.

Chloe entreabrió los labios y Nicky clavó en ellos su mirada, anticipando su sabor, o el calor que aquella mujer desprendería entre sus brazos.
La respiración de Chloe se aceleró, y con ella el movimiento de sus senos. Nicky bajó entonces la mirada hacia el escote de la blusa de seda. Distinguió el encaje rojo de su sujetador. Su cuerpo reaccionó instintivamente y Nicky apretó los dientes, en un vano intento de controlarse.

—Probablemente te habría dejado —admitió Chloe—. Ayudarme, quiero decir. Pero yo también me he fijado en las puertas del hotel. Digamos que no estábamos exactamente a solas.

—Así que... la tortura ha sido intencionada — señaló hacia sus piernas desnudas.

—No soy una exhibicionista —repuso Chloe con una tímida sonrisa—. Tampoco me he subido la falda por encima de la cintura ni nada parecido.

Obviamente, no sabía que Nicky había visto más de lo que ella pretendía revelar. Lo más caballeroso habría sido dejar que continuara pensándolo. Sin embargo, Nicky jamás se había considerado a sí mismo un caballero.

—Me gustan mucho el satén y el encaje rojo.

Chloe lo miró confundida al principio. Al cabo de unos segundos, abrió los ojos como platos. Inmediatamente bajó la cabeza, hacía la falda, intentando asegurarse de que estaba todo en su lugar. Obviamente, también se dio cuenta de que se le había desabrochado uno de los botones de la blusa y rápidamente se lo abrochó.

—No estaba intentando deslumhrarte.

—Y yo tampoco estaba intentando mirarte a escondidas... Aunque tampoco puedo decir que me haya esforzado en desviar la mirada.

—Eres sincero. Me gustan los hombres sinceros —respondió Chloe—. Y me alegro de haberme puesto bragas. Estas medias pueden llevarse sin ellas.

No esperó la respuesta de Nicky. Dejándolo pestañeando y nuevamente excitado ante la idea de que hubiera podido estar completamente desnuda bajo la minifalda, dejó los zapatos y las medias en el último escalón y rápidamente se dirigió hacia la playa. Nicky la siguió lentamente, observándola correr hasta el borde del agua y hundir los pies en el agua. Oyó su risa desde donde estaba.
Se acercó a ella, extasiado por el resplandor de la luna que arrancaba destellos de oro de su pelo y por su sonrisa. Era evidente que aquella mujer estaba disfrutando de la fuerte brisa del mar que azotaba su ropa. Mientras la alcanzaba, pudo distinguir el contorno de sus muslos bajo la falda y la suave curva de sus senos.
Chloe se volvió hacia él con los brazos abiertos de par en par.

—Ha sido una idea maravillosa. Durante el día no he tenido muchas oportunidades de bajar a la playa. Tienes suerte de vivir al lado de mar.

—Es muy único capricho. Como ya te he dicho, apenas puedo pagar el alquiler, pero merece la pena disfrutar de estos amaneceres.

Chloe se acercó a Nicky, lo agarró de la mano y tiró suavemente de él.

—Quítate los zapatos —le ordenó. Vamos, ven conmigo.

Sin pensárselo dos veces, Nicky se quitó los zapatos y los calcetines y los dejó en la arena. Se remangó las perneras de los pantalones y metió los pies en el agua.

—Está caliente.

—Está buenísima —se mostró de acuerdo Chloe.

Continuaron paseando por la playa hasta llegar a un lugar desierto, dejando tras ellos las luces del hotel.

—Me encantaría bañarme —expresó Chloe en voz alta.

—Puedes hacerlo, yo me encargaré de vigilar si quieres bañarte desnuda.

—Supongo que lo que quieres decir es que te encargarás de vigilarme.

—Eso también —admitió—. Pero ahora en serio, si quieres bañarte, adelante. No hay nadie por aquí, es la una de la mañana y tu conjunto rojo puede ser perfectamente confundido con un bikini.

—¿Mi conjunto rojo? ¿Entonces también me has visto el sujetador?

Nicky esbozó una picara sonrisa.

—O sea que ya no me queda ningún secreto —dijo Chloe, con un suspiro. Dio una patada al agua, empapando los pantalones de Nicky.

Nicky se echó a reír y le salpicó la espalda. De pronto, se puso repentinamente serio, y se acercó a ella hasta que sus cuerpos estuvieron separados por la única distancia de un rayo de luna.

—Cariño, ver tu ropa interior solo ha servido para que esté más interesado en lo que hay debajo.

La sonrisa de Chloe desapareció para dar lugar a una nueva luz en sus ojos.

—Me has conquistado en cuanto me has quitado las sandalias, lo sabes, ¿verdad?

Antes de que Nicky pudiera contestar o inclinarse para besarla, lo agarró del pelo y acercó su boca a la suya.

«Dios mío, una mujer capaz de dar el primer paso», fue el último pensamiento coherente de Nicky antes de que sus labios se encontraran. Después no hubo ninguna clase de pensamiento. Solo placer.
Probablemente, la hermana Mary Francés estaba retorciéndose en su tumba ante el descarado comportamiento de Chloe. Si, por supuesto, estaba ya en su tumba, algo que Chloe dudaba, puesto que era una monja muy joven cuando Chloe tenía solamente siete años. Por supuesto, eso era lo que menos le importaba a Chloe. Quería besar a ese hombre. En ese mismo instante.
Y lo hizo. No pidió permiso. Lo besó, sabiendo que él deseaba saborearla tanto como ella deseaba saborearlo a él.
Y, en un instante, Nicky le devolvió el beso.
Oh, Dios. Aquellos labios perfectos estaban tocando, acariciando y succionando delicadamente lo suyos. La boca con la que Chloe había fantaseado desde la noche que lo había visto bailando bajo la lluvia estaba sobre su propia boca. Chloe nunca, nunca, había experimentado nada tan sensual.
Aunque había sido ella la que había iniciado el contacto, perdió rápidamente el control. Se sintió debilitarse en los brazos de Nicky mientras él deslizaba la lengua entre sus labios para saborearla, para memorizarla, para inhalarla.
Aquel hombre sabía maravillosamente. La embriagaba como el más fuerte de los licores. El suyo era un sabor limpio, fresco y marcadamente masculino. Sus respiraciones se mezclaban mientras el inicial frenesí iba cediendo y ambos comenzaban a saborear el beso.
Al principio, Nicky hundió las manos en su pelo y le tomó la cabeza tal como ella tomaba la suya. Después, mientras ambos comenzaban a moverse al ritmo de las olas y los sonidos de la noche, sus manos fueron descendiendo. Chloe le rodeó el cuello con los brazos, Nicky bajó las manos hasta su cintura. Ambos se mecían ligeramente, y Chloe se sentía absolutamente fascinada.
Jadeó cuando Nicky la estrechó contra él para que pudiera sentir su excitación.

—Oh, eso es... Estás..

—Sí —gruñó Nicky contra su boca—. Eso es mi... —entonces deslizó los labios por su mejilla, cubriéndola de besos— Ya te he preguntado que si sabías lo que me estabas haciendo.

Chloe gimió, completamente incapaz de resistir la tentación de presionarse contra él y volvió a gemir al sentir la fuerza de su erección contra su vientre.

—Pero no sabía que te estaba haciendo... tanto.

—He estado pensando en esto desde que te vi esta tarde al lado de la piscina.

Chloe no admitió que había estado pensando en ello desde la noche en la que lo había visto cambiar la rueda de la camioneta.
Se inclinó hacia él. Su cuerpo irradiaba una embriagadora mezcla de excitación y lánguido deseo. Una cálida pasión se deslizaba perezosamente por sus venas. Los brazos le pesaban tanto que apenas podía rodearle con ellos el cuello y las piernas la sostenían con dificultad.
Se sentía a punto de desmayarse de placer y se entregó por completo a la sensación de sus labios y sus lenguas descubriéndose en aquel voraz encuentro, a la sensación de sus cuerpos unidos, centímetro a centímetro. De pronto se sentía como si cada una de las palabras que habían intercambiado hasta ese momento hubieran tenido como único destino aquel final. Aquel increíble deleite.

—Entonces, Nicky, ¿es así como terminan los juegos de dos desconocidos cuando quedan en un bar? —preguntó

Chloe cuando Nicky buscó su cuello con los labios.
Estuvo a punto de sollozar al sentir el beso húmedo y ardiente de Nicky. Y cuando por fin pudo hacer realidad su deseo, mordisquear el pendiente que llevaba en la oreja y succionarle el lóbulo mientras se presionaba contra" él.

—Yo no estoy jugando —respondió Nicky, alzando la cabeza para mirarla intensamente a los ojos.

El calor que Chloe vio en los suyos derritió hasta el último vestigio de duda que pudiera quedarle.

—Yo voy en serio —continuó Nicky, rodeándole la cintura con los brazos. Tiró de la blusa para sacarla de la falda y deslizó los dedos por su espalda.

—Si vieras lo que hay dentro de mi bolso, te darías cuenta de que yo también voy en serio — consiguió decir Chloe en un susurro.

—¿Tu bolso?

—Sí, esta tardé he pasado por la tienda del hotel. Venden montones de artículos.

—¿Artículos? —preguntó Nicky riendo. Se apañó ligeramente, pero Chloe siguió su movimiento. No estaba dispuesta a renunciar al placer de mordisquearle el cuello—, ¿y algún tipo de artículo en particular?

—Artículos de goma. Yo no había planificado precisamente esto, pero creo que estoy preparada.

—Me alegro —susurró Nicky—. Y, por cierto, tú no eres la única que cree estar preparada. El dependiente de la tienda debe de estar preguntándose por qué han vendido tantas cajas de tres preservativos.

—¿De tres? —preguntó Chloe, sin salir de su letargo—. Yo he comprado de doce.

En aquella ocasión, Nicky echó la cabeza, hacia atrás y soltó una carcajada.

—Gracias por tener tanta fe en mis capacidades.

Chloe se sonrojó violentamente, consciente de lo que acababa de insinuar sin pretenderlo.

—La verdad es que estaba muerta de vergüenza y agarré la primera caja que encontré. Tenía miedo de que pudiera entrar alguien del congreso —le explicó con una risa—. La caja está en mi habitación, pero llevo algún preservativo en el bolso —en cuanto lo dijo, se dio cuenta de que podía sonar como una invitación a hacer el amor en ese mismo instante.

¿Y no lo era en realidad?
Bajó la mirada y advirtió que el agua estaba mojando sus piernas desnudas y los vaqueros de Nicky. Se imaginó tumbándose con Nicky en la arena y haciendo el amor mientras las olas los bañaban. Sin ver otra cosa que el rostro de Nicky rodeado por las estrellas y los rayos de la luna. Saboreando la sal marina en su boca, en su piel. Oliendo el mar y la almizcleña fragancia del sexo.
Arrebatada con su fantasía, Chloe se inclinó contra él y comenzó a sacarle la camisa de los vaqueros, deseando sentir su piel desnuda.
Nicky la apartó y Chloe estuvo a punto de morderse el labio de frustración.

—Eh, cariño, tu bolso... ¿no es ese que se aleja flotando por allí?

Chloe miró hacia donde señalaba. Una mancha negra flotaba sobre las olas a varios metros de distancia.

—¡Oh, no!

Antes de que hubiera podido reaccionar, Nicky se metió en el agua y completamente vestido, se zambulló en una ola.
Al verlo agarrar el bolso de la cresta de una ola, Chloe rio encantada.

—Qué diablos —corrió tras él, intentando no pensar en el precio de su blusa roja, ni en cómo iba a encoger la minifalda cuando se mojara.

Rápidamente, se hundió en el agua. Se incorporó con una sonrisa en el rostro y vio a Nicky caminando hacia ella.

—No tenías que haberte metido. Ya lo tengo —le dijo Nicky, mientras le tendía el bolso.

—¡Mi héroe! —ignorando el bolso, le rodeó el cuello con los brazos y lo atrajo hacia ella para compartir con él otro de aquellos tórridos besos.

Sus sonrisas se desvanecieron y Chloe se perdió de nuevo en aquel mar de sensaciones.
Cuando una ola los bañó, Nicky la levantó en brazos, le colocó las piernas alrededor de su cintura y allí la sostuvo.
Deslizó una mano por su pantorrilla y susurró:

—Tienes la piel suave, gracias a Dios.

—A las cuchillas. Soy demasiado cobarde para usar cera.

—Es perfecto —continuó acariciándola, como si estuviera hechizado por la textura de su piel.

Chloe se echó hacia atrás, confiando en la fuerza de su amante. Los ojos de Nicky resplandecían bajo la luz de la luna mientras la veía alzar los brazos para desabrocharse la blusa.

—El rojo es mi color favorito —susurró Nicky con voz ronca mientras Chloe se abría la blusa por completo.

Chloe buscó el broche delantero del sujetador, pero antes de que hubiera podido alcanzarlo,
fue Nicky el que se lo desabrochó. Con los labios.

Chloe gimió cuando Nicky hundió su rostro en las curvas de sus senos y gritó cuando por fin tomó uno de los sensibilizados pezones entre sus labios. Se retorcía contra él, restregándose contra los vaqueros que cubrían su erección.
Solo la tela de los vaqueros y sus bragas separaban las partes más necesitadas de su cuerpo. Y la fricción era tan placentera que Chloe apenas podía soportarlo.

—¿Aquí? ¿Ahora? —le preguntó, con la voz ronca por el deseo.

—Sí, sí —Chloe abrió los ojos.

Fijó la mirada en el cielo plagado de estrellas. Y miró después el pelo rubio de Nicky enredado entre sus dedos. Su boca continuaba volviéndola loca, haciéndole cosas maravillosas en los senos y pensó que si se movía contra él una vez más, iba a alcanzar
el orgasmo.
Se movió. Y lo alcanzó.
Nicky oyó sus gritos y buscó su boca, para atrapar sus suspiros con los labios.

—Eres maravillosa —susurró mientras la besaba.

—Nunca había sentido nada parecido —confesó Chloe, consciente de que quizá fuera admitir demasiado—. Te deseo tanto que tengo la sensación de que voy a explotar.

—Entonces ya somos dos. ¿Quieres que...?

Chloe sabía perfectamente a qué se refería. Apartó sus temblorosas piernas de sus caderas y bajó hasta quedar frente a él en el agua. Llevaba el bolso colgando de la muñeca. Lo abrió para sacar un preservativo y se mordió el labio.

—¿Crees que funcionan cuando están mojados?

Comprendió lo tonta que había sido su pregunta cuando oyó la carcajada de Nicky. Este deslizó la maño bajo la falda y hundió los dedos por el borde de las braguitas. Con tiernas caricias, descubrió lo húmeda que estaba Chloe.

—Eso espero —contestó, con la voz cargada de deseo.

Recurriendo a la escasa experiencia que tenía en desnudar cuerpos masculinos, al margen de los maniquíes, claro, Chloe le quitó la camisa y la tiró a la playa, junto a su bolso. Después le desabrochó los vaqueros, mordiéndose el labio de anticipación cuando sintió en el dorso de la mano la fuerza de su erección.
Nicky no llevaba nada debajo de los pantalones. Cuando sintió su ardiente y palpitante rigidez contra su mano,
Chloe comenzó a temblar. Se olvidó completamente de que necesitaba respirar para continuar viviendo. Lo único que sabía era que Nicky la iba a llenar tan completamente que recordaría aquel momento mientras viviera. Y apenas podía esperar a que llegara.
Cuando acarició con la mano su erección, Nicky gimió.

—Tengo que... Déjame... —la apartó suavemente, rasgó el paquete del preservativo y lo sacó con los dientes.

Deslizó la blusa de Chloe por los hombros, le quitó el sujetador y lanzó ambas prendas a la arena, junto con el resto de su ropa. Después buscó sus senos y succionó los anhelantes y tiernos pezones.

—Estás...

—Sí —respondió ella, hundiendo las manos en su pelo y urgiéndolo a buscar sus labios.

Nicky la estrechó contra él y la penetró con una rápida y profunda acometida.
Chloe no pudo hacer nada salvo echar la cabeza hacia atrás y aullar a la luna.
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Mensaje por nina093 Mar 13 Ene 2015, 6:35 pm

SIETE

Aunque Nicky no lo había planeado, pasaron la noche en la habitación de ella. En realidad, a él le habría gustado cambiarse de ropa después de su encuentro en el mar, pero cuando Claudia lo había invitado a quedarse con ella, ni siquiera había vacilado.
Y había sido una suerte que hubiera comprado la caja más grande de preservativos.
Después de hacer el amor en el agua, se habían puesto la mayor parte de la ropa y habían entrado al hotel.
Había sido fácil evitar los encuentros en el vestíbulo porque a esas horas nadie utilizaba la entrada de la piscina. Sin embargo, en el ascensor coincidieron con una pareja de mediana edad que los miró como si acabaran de escaparse del manicomio. Afortunadamente, la pareja abandonó el ascensor en el segundo piso. Y para cuando iban por el cuarto, Nicky estaba otra vez dentro de ella.

—¿Crees que habrá cámaras o cosas de esas? —le había preguntado Chloe mientras le bajaba la cremallera del pantalón—. Creo que necesito que me muestres un pequeño ejemplo de lo que me espera en mi habitación.

En aquel momento, sintiendo los dedos de aquella mujer rozando su sexo, lo último que le había importado a Nicky era que pudiera haber cámaras. Había respondido a su demanda levantándole la falda y hundiéndose en ella.
Parecía imposible que, sesenta segundos después, cuando habían llegado al decimoséptimo piso, ambos estuvieran completamente vestidos y fingiendo absoluta normalidad. Solo un ejemplo... y Nicky se hubiera vuelto loco si no hubieran llegado pronto a su habitación para poder culminar todo el tratamiento.
Estaba loco por aquella mujer. No tenía la menor idea de a dónde podría llevarlo aquella locura, pero estaba decidido a llegar hasta el final. El momento no era oportuno, el lugar era incluso peor. Pero ardía por ella.
Y una noche en su cama no había sofocado el fuego. Al contrario, lo había avivado. Porque en aquel momento, a la luz de la mañana, lo único que le apetecía era volver a hacer el amor con ella. Verla despertarse. Averiguar si podía provocarle tres orgasmos seguidos otra vez, como lo había hecho horas antes.

—Tengo que irme —susurró con pesar cuando Chloe se acurrucó contra él.

—¿Tan pronto? —musitó ella contra su cuello—. ¿Estás seguro de que no quieres quedarte a desayunar?

—Deja de tentarme —le ordenó él riendo—. Tengo una reunión dentro de una hora. Además, no querrás que nadie me vea saliendo de tu habitación, ¿verdad?

Desde luego, él no quería. Lo último que necesitaba era que Ripley, el director del hotel, se enterara de que había pasado la noche con una de sus clientes.

—Supongo que no —admitió ella—. Pero entonces, ¿qué va a pasar ahora?

—Yo iré a mis reuniones y tú harás lo que tengas que hacer durante el día. Y podemos vernos aquí o en mi habitación esta noche.

—¿Quieres verme esta noche? ¿Entonces esto no ha sido una aventura de una sola noche?

Nicky no podía creer que lo dudara. Lo que había pasado entre ellos era algo que no se resolvía en una sola noche.

—Por supuesto que no, al menos para mí. ¿Y para ti?

—Sinceramente, no lo .sé —admitió Chloe—. Hay tantos obstáculos.

—¿Qué obstáculos? No estamos casados, ni comprometidos. Somos adultos, solteros, sanos. No veo ningún tipo de obstáculo.

—Lo haces parecer muy fácil —la indecisión brillaba en sus ojos.

—Es fácil —se acercó para acariciarle los labios—. Escucha, después de todo lo que hablamos anoche, creo que sé lo que te preocupa.

—Yo pensaba que tú tendrías las mismas preocupaciones.

—No, claro que no. Tú no eres tu madre y yo no soy uno de sus novios. No voy a cambiar de opinión ni a perder el interés de un día para otro —le acarició lentamente las caderas y deslizó la mano hasta su cintura.

Chloe cerró los ojos instintivamente ante aquel contacto. Al ver sus labios entreabiertos y advertir la profundidad de su respiración, Nicky se obligó a detenerse. No renunciaba a seducirla, pero solo como último recurso.
Chloe abrió los ojos como platos cuando Nicky se apartó. Se sentó en la cama, cubriéndose con la sábana.

—Anoche, entre nosotros hubo demasiadas cosas como para terminar aquí.

Chloe elevó los ojos al cielo.

—Sí. Estuvo el episodio de la playa. El del ascensor, el de la ducha... —al advertir la expresión nostálgica de Nicky, dejó caer la sábana, dejando que asomara uno de sus senos desnudos—. Y también el del balcón, escondidos detrás del toldo.

Consiguió la reacción que obviamente buscaba. La respuesta de Nicky fue tan predecible como la de cualquiera de los perros de Pavlov.

—No recuerdo que saliéramos al balcón.

—¿Y no puedes imaginártelo? —ronroneó, mientras dejaba caer completamente la sábana.

A Nicky le dio un vuelco el corazón. Las manos le cosquilleaban al recordarse acariciando aquellos senos llenos. Y la boca se le secaba cuando evocaba cómo se endurecían sus pezones cuando los acariciaba con la lengua.
Oh, sí, tenía la sensación de que iba a imaginar mucho más que un interludio en el balcón durante las veinticuatro horas que faltaban para que volvieran a verse.
Lo cual, asumía, era precisamente lo que ella pretendía.

—¿Debo asumir que no quieres que esta noche sea la última?

—Por supuesto que no. Riendo ante su entusiasmo, TNicky se inclinó hacia delante y le dio un beso en los labios.

—De acuerdo, entonces volveré a verte esta noche. Y, hasta entonces, si nos cruzamos a lo largo del día...

Chloe se arrodilló en la cama y le rodeó el cuello con los brazos para darle un beso.

—Sonreiremos —susurró contra sus labios—, seremos educados —acercó la boca al lóbulo de su oreja—, y completamente profesionales — concluyó, deslizando las manos por su pecho.

Nicky le dirigió una sonrisa perversa, decidiendo castigarla por estar torturándolo deliberadamente cuando sabía que tenía que irse.

—Exacto. Y que nadie sospeche que solo hace unas horas tenía mi boca sobre...

—¡Eh! —Chloe le tapó los labios.

—¿Te estás quejando?

—No, nada de quejas —se estiró en la cama, invitándolo silenciosamente a volver a su lado y a seguir adorándola con sus labios y su lengua.

Nicky intentó no prestarle atención y, empleando toda su fuerza de voluntad, consiguió apartarse de la cama. Se acercó al baño, para ponerse sus todavía empapados pantalones. Cuando llegó a la puerta y levantó la mano para posarla en el picaporte, Chloe carraspeó tras él. Al mirarla, Nicky descubrió su expresión vengativa.

—Hoy, cuando estemos fingiendo que no conoces el sabor de cada uno de los milímetros de mi cuerpo —le advirtió, con la voz convertida en un tórrido susurro—, acuérdate de que mañana por la mañana yo tendré que fingir lo mismo sobre ti.

—Me rindo —Nicky dio media vuelta y se metió con ella en la cama.
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Mensaje por nina093 Miér 14 Ene 2015, 12:24 pm

OCHO


Después de las reuniones de la mañana, el contratista se marchó, dejando a Nicky a solas con Ripley, el director del hotel.

—¿Ayer estabas con una de nuestras clientes, una joven rubia, en el vestíbulo del hotel?

La pregunta era un tanto impertinente, pero no del todo inesperada.

—¿Con una rubia? No, definitivamente, no estuve con una rubia ayer por la noche.

—Sería una coincidencia, supongo. Me pareció que eras tú a lo lejos, aunque ibas vestido de forma muy diferente. En fin, ¿estás preparado para hablar de los progresos del proyecto con el representante del consejo de administración?

—Perfectamente preparado. Estaré allí a las dos —sin decir una sola palabra más, se separó de el, decidiendo ir a su habitación antes de comer.

Necesitaba hacer algo para tranquilizar sus hormonas.

Resistiendo la necesidad de ir a ver si estaba en su habitación, pulsó el botón de su piso y se apoyó contra la pared del ascensor. No pudo reprimir un suspiro al recordar que había estado en ese mismo lugar doce horas antes con Claudia envolviéndolo con sus piernas mientras él le daba un ejemplo de lo que los esperaba.

—Y estoy preparado para mucho —musitó en voz alta.

Había otras personas en el ascensor, pero no le hicieron caso. Probablemente pensaban que estaba hablando solo.

—Estoy segura, cariño —le susurró una voz femenina-—. Y quiero que sepas que yo también lo estoy.

Nicky alzó la mirada, esperando ver a la morena de ojos azules con la que había pasado la noche, pero se descubrió frente a una rubia despampanante cuyas curvas se derramaban obscenamente por el borde de un bikini minúsculo. Cuando Nicky la miró a los ojos, ella se humedeció los labios.
Nicky miró a su alrededor, preguntándose si realmente estaría hablando con él. De las otras tres personas que había en el ascensor, dos eran dos hombres trajeados absortos en su propia conversación y la tercera una anciana. Sí, Pamela Anderson estaba hablando con él. Veinticuatro horas antes le habría respondido. Pero no entonces. Se apoyó contra la pared del ascensor y desvió la mirada.
Ni siquiera se fijó en que alguien se movía a su lado. Por lo menos hasta que sintió una mano en el trasero.

—¡Eh!

La anciana agarró con fuerza su bastón y los dos hombres lo miraron con recelo. La rubia sonrió como un felino satisfecho.
Sorprendido por la extraña actitud de aquella mujer, Nicky le dirigió una mirada implacable y se cruzó de brazos. Ella hizo un puchero con los labios, obviamente rellenos de silicona. Cuando el ascensor llegó al decimosexto piso y las puertas del ascensor se abrieron, incluso los hombres de negocios se callaron para observarla. La rubia salió, apoyó la mano en la puerta para evitar que se cerrara y miró a Nicky por encima del hombro.

—¿Estás seguro de que no quieres quedarte aquí conmigo?

—Ni lo sueñes —musitó Nicky.

Los dos hombres lo miraron como si estuviera loco y la rubia lo fulminó con la mirada mientras se cerraban las puertas del ascensor.

Chloe encontró difícil mantener la calma y aparentar naturalidad cuando abandonó la habitación el sábado por la mañana y bajó a la sala de conferencias. ¿Cómo aparentar normalidad? ¿Cómo iba a caminar entre diseñadores, publicistas y detallistas sin que todo el mundo se diera cuenta de lo que había estado haciendo durante las últimas horas?
Disfrutar de una noche apasionada y salvaje con un hombre al que apenas conocía. ¿Apenas? Diablos, el Neil con el que había pasado la noche eran tan diferente al Neil que conocía del trabajo que le parecía un auténtico extraño. Un hombre delicioso y encantador que le había provocado más orgasmos en diez horas que los que había tenido en toda su vida.
¿Se podría morir de una sobredosis de orgasmos?
Consiguió pasar la mañana sin subirse a una mesa y ponerse a bailar para dar rienda suelta a su buen humor. De todas formas, se sentía como si estuviera bailando, sobre todo cuando pensaba en lo que la esperaba aquella noche.
Aunque aquella mañana había considerado muy seriamente poner un fin inmediato a su relación para proteger no solo su empleo, sino también su corazón, se alegraba de haber cambiado de opinión. Sí, se sentía muy vulnerable ante él. Sentía la emoción creciendo dentro de ella con la intensidad de una ola capaz de derribarla. Pero no podía detenerse. No podía decirle a Troy que no volvieran a verse. No podía prescindir de pasar otra noche en sus brazos, intercambiando besos y susurros, amor y risas.

—Solo una noche más —se dijo a sí misma—. Después volveré a la vida, a la realidad. Él volverá a ser un serio ejecutivo y yo una simple escaparatista.

Pensar en el día siguiente la entristecía terriblemente.

Chloe vio a Neil algunas veces durante el día, aunque nunca frente a frente. Cuando se vieron el uno al otro por primera vez, Neil inclinó la cabeza y le dirigió una evasiva sonrisa.

—Qué buen actor —susurró Chloe para sí cuando cruzaron las miradas durante el almuerzo.

Chloe, para azorarlo un poco, miró a su alrededor y cuando se aseguró de que nadie más la estaba mirando, le guiñó el ojo.

Neil frunció el ceño e inclinó la cabeza, aparentemente confundido.

—Realmente bueno —Chloe continuaba decidida a ponerlo nervioso. En aquella ocasión, apretó los labios y le tiró un beso.

La sorpresa de Neil le hizo sonreír. Había vuelto a ser el Neil frío y distante de siempre. Abrió los ojos como platos y miró de soslayo para comprobar si alguien la había visto. Chloe creyó verlo ruborizarse. Y estuvo a punto de morirse de risa. ¿Cómo era posible que un hombre que horas antes le había enseñado rincones de su cuerpo que ella ni siquiera sabía que existían fuera capaz de ruborizarse porque le enviaba un beso?
Le parecía una contradicción absolutamente maravillosa.
Durante el resto de la tarde, Chloe intentó, sin mucho éxito, apartar de su mente todos los recuerdos de la noche anterior y concentrarse en el trabajo. Todavía tenía muchas cosas en las que pensar. Quería ser una esponja, empaparse de todo lo que pudiera aprender sobre la industria de la moda.
Conoció a algunas personas interesantes, responsables de los departamentos de moda de diferentes almacenes, representantes de promoción de algunas cadenas nacionales y periodistas de los más importantes periódicos del sur de Dublín. Cuando le preguntaban a qué se dedicaba, Chloe observaba divertida la reacción de la gente ante su respuesta. Algunos se mostraban amistosos. Otros se encogían de hombros. Una mujer perfectamente maquillada que se había presentado como la directora de unos almacenes de élite, arrugó la nariz como si estuviera oliendo algo repugnante y se dio media vuelta sin decirle una sola palabra.
Pero no, Chloe no era la única persona sin poderes ejecutivos que había en el congreso. Y probablemente no era la única persona relacionada con el escaparatismo. Pero apostaba a que era la única que estaba estudiando por el día y dedicaba las noches a trabajar en los escaparates. Y tenía que agradecer a Neil que le hubiera permitido adentrarse en aquel ambiente.
Una persona más recelosa se habría preguntado por sus posibles motivos. Y la parte más susceptible de su carácter especulaba sobre la posibilidad de que la decisión de Neil de pagarle aquel viaje pudiera tener algo que ver con la forma en la que habían terminado las cosas entre ellos.
Pero no. Absolutamente no. Lo que había ocurrido la noche anterior había sido algo mágico y perfecto. Nada calculado.
Su madre habría dicho que los planetas y la luna se habían alineado bajo el signo de Venus o algo parecido. A Chloe no le importaba el porqué, dónde o cuándo había sucedido.
Lo único qué le importaba era el quién y el cómo. Cómo Neil había conseguido hacerle sonreír, o que la hubiera besado como si nunca hubiera saboreado nada más dulce que sus labios, o cómo brillaban sus ojos bajo la luz de la luna mientras hacían el amor en el agua. O cómo se había hundido en ella.
Chloe se estremeció. Tenía una noche más. Y tenía la certeza de que sería maravillosa.
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Mensaje por nina093 Miér 14 Ene 2015, 6:56 pm

NUEVE


El sábado por la noche, como no vio a Neil en el salón de baile en el que se celebraba el banquete, Chloe aprovechó para llamarlo. Desde uno de los teléfonos del vestíbulo, pidió que le pusieran con su habitación.
Desgraciadamente, contestó su buzón de voz.

—Hola, soy yo —le dijo Chloe—. Sería maravilloso que no hubieras bajado a cenar porque hubieras decidido disfrutar directamente del postre —riendo suavemente continuó—: Ahora en serio, si antes te he puesto en una situación embarazosa, lo siento. Pero te pones tan condenadamente guapo cuando estás tan formal y tan nervioso. Estoy deseando que llegue esta noche, seguimos quedando a las diez, ¿verdad? —y colgó.

Unos minutos después, cuando estaba en uno de los lavabos que estaban cerca del vestíbulo, sonó su móvil. Lo descolgó preocupada, temiendo que pudiera haber ocurrido algo.

—¿Diga?

—Hola, preciosa.

Neil. Algo se ablandó inmediatamente en su interior. Cubrió el teléfono con la mano para evitar que la oyeran y dijo:

—Llevo todo el día deseando oír tu voz.

—Yo también. Espero que no te importe que haya llamado. Esta mañana vi tu número escrito en la funda del móvil y lo apunté antes de irme.

—Me alegro de que lo hicieras. Yo hace un rato te he dejado un mensaje en tu habitación.

—¿De verdad? Pues llevo aquí cerca de una hora. A lo mejor estaba en la ducha —se interrumpió—. No, la luz del contestador no está parpadeando. Espero que no le hayas dejado un mensaje erótico a alguno de los huéspedes.

Chloe soltó una carcajada.

—No, no ha sido una llamada erótica, pero supongo que me he equivocado de habitación. ¡Espero que quien quiera que esté alojado en esa habitación no tenga una novia o una mujer celosa!

—Yo también. Si mañana nos enteramos de que han tirado el equipaje de un hombre por el balcón, ya sabremos por qué. Y ahora, acerca de esa llamada erótica...

Chloe alzó la mirada al advertir que entraba otra mujer en el lavabo.

—Eh... creo que este no es el momento más oportuno. Y, bueno, la verdad es que no tengo mucha experiencia en ese tipo de cosas.

—Siempre hay una primera vez para todo — intentó engatusarla Nicky.

Chloe cerró los ojos y visualizó su sonrisa.

—Hablaremos sobre eso esta noche.

—Estaré esperándote.

Para las nueve y media de la noche, Chloe estaba ya de vuelta en su habitación, revisando su maletín por décima vez.

—¿Un vestido? ¿Unos pantalones cortos? ¿En camisón? —dijo en voz alta, preguntándose cómo iba a recibirlo cuando llegara—. ¿Cómo habrá que vestirse para tener una aventura?

Recibirlo desnuda le parecía lo más apropiado. Sin embargo, era imposible asegurarse de que no hubiera nadie en el pasillo del hotel cuando le abriera la puerta.
Miró el reloj desesperada y, al final, imaginarse a uno de los representantes de Neiman Marcus cruzando el pasillo justo en el momento en el que ella abría la puerta, le hizo decantarse por ponerse algo de ropa para recibir a su amante.
Su amante. Aunque solo fuera durante una noche.

—Esto es solo una aventura —se dijo en voz alta—. Entre nosotros no puede haber nada permanente.

Sin embargo, a medida que iba conociendo a Neil, más difícil le resultaba creérselo. Porque el Neil con el que estaba pasando el fin de semana no solo era un hombre estable y atractivo, sino que, definitivamente, sabía reírse.
Chloe nunca había creído en el amor a primera vista. Sobre todo después de haber tenido el ejemplo de su madre, que tenía una fe ciega en él y se había embarcado en una interminable sucesión de parejas. En cada ocasión creía haber encontrado al nombre perfecto. Y siempre terminaba sola y sufriendo miserablemente. No, Chloe no se consideraba a sí misma una persona romántica o idealista. Ella siempre había sido realista.
No se había enamorado de Neil a primera vista. De hecho, ni siquiera le gustaba demasiado hasta la noche que lo había visto bajo la lluvia.
Era extraño que todo la llevara siempre a aquella noche. Había sido entonces cuando la indiferencia que sentía por Neil se había transformado en una gran atracción. Si no lo hubiera visto y se hubiera dado cuenta de que había mucho más en Neil Byrne de lo que hasta entonces había conocido, no se habría acostado con él aquel fin de semana.
Parecía imposible, pero de pronto se sentía como si todo girarse alrededor de él. Como si tuviera que grabar en su mente hasta el último detalle de sus encuentros porque temía que fuera eso lo único que le quedara de Neil durante el resto de su vida. «Es el sexo».

—No, no es sexo —se respondió enfadada en voz alta.

«Admítelo. Ese hombre ha conseguido sacudir todo tu mundo desde la cama».

Sí, había sacudido todo su mundo desde la cama. Y también en la playa, y en la ducha, y...

—De acuerdo —musitó—. En parte es el sexo.

Tenía que admitir la verdad. Sin embargo, Neil era capaz de volver su mundo del revés con solo una sonrisa.
O cada vez que soltaba una carcajada en respuesta a una de sus bromas. O cuando entrelazaba los dedos con los suyos mientras caminaban juntos.
Sabía que podía enamorarse de él.
¿Que podía? ¿Pero a quién pretendía engañar? En realidad ya estaba medio enamorada.
Sí, probablemente lo estuviera. Por imposible que pudiera parecerle solo veinticuatro horas atrás, había encontrado al hombre de su vida. Pero la pregunta continuaba sin respuesta: ¿estaba preparada para admitir que quería algo más que un fin de semana? . ¿Y lo estaría él?
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Mensaje por nina093 Jue 15 Ene 2015, 11:41 am

DIEZ

Nicky llamó a la puerta de su habitación pocos minutos antes de las diez, llevando un ramo
de flores y una botella de vino en una mano y una pizza en la otra. Ella abrió la puerta y lo recibió con su maravillosa sonrisa.

—No me lo imaginaba —dijo Nicky, olvidándose de todo lo que llevaba en las manos.

—¿No te imaginabas qué? —preguntó Chloe, tomando inmediatamente el ramo y la botella y dejando que fuera él el que se encargara de la pizza.

—Que tu sonrisa tuviera el mismo efecto en mí que un buen trago de whisky —admitió mientras la seguía al interior de la habitación.

—Pues no sé a ti, pero en las pocas ocasiones en las que he bebido whisky, siempre me he sentido como si estuviera a punto de vomitar.

Nicky dejó la pizza en una esquina de la mesa, la agarró por los hombros y la hizo volverse hacia él para dibujarle los labios con el dedo.

—Yo me acaloro y me siento cargado de electricidad. Es una sensación intensa y embriagadora.

—¿La del whisky?

—No, la que provoca tu sonrisa —susurró antes de darle un beso en sus labios entreabiertos.

De la garganta, de Chloe escapó un suspiro mientras se besaban. Un suspiro de absoluta satisfacción.
Deslizó los brazos alrededor de su cuello e inclinó la cabeza, invitándolo silenciosamente a saborear las profundidades de su boca. Sus lenguas se entrelazaron en una lenta danza de bienvenida. Nicky sintió los dedos de Chloe hundiéndose en su pelo, acariciando delicadamente sus sienes y descendiendo después hasta su barbilla. Sabía, antes de que lo hiciera, que iba a acariciarle el pendiente; algo que parecía fascinarla. Y lo hizo, tomando el
pequeño botón dorado con el pulgar y el índice y acompañando con sus dedos el movimiento de su lengua.
Cuando el beso terminó, Chloe retrocedió.

—Ahora soy yo la que se alegra de no habérselo imaginado.

—¿El qué?

—Tu forma de besar.

—¿Ah, si?

—Todos los hombres deberían besar como tú.

—Pues la verdad es que no estoy dispuesto a dar clases.

—Eso espero —replicó ella. Se sentó en el borde de la cama, se quitó las sandalias y subió las piernas, dejando que la tela del vestido amarillo que llevaba cayera sobre ellas—. Supongo que hace falta mucha experiencia para llegar a hacer algo tan bien.

Era tan transparente, pensó Nicky mientras se sentaba a su lado y le tomaba las manos.

—Ya te lo dije anoche, hace mucho que no tengo una relación seria con nadie. Chloe lo miró por el rabillo del ojo.

—Y tampoco relaciones informales.

—Me cuesta creerlo.

—He estado completamente entregado a mi trabajo. Aparte de que tuve algunos problemas personales que me impiden confiar en la gente como confiaba antes.

—Pero estás aquí conmigo —señaló Chloe.

—Confío en ti.

Y era cierto. No debería hacerlo porque apenas la conocía. Pero por alguna razón inexplicable, se sentía seguro de su carácter. Una mujer que físicamente era tan receptiva y entregada no podía ser cruel o hipócrita.

—Me alegro. Porque yo también confío en ti.

—Pero, con el pasado de tu familia, a ti tampoco te resulta fácil confiar, ¿verdad?

—La verdad es que no. Aunque, para serte sincera, los problemas de mi madre no siempre proceden de hombres en los que no se puede confiar. Mi madre parece enamorarse siempre de hombres que le tienen fobia a comprometerse, hombres irresponsables y perezosos—Nicky rio ante su gesto de resignación—. Pero la verdad es que ella tampoco es especialmente responsable. Es una mujer muy creativa, pero se distrae fácilmente. Está acostumbrada a saltar continuamente de una cosa a otra, un día se le ocurre una idea maravillosa y al día siguiente decide abandonarla por cualquier otra cosa que intuye mucho mejor. Cuando lo único que mi hermana y yo queríamos era que encontrara un trabajo
estable de secretaria o algo así para que Morgan y yo pudiéramos ir al dentista de vez en cuando.

Aunque sospechaba que pretendía que fuera una broma, a Nicky no le pasó desapercibido el dolor que teñía su voz.

—Querías estabilidad.

—Desde luego. Estabilidad y normalidad. Todavía quiero ambas cosas. Quiero seguridad en un noventa y cinco por ciento y no tener que correr ningún riesgo.

Aquello molestó a Nicky. Porque él no podía ofrecerle a nadie seguridad al noventa y cinco por ciento.

—¿Y no crees que has corrido un gran riesgo este fin de semana?

—Quizá. O quizá haya sido capaz de reconocer a un gran tipo nada más verlo. En mi vida no ha habido muchos hombres que se hayan presentado en mi casa con flores y comida. Gracias por las dos cosas. ¿Tienes hambre? Yo creía que no, pero la pizza huele maravillosamente.

Se levantó y se alisó el vestido, ofreciéndole la posibilidad de apreciar la larga y bronceada línea de su espalda.

Nicky posó las manos en su cintura y tiró de ella, colocándola entre sus piernas entreabiertas y la cama.

—Estoy muerto de hambre —dijo mientras posaba sus labios entreabiertos sobre uno de los lunares de su espalda.

Chloe irguió la cabeza, pero no se volvió. Nicky encontró una cremallera diminuta, la agarró y la deslizó lentamente hacia abajo, teniendo mucho cuidado de no tocar la piel desnuda que se ocultaba debajo. Mientras la tela se abría, acarició con la lengua la piel desnuda expuesta, hasta terminar arrodillado en el suelo.

—¿Estás segura de que tienes hambre de pizza? —le susurró con la voz cargada de deseo. Acababa de ver el tanga amarillo que Chloe llevaba debajo del vestido.

—De todas formas, la pizza está mucho mejor fría —farfulló Chloe, estremeciéndose bajo sus manos.

Nicky observaba cómo se iba erizando el vello de aquellos lugares que acariciaba con su aliento. Cuando tomó la banda elástica del tanga con los dientes, Chloe se tambaleó como si estuviera a punto de caerse y Nicky la agarró por la cintura para ayudarla a recuperar el equilibrio.

—Sigue confiando en mí —le susurró.

Sin dejar de besarle las caderas, deslizó las manos por debajo del vestido. Chloe tensó los fuertes músculos de sus piernas y Nicky posó las manos sobre sus pantorrillas y la instó delicadamente a separar las piernas.

Entonces se abrió camino entre sus muslos, acercándose poco a poco hasta el vértice de sus piernas. Continuó después hacia delante, aproximándose todavía más al lugar en el que Chloe deseaba sus caricias. Cuando por fin alcanzó el húmedo triángulo de seda que cubría su pubis, Chloe soltó un gemido lento y profundo que pronto se transformó en un jadeo,

—¿Qué estás...? ¡Oh! —suspiró al notar los dedos de Nicky sobre el punto más sensible de su sexo—. Por favor...

Nicky sabía lo que le estaba pidiendo. Lo que estaba a punto de suplicarle. Y para él, dárselo representaría tanto placer como para ella recibirlo. Así que deslizó los dedos bajo la seda, tomó sus rizos y descubrió el centro palpitante del placer. Chloe volvió a gemir, en aquella ocasión con más intensidad. Recordando cómo había jugueteado ella con su
pendiente, Nicky atrapó el minúsculo botón y lo acarició lentamente, hasta hacerla temblar.

—Date la vuelta —le pidió entonces, sabiéndola cerca del límite.

Quería verla cuando llegara al orgasmo, quería saborear hasta su último placer con la lengua.
Chloe comenzó a volverse lentamente y el vestido cayó al suelo. Permanecía con los ojos cerrados, con el cuerpo listo y suplicante. Nicky tomó el elástico del tanga, lo bajó y dejó que cayera hasta sus pies. Después estrechó a Chloe contra él, consciente de que el calor de su respiración sobre los muslos la estaba volviendo loca.

—Agárrate a mis hombros y sujétate fuerte si tienes la sensación de que vas a caerte. Porque estoy tan hambriento que voy a tardar mucho en saciarme.

Una picara sonrisa de anticipación cruzó los labios de Chloe. Nicky estaba tan cerca de ella que la esencia de Chloe lo llenaba como un incienso embriagador.
Y justo una milésima de segundo antes de que pudiera deleitarse en aquella dulzura, oyó un desagradable pitido.
Era su teléfono móvil.
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Mensaje por nina093 Jue 15 Ene 2015, 5:57 pm

ONCE


—Contesta y eres hombre muerto.

Niky podría haberse reído de su vehemencia si él mismo no hubiera estado deseando abofetearse por haberse olvidado del teléfono. Se llevó la mano al cinturón, de donde lo llevaba colgado, para desconectarlo. Pero antes de poder hacerlo comenzó a sonar un pitido procedente de su bolsillo.

—El busca.

—Al parecer hay alguien que está deseando matarme.

—No hay muchas personas que tengan estos dos números —consultó el número de la persona que lo llamaba—. Es de casa de mi abuela.

—A lo mejor también era ella la que te llamaba por teléfono —ambos miraron horrorizados el móvil—. Será mejor que contestes —le aconsejó Chloe, mientras se vestía a toda velocidad, como si fuera una adolescente a la que acabaran de descubrir con un chico en el coche de sus padres.

—Sí, tienes razón. Pero como esto no sea una emergencia, este teléfono dejará de funcionar inmediatamente.

Desgraciadamente, se trataba de una emergencia. Tras tres minutos de conversación con su abuela, Nicky colgó y se volvió hacia la mujer con la que había estado "a punto de hacer el amor.

—¿Va todo bien? —le preguntó Chloe.

—Acaban de ingresar a mi padre en un hospital. Ha sufrido un ataque al corazón. No es nada importante, está consciente y es capaz de hablar, pero mi madre está muy afectada.

—¡Cómo no va a estarlo! ¿Vas a ir a verlo?

—Sí. Mi abuela tiene ya los billetes de avión. Será mejor que vaya inmediatamente al aeropuerto.

—¿Puedo hacer algo por ti? ¿Necesitas que llame a alguien?

—No, pero gracias por preguntarlo. No sabes cuánto siento todo esto. Definitivamente, tenía otros planes para esta noche.

—No te preocupes, de verdad. Espero que tu padre se ponga bien.

—Estoy seguro de que se repondrá —le acarició el hombro y se entretuvo en colocarle el tirante del vestido—. La verdad es que no ha podido elegir un momento peor.

—Dímelo a mí. Creo que en cuanto te vayas voy a darme una ducha fría.

Nicky le acarició suavemente la mejilla.

—¿Y por qué no te das un baño de burbujas? Puedes relajarte y pensar en mí mientras te enjabonas... concienzudamente.

Chloe se sonrojó violentamente.

—Yo... eh, yo no... Eso es...

Nicky rio suavemente. Le gustaba su confusión, su inocente pudor.

—Prométeme que lo harás. Te meterás en la bañera y acariciarás todos esos rincones que estoy deseando acariciar. Date tanto placer como el que yo pensaba darte esta noche. Así tendré algo interesante en lo que pensar durante el viaje... Y así tendremos algo interesante de lo que hablar la próxima vez que hablemos por teléfono.

Chloe continuaba intensamente sonrojada. Sus senos ascendían y descendían al agitado ritmo de su respiración. Y antes de que Nicky pudiera disculparse por haberla puesto en aquel estado, alargó los brazos, hundió los dedos en su pelo y le dio un lento y prolongado beso.

A Nicky lo conmovió tanta ternura. Su dulzura lo cautivaba. Y cuando se separó de él, permitiéndole mirarla a los ojos, lo conmovieron sus lágrimas.

—Ahora ya tienes algo en lo que pensar.

—Te voy a echar de menos. ¿Vas a quedarte aquí hasta mañana?

—Sí, ¿puedes llamarme esta noche para contarme cómo está tu padre?

Nicky asintió y se dirigió hacia la puerta. Cuando la alcanzó, se volvió para volver a besarla. En aquella ocasión, Chloe ya no pudo contener las lágrimas.

—Esto no es un adiós, Claudia. Estoy seguro de que nos veremos pronto.

Ella lo miró con expresión escéptica. Nicky quería darle más confianza, pero no tenía tiempo. Y no podía decirle todo lo que sentía, lo mucho que le gustaba, lo mucho que la deseaba y lo seguro que estaba de que lo que estaba sucediendo entre ellos era algo único.
Así que se limitó a llevarse los dedos a la oreja y a quitarse el pendiente. Se acercó a Chloe, le quitó el aro que ella llevaba y le puso su propio pendiente. Comprendiendo lo que pretendía, Chloe tomó el pendiente que Nicky acababa de quitarle y lo deslizó en el lóbulo de su oreja.

—Será un recuerdo constante —le dijo Nicky suavemente, alegrándose de que las lágrimas hubieran desaparecido de sus ojos—. Pronto volveremos a cambiarlo.

—Cuento con ello.

Nicky le dio un último beso en la punta de la nariz, abandonó la habitación y se dirigió a la suya, prometiéndose volver a verla muy pronto.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, curvó los labios en una pesarosa sonrisa.

—No creo que este ascensor tenga espejo. Y aunque lo tuviera, estoy condenadamente seguro de que no llevo un traje como ese. Así que tú no puedes ser mi reflejo.

—No, entre otras cosas porque yo no me pondría unos vaqueros tan viejos ni loco.

Nicky se limitó a sacudir la cabeza y a fijar la mirada en el que era al mismo tiempo su hermano y su mejor amigo, Neil.

—Vaya —comentó Neil—. Si no fuera un tópico, diría que qué pequeño es el mundo.

—¿Qué haces por aquí, Neil? ¿Te has enterado de lo de papá?

La sonrisa de Neil se desvaneció.

—Sí, me ha llamado la abuela. Me he puesto en contacto con el hospital inmediatamente y me han dicho que está evolucionando muy bien. Incluso están empezando a dudar de que haya sido un ataque al corazón, pero le están haciendo pruebas.

Nicky suspiró aliviado, alegrándose de que su hermano hubiera llamado al hospital

—¿Entonces vas hacia el aeropuerto? —le preguntó Neil.

—Sí. Antes tengo que ir a recoger el equipaje a mi habitación. ¿Necesitas que te lleve?

—No, iré en mi coche. Además, ni se me ocurriría montar en ese monstruo de camioneta que llevas —bromeó—. Yo también iba a mi habitación para hacer el equipaje.

—¿No estabas en tu habitación cuando te ha llamado la abuela? —quiso saber Nicky, preguntándose si Neil habría estado tan agradablemente ocupado como él.

La única respuesta de Neil fue un suspiro nostálgico. Nicky se echó a reír, acostumbrado a la agitada vida sentimental de su hermano. Ambos tenían su propia forma de escapar a los rígidos confínes de la familia: Nicky mediante el trabajo y Neil a través de las mujeres.

—¿Y tú que estás haciendo por aquí? —ríe preguntó por fin Neil—. No sabía que asistieras a este tipo de congresos.

—Ya sabes que mi empresa es la encargada del proyecto del jardín.

—Ah, es cierto. ¿Y qué tal van las cosas? Sé que este trabajo es muy importante para ti.

—Estupendamente. Creo que justo antes de mi cumpleaños voy a tener un gran éxito.

—Así que la abuela va a tener que cancelar la fiesta de bienvenida al negocio familiar, ¿no?

Las puertas del ascensor volvieron a abrirse. Ambos miraron hacia fuera y Nicky distinguió la espalda de la rubia platino que lo había asaltado en el ascensor.

—Cierra la puerta, rápido —Neil parecía casi aterrado, un sentimiento muy poco frecuente en él.

Nicky ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar antes de que Neil alargara el brazo para presionar el botón de cierre, se escondiera en un rincón y se llevara un dedo a los labios pidiéndole silencio.

—¿Por qué tengo la sensación de que tenemos doce años y estamos jugando a espías? —le preguntó Nicky.

—¿Quieres hacer el favor de callarte? —lo increpó su hermano en un susurro.

—¿Ni siquiera vamos a pelearnos para decidir quién va a hacer de MacGyver?

Neil lo fulminó con la mirada y presionó con más fuerza el botón. Nicky observó a la rubia, que justo cuando empezaban a cerrarse las puertas, se volvió y se quedó estupefacta al ver a Nicky en su interior.
Nicky se despidió de ella moviendo la mano mientras oía el suspiro de alivio de Neil.

—¿Quieres explicármelo?

—Me persigue —replicó Neil, sacudiendo la cabeza—. Es una psicópata como la de Atracción Fatal.

—¿la conoces?

—Bueno, digamos que «conocer» no es exactamente la palabra que yo utilizaría.

—Oh, entonces claro que la conoces. ¿Y no le bastó con saber que había sido una noche maravillosa y con el vale que le diste para que pudiera comprarse un buen regalo por haberse portado tan bien?

—Digamos que me pareció normal cuando la conocí.

—¿Y cuándo fue eso?

—Ayer por la noche. Y hoy ha empezado a llamarme a mi habitación acusándome de haberla rechazado, ¡cosa que es absolutamente falsa!

—De momento.

—De momento, sí —admitió su hermano—. Y esta tarde he recibido otro mensaje suyo, diciéndome que se suponía que debíamos vernos a las diez, algo que tampoco era cierto.

—Porque...

Neil se encogió de hombros.

—Porque precisamente, a las diez, había quedado con otra persona.

Nicky elevó los ojos al cielo. Y entonces se acordó de su encuentro con la rubia en el ascensor.

—Eh, siento decirte que en realidad he sido yo el que lo ha hecho.

—¿El que ha hecho qué?

—Rechazar a esa rubia —alzó las manos disculpándose cuando su hermano lo miró con el ceño fruncido—. Lo siento, no tenía la menor idea de que estabas aquí. Y cuando se me ha insinuado, básicamente le he dicho que se perdiera.

—Y ella ha pensado que eras yo.

—Probablemente.

—¿Y de verdad no estabas interesado en ella? —preguntó Neil con incredulidad.

—No, gracias a Dios.

—¿De verdad eres mi hermano? ¿El mismo tipo que en la universidad les daba mi teléfono a todas las mujeres a las que él rompía el corazón?

—Eso fue hace mucho tiempo, hermano. He madurado desde entonces.

—Si madurar significa hacerse célibe, creo que yo seré siempre joven.

—Nadie está hablando de celibato —repuso Nicky, consciente de que su sonrisa iba a volver loco de curiosidad a su hermano.

Pero no pensaba decirle una maldita palabra.
Lo que había sucedido aquel fin de semana era algo íntimo y personal. Demasiado nuevo para compartirlo con nadie. O para degradarlo con una conversación sobre mujeres con su hermano.
Se llevó la mano a la oreja, acarició el arete que llevaba en ella y sonrió.
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Mensaje por nina093 Sáb 17 Ene 2015, 6:23 pm

DOCE


—Vamos, habíame del congreso, ¿has conocido a gente interesante? ¿Te has divertido?

Chloe reconoció la voz de Jess detrás de ella, mientras estaba trabajando en el taller el lunes por la tarde. Había ido al trabajo casi a su pesar, porque sabía que Jess iba a acribillarla a preguntas y que no podría ver a Neil. Este le había dejado un mensaje en el buzón de voz diciéndole que su padre estaba bien, pero que se iba a quedar un par de
días en Kerry para ayudar a su madre.
No llevaba ni diez minutos trabajando cuando su amiga había aparecido en el taller. Y no podía decir que la sorprendiera.
Tragó saliva y se volvió para enfrentarse a la astuta mirada de su amiga.

—Ha sido estupendo —contestó, orgullosa de su tono frío y tranquilo. Se volvió hacia Jess, intentando reprimir una sonrisa de satisfacción.

Jess se acercó a ella y se cruzó de brazos.

—¿Qué es lo que no me estás contando?

—Nada. Nada en absoluto. He conocido a gente magnífica. Y estoy absolutamente impresionada por lo que están preparando los representantes de ventas de Macy's para reorientar sus campañas navideñas.

—Macy's.

—Sí. Y el hotel era estupendo. El lugar más bonito que he visto en mi vida. ¡Y hasta te dejaban pastillas de menta debajo de la almohada!

—¿De las dos almohadas?

Chloe arqueó una ceja.

—¿De la tuya y de la suya? Ya sabes, me refiero a ese tipo con el que te has acostado —Jess advirtió el desconcierto de Chloe y soltó una carcajada—. La próxima vez que esté planeando una fiesta sorpresa, recuérdame que no te diga nada. Eres incapaz de guardar un secreto.

—¡Yo no he dicho una sola palabra!

—Y no hace falta que lo hagas. Lo llevas escrito en la cara.

—Eso son imaginaciones tuyas.

—Ya me lo contarás antes o después. Pero por lo menos dame una pista.... ¿es alguien a quién yo conozco?

Por supuesto, Chloe se negó a contestar.

—Hum. ¿Cuánta gente fue de la galería? No te imagino llegando tan lejos con un desconocido. Y no puede ser Neil porque tengo entendido que él también estuvo bastante ocupado, y después tuvo que marcharse.

—¿Ah sí? —preguntó Chloe, fingiendo interés.

—Sí, al parecer ha surgido algún problema en su familia. Está fuera de la ciudad y no volverá
hasta dentro de unos días —contestó Jess, olvidando por un instante el interrogatorio.

—Vaya, es una pena —respondió Chloe, haciéndose la tonta.

—Sí, sobre todo para Leila. Tengo entendido que estaba tan enfadada que abandonó el congreso antes de que acabara.

— ¿Leila, la de publicidad? ¿Y qué tiene que ver ella con todo esto?

—Bueno, a parecer, Neil y ella han estado muy unidos durante este fin de semana. No sé si sabes a qué me refiero.

¿Unidos? ¿Unidos hasta qué punto?

—Creo que no te entiendo —musitó Chloe.

—Ya sabes... Una de las chicas de contabilidad me contó que había oído a Leila diciéndole a alguien que el sábado por la noche estuvieron juntos.

—Juntos? —repitió Chloe—. ¿Qué quieres decir?

—Por Dios, Chloe —respondió Jess con impaciencia—, te estoy diciendo que pasaron una noche salvaje.

¿Una noche salvaje? ¿Cómo demonios un solo hombre iba a tener un apetito sexual tan voraz?

—Te equivocas.

Jess se tensó, obviamente ofendida.

—Mi fuente de información es completamente fidedigna. Dice que Leila estaba en la cama con él cuando llamó su familia —como advirtió que Chloe continuaba negándose a creerlo, insistió—: ¡Por el amor de Dios! Dijo que le habría gustado que el teléfono hubiera estado desconectado hasta la traca final.

—Así que estaban haciéndolo cuando recibió la llamada, ¿eh?

Jess soltó una risita.

—¿Y no era Leila la que decía que Brad Pitt le había pedido salir?

— ¿Crees que Leila miente? —preguntó Jess desilusionada.

—Definitivamente, creo que Leila es una mentirosa.

Y no solo lo creía, sino que lo sabía.
Para las once, Chloe ya había terminado de cambiar los expositores del departamento de niños y se disponía a abandonar los almacenes. Sola en el taller, agarró el bolso, se lo colgó al hombro y estaba a punto de marcharse cuando sonó el teléfono. Mientras contestaba, contuvo la respiración, esperando que fuera Neil.
Y era precisamente él.

—Hola, soy yo. Espero que no sea demasiado tarde para llamar.

—No, claro que no —contestó, dejando caer el bolso al suelo—. Se sentó en la esquina de un sofá y tiró la pierna de un maniquí al suelo—. ¿Cómo estás? ¿Cómo está tu padre?

—Saldrá del hospital dentro de un par de días. Al final no fue un infarto, solo una advertencia. Ahora está protestando porque los médicos le han dicho a mi madre que no le permita volver a comer carne roja.

—Me alegro de que todo haya salido bien.

Ambos se quedaron en silencio, expectantes.

—¿Estuviste...? —comenzó a preguntar Neil.

—¿Estás...?

Nicky se echó a reír.

—Tú primero.

—Me preguntaba cuándo piensas volver.

—¿Necesitas que te devuelva el pendiente?

—Algo así —se llevó la mano a la oreja y acarició el botón dorado—. ¿Todavía lo llevas puesto?

—Lo prometí. No me lo volveré a quitar hasta que no esté contigo.

Emocionada por la firmeza de su voz, Chloe se acurrucó en el sofá.

—¿Y ahora, qué ibas a preguntarme?

—¿Quieres que te diga la verdad?

A Chloe le latía el corazón a tanta velocidad que tuvo que sentarse.

—Iba a preguntarte si el sábado por la noche te diste un baño.

Chloe volvió a acurrucarse en el sofá.

—Sí.

—¿Y?

—¿Y qué?

—Habíame de ello.

Chloe se aclaró la garganta.

—Te estás sonrojando, seguro —bromeó Nicky.

—No creo que eso puedas oírlo.

—¿De verdad no te estás sonrojando, no sientes calor y debilidad en las piernas?

—Bueno, a lo mejor tienes razón —admitió.

—Habíame de ese baño —le pidió de nuevo.

Chloe se mordió el labio un instante, sin estar muy segura de que pudiera hacerlo. ¿Chloe Weston manteniendo una conversación erótica por teléfono? ¿Y si sonaba como una estúpida? ¿Y si lo hacía todo mal?

—Bueno —comenzó a decir—. Me preparé un baño con un montón de espuma y encendí unas cuantas velas que había comprado por la mañana. Después estuve en la bañera durante más de una hora.

Nicky sonrió, mientras se recostaba en la cama del hotel desde el que la llamaba.

—Sigue.

—La fragancia del aceite del hotel olía a lilas y me dejó la piel suavísima.

—¿Y cómo estaba tu piel antes de que te secaras? ¿Sedosa? ¿Resbaladiza?

—Muy resbaladiza —casi ronroneó Chloe—. Podía deslizar la mano por todo mi cuerpo con muchísima facilidad.

—¿Por tu vientre? ¿Por tus muslos?

—Sí.

—¿Por tus senos?

—Aja. Como la bañera no era suficientemente profunda, cuando me tumbaba, mis senos asomaban por el borde del agua. Y los pezones, en contacto con el aire se endurecían.

Nicky reprimió un gemido, consciente, por el tono soñador de Chloe, de que había perdido la timidez y comenzaba a entregarse a su fantasía.

—¿Te los acariciabas?

—Sí.

Nicky cerró los ojos, imaginándosela. Y deseándola a cientos de kilómetros de distancia.

—¿Y qué te imaginabas mientras te tocabas?

—Pensaba en que tus dedos eran mucho mejores que los míos. Pensaba en lo mucho que me gustaba que me tocaras. En lo que sentía cuando posabas los labios sobre ellos y los succionabas, o cuando deslizabas la lengua sobre los pezones.

—Me estás matando.

—Tú has empezado con esto...

—Y me gustaría estar allí para poder terminarlo. ¿Qué otras partes te tocaste?

—Otras...

—¿Y te restregaste la parte posterior de la rodilla, esa zona que es tan sensible que aullas cuando te la acaricio?

—Yo no aúllo.

—Claro que aullas, ángel. ¿Te la frotaste con la esponja o con las manos?

—Con una esponja de esparto.

—¿Con una de esas esponjas tan ásperas?

—A veces las cosas ásperas pueden ser muy agradables.

—¿Ah, sí?

—Como la aspereza de los callos de tus dedos comparada con la suavidad de tu boca.

Nicky se desabrochó los pantalones.

—Continúa.

—Y algunos rincones son demasiado delicados para acariciarlos con la esponja.

—¿Entonces utilizabas tus manos?

—Aja.

Nicky se quedó sin habla durante algunos segundos. Permanecía en la habitación en penumbra, imaginándosela, recordando el óvalo de su rostro y la suavidad de sus hombros. El tacto de su piel bajo sus manos. Y su eterna sonrisa.

—Tengo la sensación de que esta noche voy a tener unos sueños muy agradables —consiguió decir por fin—. Si es que consigo dormir después de la ducha fría que me voy a dar en cuanto cuelgue el teléfono.

—¿Y por qué una ducha fría? ¿Por qué no un baño caliente?

—No necesito que nadie me caliente.

—Pero una ducha caliente podría ser muy agradable. Y asegúrate de lavarte tan concienzudamente como lo hice yo la otra noche.


Aunque le había dicho a Claudia que llegaría a su casa el jueves por la noche, el miércoles por la tarde ya estaba allí.
Su padre estaba evolucionando estupendamente y les había pedido a sus hijos que regresaran a Florida.
Y el número de teléfono de Claudia había sido el primero que había marcado Nicky en cuanto había salido del aeropuerto.
Al oír una voz femenina al otro lado de la línea, Nicky dijo:

—He vuelto y me muero de ganas de verte. Dime dónde podemos encontrarnos para que pueda desnudarte inmediatamente.

—Lo siento, amigo, si estás buscando a mi hermana, la propietaria de este teléfono móvil, te has equivocado. Y si eres un pervertido que se dedica a hacer llamadas de teléfono, vete al infierno.

La hermana. Aquella debía de ser la hermana adolescente.

—Tú debes de ser Morgan. Escucha, lo siento de verdad...

—Olvídalo —respondió ella riendo—. Tengo la sensación de que ya sé quién eres: el tipo al que conoció este fin de semana en el congreso.

—Sí, ¿puedes decirme dónde está?

—Ha venido a casa después de clase y se ha ido a trabajar a la galería comercial. Y creo que se ha olvidado el móvil.

—¿A la galería comercial? ¿A qué galería exactamente?

—A la Galería Comercial Byrne's.

Nicky se llevó tal impresión que estuvo a punto de salirse de la autopista.

—¿A la Galería Byrne's, de O'Connell Street?

—Sí. ¿Sabes cómo ir hasta allí?

—Sí, sé —tartamudeó Nicky, confundido por aquella coincidencia—. Y Morgan, si hablas con tu hermana, no le digas que he llamado. Quiero darle una sorpresa.
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Dos hombres [TERMINADA] Empty Re: Dos hombres [TERMINADA]

Mensaje por nina093 Lun 19 Ene 2015, 6:23 pm

TRECE

Cuando el miércoles por la tarde se acercaba a fichar, Chloe vio a Neil en la puerta de su despacho, hablando con su secretaria. Estaba distraído, mirando hacia otro lado y no se fijó en ella. Mejor. Porque no habría sido capaz de fingir que no se lo estaba comiendo con los ojos. Y tampoco quería verlo antes de tener oportunidad de quitarse la cola de caballo y cepillarse el pelo.
Ni siquiera sabía que iba a ir aquel día a trabajar. Y no se habría enterado de que estaba allí si Jess no se lo hubiera dicho en cuanto había llegado del trabajo. Y sabía que Neil no tardaría en ir a verla.
Las suelas de sus sandalias retumbaron sobre el suelo mientras corría a través del departamento de ropa. Su anticipación crecía a cada paso, y también la velocidad de los latidos de su corazón. Porque en muy poco tiempo, y por primera vez desde aquel mágico fin de semana, iban a estar juntos en el mundo real.
En cuanto llegó a su pequeño rincón, Chloe se dejó el pelo suelto, se lo atusó, se pintó los labios y se puso unas gotas de perfume en las muñecas y en la garganta.
Y comenzó a preguntarse con qué Neil iba a encontrarse. Rezó en silencio para que fuera el amante del fin de semana. No creía que pudiera soportar que se presentara convertido en el Neil estirado y conservador que hasta entonces había conocido. Quería ver su sonrisa traviesa, contemplar sus ojos oscurecidos por el deseo cuando la viera. Y, sobre todo, quería que la besara como si nunca fuera a saciarse de ella.

Sentada en el sofá, frente a la puerta, se alisó la falda y esperó. Y esperó. Y siguió esperando.
Pero Neil no llegaba.
Cuando miró el reloj y se dio cuenta de que en realidad había pasado más de una hora desde que había visto a Neil en el despacho, tomó aire y descolgó el teléfono de su escritorio.

—Soy Chloe Weston. ¿Podría hablar con el señor Byrne, por favor?

—En este momento está terriblemente ocupado —replicó el perro guardián que tenía por secretaria.

—Es muy importante.

Tras unos minutos de tenso silencio, la secretaria contestó:

—De acuerdo, le diré que quieres hablar con él y veremos lo que dice.

La siguiente voz que oyó fue la de Neil. Cuando contestó con un distraído «¿diga?», Chloe se puso tan contenta que no vaciló.

—Estaba esperando a que volvieras. Y ahora mismo voy a empezar a quitarme las bragas. Así que ven inmediatamente a saludarme como me merezco.

Silencio.

—¿Neil? ¿Estás ahí?

Neil se aclaró la garganta.

—¿Eh, Chloe? La verdad es que... no me esperaba esto. En este momento hay alguien en mi despacho.

Chloe hizo una mueca. Debería habérselo pensado mejor antes de decidirse a iniciar una conversación de ese tono en el trabajo.

—Vaya. Lo siento. Olvida que he llamado. Pero ven a verme en cuanto estés libre, ¿de acuerdo?

Colgó el teléfono sintiéndose como una idiota. Pobre Neil. Podía imaginarse lo rojo que se debía haber puesto.
Esperaba al menos que no tuviera el despacho lleno de ejecutivos.
Los siguientes treinta minutos transcurrieron de forma desesperadamente lenta. Chloe intentó hacer algunos bocetos, pero no conseguía concentrarse y terminó tirando su cuaderno al suelo. Acurrucada en el sofá, se quitó los zapatos y encogió las piernas. Se sentía como si estuviera a punto de dormirse. Algo que no podía sorprenderla, teniendo en cuenta lo poco dormía últimamente. Además de las clases en la universidad, estaba sufriendo la presión de los exámenes finales.
Y no se dio cuenta de que realmente se había quedado dormida hasta que no oyó el carraspeo de una garganta masculina. Abrió los ojos desorientada, miró alrededor de la sombría habitación y vio a Neil.
Permanecía a varios metros de distancia, observándola con aire ausente y frotándose la barbilla. Parecía definitivamente concentrado e interesado en lo que estaba viendo.
Chloe siguió el curso de su mirada. Mientras dormía, la falda había subido por encima de las rodillas, quedando a la altura de sus muslos. El top de algodón caía por uno de sus hombros, dejando al descubierto la curva de su seno derecho.

—Has vuelto —musitó Chloe suavemente.

Se sentía insegura a pesar de lo mucho que se alegraba de verlo. Se sentó rápidamente, se arregló el top y se estiró al falda.
Si Neil hubiera sonreído, si le hubiera guiñado el ojo y hubiera cruzado la habitación para abrazarla, todas sus preocupaciones habrían desaparecido. Pero Neil no hizo ninguna de esas cosas. Permanecía frente a ella, completamente serio y profesional con su traje inmaculado, mirándola fijamente.

—¿Neil? ¿Estás bien? Pareces... diferente.

Neil se aclaró la garganta. Continuó deslizando la mirada por sus piernas, deteniéndose en los pies descalzos y en los tobillos, y por fin apareció una sonrisa en sus labios.
Chloe se puso rápidamente los zapatos.

—Lo siento. Estaba esperándote y creo que me he dormido.

—No te preocupes. Me alegro de haberme retrasado —contestó Neil con voz seductora.

—¿Ah sí? ¿Y por qué?

Neil se acercó hasta ella sin contestar mientras su mirada vagaba por sus arrugadas ropas y por su pelo sin peinar.
Probablemente tenía el mismo aspecto que si acabara de levantarse de la cama. Y ese era el lugar en el que Neil parecía desear que estuviera.

—-Si hubiera venido antes, imagínate lo que me hubiera perdido. Aunque supongo que debería regañarte. Es evidente que has dicho una mentirita.

Chloe arqueó una ceja con expresión interrogante.

—Por lo que he podido ver, todavía llevas ropa interior —se cruzó de brazos y le dirigió una mirada desafiante.

Sintiéndose más confiada, Chloe se levantó y dio un paso adelante.

—Quizá no por mucho tiempo. Y ahora, ¿vas a besarme?

Durante la décima de segundo que tardó en agarrarlo del pelo y buscar sus labios, Chloe advirtió que se quedaba perplejo. Y si no hubiera estado tan ocupada besándolo, se habría reído a carcajadas. Casi inmediatamente, Neil comenzó a devolverle el beso, estrechándola con fuerza contra él y tomando con las dos manos su trasero.
Chloe esperaba los fuegos artificiales. Esperaba que se le debilitaran las piernas y que le cosquillearan los senos.
Esperaba la explosión del deseo.
Nada. Nada de nada. Cero explosiones. Ningún fuego artificial.
Oh, fue un beso agradable, por su puesto. Pero nada tan demoledor como lo que había ocurrido durante el fin de semana.
Estuvo a punto de llorar de desilusión al no poder recuperar los impactantes sentimientos de aquel fin de semana.
Instintivamente, levantó la mano hacia el lóalo de su oreja, buscando el pequeño aro de oro. Y aunque en el fondo se lo esperaba, no pudo evitar una nueva punzada de desilusión al darse cuenta de que no lo llevaba. A pesar de su promesa, Neil se lo había quitado.
Inclinó la cabeza mientras Neil se movía para continuar besándole el cuello con entusiasmo y abrió los ojos. ¿Habría reemplazado el arete por algún pendiente más pequeño? ¿O sería tan cobarde que no se ponía ninguna clase de pendiente cuando iba al trabajo? Pestañeó y se fijó con atención. Qué extraño, no llevaba ningún pendiente. ¡Pero lo más extraño de todo era que tampoco tenía agujero!
Ninguna clase de agujero.
Neil por fin parecio parecio advertir su distracción.Sin quitarle las manos de encima, alzó la
cabeza y le preguntó:

—¿Chloe?

Chloe apretó los ojos y sacudió la cabeza, por si acaso aquello fuera alguna clase de sueño su-realista. Quizá se había quedado dormida encima de un maniquí y las manos que sentía sobre su trasero eran unas manos de plástico.
Volvió a abrir los ojos. Nada de sueños. Y Neil continuaba sin tener agujero.

—¿Qué diablos está pasando aquí? —pregunto ella.

—Eso es exactamente lo que me gustaría saber.

Neil no había contestado. Bueno, en realidad sí había contestado Neil, pero no el que estaba a solo unos centímetros de ella. El Neil que había hablado lo había hecho desde la puerta.
Preguntándose todavía si estaría soñando, Chloe se volvió lentamente, miró hacia la puerta y vio...
A otro Neil.
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Mensaje por nina093 Miér 21 Ene 2015, 12:57 pm

CATORCE

Nicky se sintió como si acabaran de darle un puñetazo en el estómago. Mientras veía a su hermano y a Claudia separarse, pestañeó dos veces e intentó hacerse cargo de la situación. De todas las cosas que había imaginado que sucederían cuando volviera a reunirse con Claudia, encontrarla en los brazos de su hermano no estaba definitivamente
en la lista. En realidad, no estaba en ninguna lista en absoluto, a no ser que se decidiera a escribir una lista de sus peores pesadillas.
Por lo menos, tenía que reconocer que Claudia parecía sentirse como si acabara de beberse un vaso de leche rancia.

—¿Neil? —le preguntó, mirándolo fijamente.

—¿Sí? —contestó su hermano.

Neil los miraba alternativamente. Y Nicky advirtió que parecía enfadado por aquella interrupción.

—¿Neil? —repitió Chloe, en aquella ocasión mirando al gemelo de Nicky.

—Sí —contestó Neil.

Entró en la habitación, donde Claudia permanecía todavía peligrosamente cerca de Neil.

—Este es Neil —le explicó.

—¿Este es Troy? —quiso saber Chloe.

—¿Es que hay eco en esta habitación? —preguntó Neil, irritado.

Chloe lo ignoró y se volvió hacia Nicky .

—¿Entonces tú eres...?

—Nicky.

—¿Así que hay un verdadero Nicky? —parecía estupefacta.

—Sí, soy yo. Nicky Byrne.

La obscenidad que Chloe soltó hizo que Neil abriera los ojos como platos. Pero para Nicky no había una forma mejor de definir el inesperado curso de los acontecimientos.
Las palabras que Chloe había pronunciado justo en el momento en el que él entraba en la habitación dejaban claro que esta había encontrado algo raro en el beso de su hermano. Y el impacto que le había causado verlo en el marco de la puerta consolidaba aquella impresión. De modo que tenía que eliminar la primera y desagradable sensación de que, por alguna razón, aquella mujer deseaba a los dos hermanos.

—¿Alguien quiere explicarme lo que está pasando aquí? —preguntó Neil, enfadado todavía por la interrupción.

—Eso mismo iba a preguntarte yo —preguntó Nicky—. ¿Hay algún motivo por el que estés intentando deslizar la lengua por la garganta de Claudia cuando esa mujer es mía?

—¿Tuya? —preguntó Chloe con evidente indignación.

—Sí, mía —replicó Nicky, consciente de que estaba quedando como un hombre de las cavernas.

—¿Y quién es Claudia? —preguntó Neil.

—¿De verdad pensabas que yo era Claudia? —preguntó Chloe, abriendo los ojos como platos.

—¿Y quién iba a pensar que eras?

—¿Alguien va a explicarme quién es Claudia? —volvió a preguntar Neil, completamente confundido.

—Yo soy Claudia —farfulló Chloe—. O al menos eso es lo que él cree. Pero, por supuesto, yo pensaba que él sabía que no lo era.

—¿Pero cómo voy a saberlo si me dijiste que te llamabas Claudia?

—Chloe, ¿por qué le dijiste que te llamabas Claudia?

—Así que te llamas Chloe —aquel nombre corto y sencillo le quedaba muy bien.

—Sí, Nicky, me llamo Chloe.

— No entiendo qué está pasando aquí —Neil sacudió la cabeza completamente desconcertado.

Nicky miró a su gemelo e intentó explicárselo.

—Estoy empezando a pensar que Claudia, o mejor dicho, Chloe, está mezclando nuestras identidades. Como nos ocurrió en noveno grado con algunos profesores.

Neil pensó en ello y asintió.

—¿Te refieres al año en el que nos cambiamos de sitio para que pudieras aprobar el álgebra?

—Sí, y también para asegurarnos de que no te suspendieran en geografía y cultura.

—Quizá si hubieras aprendido matemáticas, habrías llegado a tener un trabajo que te permitiera ganar dinero de verdad, en vez de pasarte el día echando fertilizantes.

—Y si hubieras aprendido algo de geografía, habrías podido hartarte de estar todo el día metido en el mausoleo que la abuela construyó para nosotros y hubieras salido a conocer mundo.

—¿Quieren hacer el favor de callarse? —les pidió Chloe desde el sofá.

Nicky y neil se quedaron mirándola fijamente. Convencido de que hacía mucho tiempo de que nadie le ordenaba callarse a su hermano, Nicky esperó su reacción.

—Por favor, no te pongas histérica —Neil se cruzó de brazos e inclinó la cabeza con un gesto insoportablemente condescendiente.

—¿Histérica? —replicó Chloe, saltando inmediatamente del sofá—. ¿Quién es la histérica aquí? Sería una histérica si me hubiera puesto a romper cosas —subrayó su argumento dando una patada de frustración. Accidentalmente, chocó con la pierna de un maniquí, que se deslizó bajo el sofá hasta dejar únicamente fuera los dedos del pie—. Sería una histérica si saliera ahora mismo corriendo al departamento de zapatería y pidiera una buena bota para patearme por haber sido tan idiota. Neil miró a Nicky.

—Está histérica.

—Como vuelvas a decírselo otra vez, terminará dándote una bofetada.

Chloe lo miró con los ojos entrecerrados.

—¿Yo soy la única persona del mundo que no sabía que tenías un hermano gemelo?

—Creo que sí —replicó Neil—. Pero no te sientas mal. Nos parecemos tanto que ha habido mucha gente que nos ha confundido.

Nicky sacudió la cabeza y se encogió de hombros.

—No nos parecemos tanto.

—Por supuesto que no. Solo se parecen físicamente —terció Chloe, como si la idea le pareciera ridícula—. Me cuesta creer que no lo haya averiguado antes. Sois completamente diferentes... ¿Pero cómo es posible que no hubiera oído hablar de ustedes dos? No tenía la menor idea de que Neil tuviera un hermano gemelo.

—Sí, de eso ya me he dado cuenta —dijo Nicky.

Y mientras hablaba, se dio cuenta de que su enfado prácticamente se había evaporado. Sí, todavía le dolía haber visto a su hermano con las manos encima de una mujer que él ya había decidido que era suya. Una mujer a la que había estado esperando durante toda su vida.
Por una vez podía perdonarlo. Pero como volviera a ponerle las manos encima...

—¿Y ahora qué? —preguntó Neil.

—Ahora vete —respondió Nicky—. Y rápido. Su hermano lo miró con los ojos entrecerrados.

—Creo que era yo el que la estaba besando cuando has llegado. ¿Por qué debería marcharme?

—¿Quizá porque yo me he acostado con ella este fin de semana?

Por el rabillo del ojo, vio que Chloe se dejaba caer en el sofá y se tapaba la cara con las manos. Comprendió que no había sido muy diplomático. Pero ya se disculparía más tarde, en cuanto se fuera su hermano.

—¿Este fin de semana? ¿Durante el congreso?

—Sí —admitió Nicky—. ¿Y ahora quieres marcharte? Vete a regañar a alguno de tus dependientes por estar mascando chicle.

Neil lo ignoró y miró hacia Chloe. Esta permanecía tan quieta como un saco de harina. Nicky se preguntó si se iba a desmayar, pero comprendió que no cuando advirtió que se estaba frotando los ojos.

—Entonces me ha besado pensando que yo era... tú. Aunque en realidad creía que tú eras yo —reflexionó Neil.

—Está empezando a dolerme la cabeza —farfulló Chloe, sin destaparse la cara.

—Exacto. Simplemente, ha besado al hermano equivocado.

—O se ha acostado con el hermano equivocado —lo contradijo Neil, con una sugerente elevación de ceja.

—Déjalo, Neil, busca a otra pobre mujer a la que puedas romperle el corazón. Chloe está fuera de tu alcance.

—¿Pobre mujer? —Chloe se irguió y lo miró fijamente—. ¿Fuera de su alcance? Parecen un par de niños de ocho años discutiendo por un cromo de Pokémon.

—Bueno, tú eres la única que puedes aclarar esto, ¿verdad? Elige.

Nicky odió la confiada sonrisa que apareció en el rostro de su hermano. Iba a ser un auténtico placer ver cómo se le bajaban los humos cuando Chloe lo rechazara.

—¿Que elija? Dios mío, ¿tengo que tratarlos como si fueran un par de pollos asados? ¿Siempre son así?

—No es para tanto, ángel —repuso Nicky con una sonrisa—. Neil en realidad no es tan malo. Solo un poco cabezota. Dile que se pierda y ya estará todo arreglado. Hace ya tiempo que establecimos algunas reglas para este tipo de situaciones. Lo hicimos desde que los dos decidimos que queríamos casarnos con Melanie Jones en primer grado. En cuanto la chica elige, el otro desaparece.

—La pobre Melanie probablemente terminó siendo la única niña del manicomio —musitó Chloe, malhumorada.

—Vamos, Chloe, dile que se vaya de aquí para que podamos hablar —le pidió Nicky.

Chloe lo miró en silencio. Y a medida que el silencio se prolongaba, Nicky comenzó a fruncir el ceño. Aquello estaba durando demasiado. Tomó aire. Estaba seguro de que no podía haber confundido lo que había pasado entre ellos aquel fin de semana. Hubiera habido o no confusión de identidades, era imposible que Chloe hubiera fingido sus
sentimientos. Lo deseaba, eso era indudable. Pero entonces, ¿a qué estaba esperando?

—¿Y bien? —la urgió Neil—. Estuviste con mi hermano gemelo cuando en realidad pensabas que estabas conmigo. La pregunta es, ¿a cuál de los dos deseas?

Chloe se cruzó de brazos y cerró los ojos.

—No puedo creer que esto esté sucediendo.

—Me quiere a mí —intervino Nicky—. No a un director estirado y vestido de traje que solo aparta los dedos de la calculadora para bajar cremalleras...

—Oh, así que crees que prefiere a ese irresponsable cortacéspedes que renunció al negocio de la familia para dedicarse a echar estiércol.

Estaban tan acostumbrados a insultarse de aquella manera entre ellos, que ninguno de ellos se ofendía. Además, por mucho que discutieran,Nicky era consciente de que no podía contar con ningún amigo tan leal como su hermano.
Y el sentimiento era mutuo.

—Que seas mi hermano no quiere decir que no seas un auténtico imbécil —dijo Nicky, riendo a su pesar.

—Y porque seas mi hermano no voy a renunciar y a dejar que ganes.

Nicky suponía que cualquiera que los estuviera oyendo debía pensar que realmente se odiaban, de modo que no se sorprendió cuando Chloe dijo:

—Son increíbles —parecía disgustada con los dos—. Ya he decidido quién tiene que irse — continuó, mientras se inclinaba para ponerse las sandalias—. Yo.

Nickyse debatía entre evitar que se marchara o insistir en acompañarla. Pero algo lo detuvo: una triste y solitaria lágrima que se deslizaba por uno de los hermosos ojos de Chloe, trazando un camino húmedo por su sedosa mejilla. La lágrima fue acompañada de un único susurro:

—Por favor...

Nicky sabía lo que estaba pidiendo. Estaba pidiendo espacio. Estaba pidiendo que la dejaran escapar antes de que rompiera a llorar. Que no le hicieran mantener una conversación en un momento en el que se sentía tan humillada.
Que le dieran tiempo.
Nicky se apartó de la puerta, se acercó hacia ella y le secó la lágrima.

—Te llamaré más tarde.

Chloe se llevó la mano a la cara, siguiendo el camino que Nicky había trazado con el dedo y le dirigió una llorosa sonrisa. Asintió y salió corriendo, dejando a Nicky y a Neil solos en el taller.

—Interesante. No me había fijado en lo atractiva que es la escaparatista. Siempre me ha parecido tan tranquila, tan callada y... tan intelectual.

—-Justo lo contrario que las rubias platino tan estúpidas que a ti te gustan.

—¿Quién iba a imaginarse que el dulce rostro de Chloe podía llegar a ser tan excitante?

Nicky se adentró en la habitación hasta quedar nariz con nariz frente a su hermano.

—Neil, te estoy diciendo que te olvides de ella. Es mía. No tienes ninguna oportunidad.

—Hum. Te veo terriblemente posesivo. Pero no creo que la conozcas desde hace mucho tiempo, porque, en ese caso, ella habría sabido cómo te apellidabas.

Nicky lo miró con los ojos entrecerrados.

—Te estás adentrando en un terreno muy peligroso.

—Oh, vamos, apenas la conoces. ¿Vas a decirme que no te retirarías deportivamente en el caso de que ella decidiera que soy yo el que le intereso?

—Eso es imposible. Ahora está confundida, pero todo se arreglará en cuanto lo supere.

Neil se encogió de hombros y se llevó el dedo índice a los labios.

—Quizá, ¿pero de verdad estás tan seguro? Nicky, dejando aparte todas estas tonterías, ¿no se te ha ocurrido pensar en la posibilidad de que lo que ha pasado este fin de semana no haya sido un error? A lo mejor ha sido algo intencionado.

Nicky no comprendía lo que quería decirle.

—Me refiero —continuó Nicky— a que quizá se había propuesto llamar mi atención durante el congreso, antes incluso de que os conocierais. Y no por motivos sentimentales, sino económicos.

Nicky apretó los dientes con fuerza.

—Estás completamente equivocado.

—Mira —insistió su hermano—, quizá tengas razón y todo esto haya sido un extraño malentendido. Quizá todo esto los lleve al verdadero amor, a una casa, una familia y toda esa repugnante utopía.

Nicky no pudo evitar reírse ante el desdén con el que Neil hablaba del matrimonio y el compromiso.

—Nicky, Chloe no sería la primera mujer que juzga las diferencias entre nosotros por el tamaño de nuestras cuentas corrientes.

—Ya. Supongo que esperas que esa sea la única comparación que hagan las mujeres entre nosotros —le espetó

Nicky, sin dejar de pensar en las acusaciones de Neil.
No le gustaba, pero la engorrosa semilla de la sospecha había arraigado en su cerebro. Y sabía que permanecería allí hasta que pudiera hablar a solas con Chloe.

—Creo que debería ir a buscarla.

—No creo que la encuentres. Además, has estado unos días fuera, ¿has ido ya a pagarles a tus empleados? ¿O te has pasado por ese almacén al que llamas despacho?

—La empresa es mía, de modo-que eso es asunto mío.

—Me preocupo por ti, supongo que tengo derecho.

—Gracias, Neil, pero no tienes por qué preocuparte. Aunque comprendo que no quieras que fracase y tenga que volver aquí. Porque entonces tendrías que buscarte otro trabajo, hermanito.

Neil soltó una carcajada.

—No te creas que a veces no me gustaría. Así la abuela podría dedicarse a vigilar a otro de sus nietos durante una temporada. Y a buscarle pareja, por cierto. La abuela parece decidida a tener pronto bisnietos.

A pesar de sus comentarios,Nicky sabía que su hermano respetaba su decisión de montar un negocio propio.
Y el sentimiento era mutuo. A menudo habían hablado entre ellos de la falta de libertad en el seno de su familia.
No era ningún secreto que Neil no siempre estaba feliz en el papel de aparente heredero. Pero si no feliz, por lo menos estaba satisfecho. Además de completamente dedicado a ello.

—La abuela no se va a salir con la suya, ¿eh?

—Me temo que no, así que continuarás siendo el rey de este castillo de la moda durante el resto de tu vida. Y yo seguiré siendo el príncipe sin reino.

—Creía que eras el bufón. Nicky elevó los ojos al cielo. Antes de salir de la habitación, dijo:

—Por cierto, procura mantenerte lejos de Chloe. Si vuelves a besarla, eres hombre muerto.

—Creo que ella todavía no ha tomado ninguna decisión. Así que, hasta que no lo haga, el campo está libre.

Sabiendo que su hermano solo estaba intentando irritarlo, Nicky lo ignoró y abandonó la habitación.
Aunque pensaba que Chloe se habría ido, Nicky miró a su alrededor al salir del edificio. Y la vio al lado de su camioneta, con los brazos cruzados y frotándose la frente con expresión preocupada.

—Claudia —gritó Nicky mientras se dirigía a grandes zancadas hacia ella—. Lo siento, quería decir Chloe. Creo que me va a costar acostumbrarme a tu verdadero nombre —inclinó la cabeza y la miró—. Pero te sienta muy bien.

Chloe se mordió el labio.

—Me alegro de que me hayas esperado — continuó Nicky.

No quería que Chloe saliera corriendo otra vez. Y eso era exactamente lo que parecía que estuviera deseando hacer..

—Vayamos a algún lugar para hablar.

Chloe se retorcía las manos con la mirada clavada en el suelo. Al final alzó la mirada para clavarla en los ojos de Nicky.

—Dime una cosa, ¿de acuerdo? Una sola cosa antes de que me vaya a algún lado a pensar en todo este terrible asunto, qué es exactamente lo que voy a hacer dentro de dos minutos.

—No es tan terrible —dijo Nicky suavemente, intentando consolarla—. Recuerdo al menos un par de cosas muy agradables que han sucedido desde el viernes por la noche.

Chloe frunció el ceño.
Nicky deseaba besarla para borrarlo de su frente. Quería besar sus labios hasta verlos
curvarse en una hermosa sonrisa. Desde que había tenido que separarse de ella tan bruscamente el sábado, no había pensado en otra cosa que en volver al momento en el que una llamada telefónica los había interrumpido.
Sin embargo, en aquel momento en particular, Chloe parecía dispuesta a darle un puñetazo en el caso de que se atreviera a tocarle el brazo.

—Ese es el problema —susurró Chloe por fin—, que tú crees que nos conocimos el viernes por la noche.

—Y nos conocimos el viernes por la noche.

—Tú sí, pero yo no.

Nicky asintió, comprendiendo su lógica.

—De acuerdo, evidentemente, tú no sabías que el viernes nos estábamos viendo por primera vez.

—Sí, esa es precisamente la cuestión. Tú acababas de conocerme, pero yo...

—Tú también me acababas de conocer.

—¡Pero no es lo mismo! Yo creía que te conocía.

—Y supongo que ahora necesitas saber si tengo la costumbre de ir abordando a mujeres guapas en los hoteles y de pasar con ellas noches de sexo salvaje en la playa.

Chloe se mordió el labio, parecía casi avergonzada, pero contestó con un desafiante:

—Sí.

—Pues no. Nunca lo había hecho. Y nunca lo volveré a hacer.

—Oh, gracias. ¿Y debería sentirme halagada por haberte sacado de tu letargo?

Nicky sonrió ante su obvio disgusto.

—Mira, estoy siendo completamente sincero contigo. Nada de juegos, nada de fingimientos.

—Eso sería algo completamente nuevo en nuestra relación.

—No soy un santo —continuó Nicky, olvidando su pesimismo—. Y no estoy precisamente orgulloso de muchas de las cosas que hice en mis años de juventud. Pero de una cosa puedes estar segura, lo que sucedió el viernes por la noche ocurrió porque congeniamos inmediatamente. Yo supe al instante que estaríamos perfectamente juntos —se cruzó de brazos—. ¿Sabes? Si yo fuera un tipo menos confiado, podría sentirme ofendido porque piensas que soy tan fácil.

Chloe tragó saliva.

—¿Entonces eso fue lo que pensaste? ¿De verdad que no has pensado en ningún momento que era una buscona?

-No,estaba demasiado contento como para preguntarme por los motivos por los que habíamos terminado juntos-bajo la voz y se inclino hacia ella-. Y todavía me alegro de lo que paso.Para mi nada ha cambiado,nada.

Chloe se quedó en silencio durante un largo minuto, inclinándose inconscientemente hacia él. De pronto, dio un paso hacia atrás y asintió con firmeza.

—Gracias por aclarar las cosas, pero todavía tengo muchas cosas en las que pensar. Tengo que averiguar cómo voy a enfrentarme a lo sucedido. Acostarme con un completo desconocido es algo que nunca había considerado hacer, Nicky. ¡Eso no es propio de mí!

Nicky le acarició la mejilla con el dorso de la mano.

—Puedes ser tal y como quieras ser, Chloe, y eso no va a cambiar nuestra forma de relacionarnos. Nada va a poder borrar lo que ha pasado entre nosotros este fin de semana. Ni todo lo que pueda pasar en el futuro.

Chloe tomó aire y Nicky se inclinó para darle un beso en la mejilla.

—¿Hay un futuro para nosotros?

—Aja —susurró Nicky—. Definitivamente. Pero creo que necesitas llegar tú misma a esa conclusión.

Chloe retrocedió.

—Te llamaré —se metió en el pequeño turismo que había aparcado en la acera y se alejó.

Y hasta que el coche no había desaparecido de su vista, Nicky no se dio cuenta de que se había dejado el bolso sobre el capó de su camioneta.

Después de dejar a Nicky, Chloe estuvo preguntándose a dónde ir. Su casa estaba descartada. A su madre y a su hermana les bastaría con mirarla a la cara para saber que algo no andaba bien. Su madre intentaría ayudarla con cualquier infusión extraña. Y Morgan tendría un nuevo ejemplo de la patética vida sentimental de las mujeres de la familia.
Así que condujo hasta la playa. Aparcó sin preocuparse de la señal de prohibido y se dirigió al acceso más cercano a la playa. La última vez que había estado al lado del mar había sido el viernes por la noche. Con Neil.

—No, Chloe, con Nicky. Mientras miraba la espuma de las olas, sintió que las lágrimas inundaban sus ojos.

—Eres una idiota, Chloe Weston, y deberías haber hecho caso a la hermana Mary Francés — esperó a que la voz de su conciencia le llevara la contraria, pero no oyó nada—. ¿Lo ves? Ni siquiera tu subconsciente está dispuesto a defenderte. Dios mío, Nicky era realmente Nicky.

Era el hombre al que le gustaba danzar bajo la lluvia. El paracaidista. El amante del riesgo. El de la sonrisa devastadora y el pendiente de oro. El único capaz de excitarla en menos de una décima de segundo.
Y Neil era verdaderamente Neil. El propietario de las galerías comerciales. El hombre de negocios. El millonario.
Aunque, por alguno de los insultos que su hermano le había dedicado, sospechaba que en Neil había mucho más de lo que hasta entonces había sospechado. Diablos, en realidad no conocía a ninguno de los dos hermanos.
Chloe se quitó las sandalias y estuvo caminando por la playa desierta. Probablemente los turistas estarían en las habitaciones de sus hoteles. Pronto montarían en sus limusinas para salir a cenar. Y nunca tendrían que preocuparse por cosas tan vulgares como pagar el alquiler, o el seguro médico, o la ropa que tenían que comprarle a sus hijos.
Eran gente rica y mimada. Como Neil Byrne. Pero no como su hermano gemelo.
Tras haber pasado una buena porción de su infancia preguntándose si su madre iba a poder pagar la cuenta del teléfono, Chloe no podía comprender que alguien renunciara a la seguridad económica. Y eso era precisamente lo que Nicky había hecho. Había renunciado a la seguridad y al dinero.
El dinero era lo de menos, sí eso era cierto. Chloe nunca había anhelado yates ni caviar. Pero le gustaba pensar que pronto podría ver en su despensa algo más que macarrones y perritos calientes para cenar.
En un momento en el que su madre se había quedado sin trabajo y sus ahorros mermaban día a día, a Chloe le resultaba particularmente incomprensible que alguien pudiera renunciar al éxito. Suspiró, con la mirada fija en el mar.
Si su madre consiguiera un trabajo con el que poder pagar el alquiler, las cosas mejorarían considerablemente. Pero Jeanine estaba tan emocionada con su último romance que Chloe tendría que dejarse dé preguntar si alguna vez iba a ayudarla a mantener la casa. Chloe había tomado la precaución de esconder el número de la cuenta en la que guardaban el dinero de la futura matrícula de Morgan. Normalmente confiaba en Jeanine, pero muchas veces su madre actuaba antes de pensar. Y Chloe no iba a arriesgar el futuro de Morgan por culpa de los sueños de su madre.
¿Entonces el problema era el dinero? ¿Esa era la razón por la que la había impresionado tanto que Nicky y Neil fueran dos personas diferentes? ¿El hecho de que Nicky no fuera el hombre rico y de éxito que pensaba que fuera?

—No, no lo es —no, ella no se consideraba una persona tan superficial. Y además sabía que no había estado interesada en Neil cuando solo era el rico y distante director de unas galerías comerciales. No, era incuestionable que su deseo había sido solo por Nicky. Por aquel hombre maravilloso, seductor y deslumbrante que bailaba bajo la lluvia.

El corazón le latía a toda velocidad en cuanto pensaba en él. Recordó el momento en el que Nicky le había secado la lágrima, mirándola a los ojos con inmensa ternura, como si realmente la quisiera. Y, por supuesto, Chloe se había fijado en que llevaba el pendiente, tal como le había prometido...
Aun así, había hecho con él lo que se había jurado que jamás haría: involucrarse sentimentalmente con un completo desconocido. Chloe había decidido que jamás besaría a un hombre a menos que supiera su dirección y su fecha de nacimiento. Citarse con Neil le había parecido algo seguro, puesto que sabía muchas cosas sobre él... ¡y se había equivocado de cabo a rabo!
En cuanto a Nicky, en realidad se había acostado con él sin ni siquiera saber su apellido, su número de teléfono ni su edad. Además, cuanto más averiguaba sobre él, más temía que fuera lo contrario del tipo de hombre que siempre había creído desear. A Nicky le gustaban los riesgos, era impulsivo, la clase de persona a la que no le importaba la inseguridad, que no se preocupaba por lo que iba a pasar al día siguiente con tal de que el presente pudiera ser glorioso. Igual que su madre.
Bastaban cuatro palabras para describir su relación con Nicky Byrne: era una relación imposible.

Pero, curiosamente, lo único que podía recordar era lo completa y maravillosamente bien que se había sentido haciendo el amor con él.

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Mensaje por nina093 Vie 23 Ene 2015, 12:15 pm

QUINCE

Nicky odiaba invadir la intimidad de Chloe hurgando en su bolso. Pero si no encontraba él mismo su dirección, tendría que pedírsela a Neil, así que sacar la cartera de Chloe de las profundidades del bolso le parecía el mejor de los males.

En cuanto se encontró frente a su casa, supo que Chloe no había exagerado las modestas circunstancias de su origen. La casa parecía limpia, pero había conocido mejores días. Se trataba de un antiguo bungalow, con la fachada pintada en verde limón, y pidiendo a gritos una nueva capa de pintura.

Alguno de los habitantes de la casa tenía una extraña pasión por los animales de cerámica. La zona del jardín estaba repleta de ardillas, caimanes y erizos de barro. Daba la sensación de que en cualquier momento iba a salir de la casa la mismísima Blancanieves.

—No vienes a traernos la pizza —fue el saludo de una adolescente con gafas y el ceño fruncido que abrió la puerta antes de que él llamara.

—No, no he venido a traer ni salami ni champiñón.

—Carne, ¡puaj! La pizza que yo he pedido es de espinacas, cebolla y ajo. Aunque eso no es asunto tuyo, claro.

—No, no es asunto mío. Aunque me gustaría preguntarte algo... No tienes ninguna cita esta noche, ¿verdad? Lo digo por lo de la cebolla y el ajo.

—Que seas guapo no quiere decir que tengas derecho a cuestionar la pizza que he elegido. ¿Ahora vas a decirme quién eres y qué pretendes venderme?

—No quiero venderte nada.

—¿Ah, no? Eh... espera un momento, ¿eres el mismo tipo que ha llamado hace un rato preguntando por Chloe?

—Sí, soy Nicky. Le traigo su bolso —le tendió el pequeño bolso de Chloe.

—Soy Morgan, su hermana. Chloe no está aquí. Yo pensaba que ibas a quitarle la ropa, no el bolso.

Al recordar lo que había dicho cuando Morgan había contestado el teléfono, Nicky se sonrojó violentamente.

—Estás incluso más guapo cuando te sonrojas. ¿Por qué no pasas a esperarla?

Acababan de entrar cuando llamó a la puerta el motorista de la pizzería. Nicky pagó la pizza y procedió a devorar un tercio de la misma mientras Morgan y él empezaban a conocerse en la cocina.

—Sabes, probablemente no deberías haber comido pizza si tú y Chloe tenían una cita esta noche.

—¿Chloe tiene una cita esta noche?

Nicky miró fijamente a la mujer que acababa de entrar en la cocina. Al momento comprendió de dónde habían sacado Chloe y su hermana sus chispeantes ojos azules.

—Tú debes de ser la madre de Chloe.

La mujer asintió sonriente, mientas lo recorría de los pies a la cabeza con la mirada.

—Sí, soy Jeanine. ¿De verdad has venido a buscar a Chloe? Vaya, esta semana están pasando cosas geniales.

—Mamá, ¿has comido algo en todo el día? — le preguntó Morgan, mientras sacaba otro plato—. Llevas horas metida en el estudio.

Jeanine sacudió la mano con aire ausente, como si la cuestión de la comida fuera una nimiedad. Nicky observó con interés mientras Morgan instaba a su madre a sentarse en una silla y le ponía un plato y un vaso delante. Tenía la sensación de que era algo que ocurría con frecuencia.

—¿Estudio? ¿Eres artista? —preguntó Nicky.

—Ceramista. La cerámica es mi última pasión. Tengo el estudio en el garaje.

—Ah, y la colección de animales en el jardín.

—En cualquier caso, siempre es mejor que la escuela de danza nudista —musitó Morgan.

—Era una escuela de danza artística, Morgan.

—Eran unos cuantos tipos gordos y desnudos intentando imitar a los elementos girando como si fueran la tierra, el viento y el fuego.

Nicky mordió otro trozo de pizza para disimular una carcajada.

—Disfruté mucho ayudando a la gente a descubrir su belleza interna.

—Tendrían belleza interna, mamá, pero tienes que reconocer que había algunos tipos increíblemente feos en tu escuela de danza, por lo menos exteriormente.

Nicky se echó a reír. La hermana de Chloe le gustaba cada vez más.

Así que Jeanine era la soñadora irresponsable que, por lo que Chloe le había contado, no había tenido suerte en el amor. Y Morgan, la adolescente que, obviamente, había madurado mucho más que otras chicas de su edad. ¿Y qué lugar quedaba reservado para Chloe? Nicky tenía la sensación de que Chloe quedaba exactamente en el medio: siendo la adulta en la relación con su madre al mismo tiempo que intentaba ayudar a su hermana a continuar siendo una niña.

En ese momento deseó más que nunca estar a su lado. Llegar a conocerla, enterarse de sus secretos, de sus auténticos sueños y deseos. Decirle que comprendía que necesitara ser libre y desinhibida aunque solo fuera durante el corto espacio de un fin de semana.

—Y tú, Nicky, ¿a qué te dedicas?

Antes de que hubiera podido contestar, sonó el teléfono. Morgan contestó y le indicó con un gesto que se trataba de Chloe. A Chloe no le dijo que Nicky estaba allí, parecía estar demasiado ocupada escuchándola. Morgan hizo una mueca y elevó los ojos al cielo. Al cabo de un minuto, colgó el teléfono y miró a Nicky.

—¿Tienes ganas de volver al centro? Chloe se ha metido en un lío.

Nicky se levantó al instante y se dirigió hacia la puerta antes de que Morgan hubiera podido decir una sola palabra.

—Oh, es todo un caballero —dijo Jeanine.

—¿Quieres saber dónde está?

Nicky se detuvo para que Morgan le indicara la dirección y volvió a girar.

—Espera —Morgan le tendió el bolso de Chloe—. Probablemente lo necesite. Creo que va a pagar una multa.

Chloe no iba a volver a ignorar una señal de prohibido aparcar en todo lo que le quedaba de vida. En aquel momento, aquel propósito ocupaba uno de los primeros lugares de la lista de estupideces a evitar a toda costa. El tercero para ser más exactos, después del de no volver a rizarse nunca el pelo y del de no volver a acostarse con un desconocido.

—Gracias por prestarme el dinero para hacer la llamada —le dijo al hombre que estaba a punto de llevarse su coche al depósito.

—No hay de qué —respondió el hombre con una sonrisita—. La dirección del aparcamiento está en la tarjeta. Puede devolverme el dinero mañana por la mañana, cuando vaya a buscar su coche.

Cuando había vuelto de caminar y lo había encontrado subiendo el coche a la grúa, le había suplicado que no se lo llevara. Desesperada, le había ofrecido cincuenta dólares a cambio de que olvidara todo sobre ella y había abierto la puerta del coche para sacar el bolso. Pero no había encontrado ni el bolso ni los cincuenta dólares. De hecho, ni siquiera tenía una moneda que le permitiera hacer una llamada de emergencia y había tenido que pedirle el dinero al conductor de la grúa.

Después de que este se marchara, Chloe se sentó desalentada en los escalones de madera que bajaban a la playa, apoyando la cabeza entre las manos. Aquel había sido uno de los peores días de su vida.

Cuando oyó el motor de un coche, ni siquiera alzó la cabeza.

No podía ser el de su madre. El viejo Volkswagen «escarabajo» hacía un ruido completamente diferente al de cualquier otro motor. Se estremeció al pensar que tendría que montar en aquella cosa a la que su madre llamaba «el bicho del amor».

Cuando Chloe tenía diecinueve años, Jeanine le había explicado el motivo del nombre. Y desde que se había enterado de que Morgan había sido concebida dentro de él, Chloe se había negado a montar en el coche a menos que fuera inevitable.

—Un bolso a cambio de tus pensamientos.

Chloe conocía aquella voz. Alzó tan rápidamente la cabeza, que casi pudo oír el crujido de su cuello. Y vio a Nicky.
Sí, definitivamente era Nicky, no su hermano gemelo. Antes de que pudiera contestar, Nicky se sentó a su lado.

—¿Cómo...? ¿Qué...?

—Te dejaste el bolso al lado de mi camioneta. Lo llevé a tu casa y estaba allí cuando llamaste.

—Gracias. No sé cómo se me ha podido caer sin que me diera cuenta.

Así que allí estaban, otra vez en una romántica playa. Una situación muy peligrosa. Pero Chloe no podía evitar estarle agradecida. Nicky se había tomado un montón de molestias... Primero yendo a su casa, después yendo a buscarla para devolverle el bolso.

—Vamos a dar un paseo por la playa —sugirió Nicky, agarrándola del brazo.

—No creo que sea una buena idea. ¿Tú y yo solos otra vez en la playa?

—Sí —contestó Nicky con una sonrisa lobuna.

—¿No crees que eso es buscarse problemas?

—Solo quiero hablar contigo, Chloe, ¿de acuerdo? Te lo prometo.

Chloe pensó en ello y frunció el ceño.

—Claro, iremos paseando por la playa y cuando volvamos nos daremos cuenta de que la grúa se ha llevado tu camioneta. Entonces los dos tendremos que intentar averiguar una forma de volver a casa esta noche.

—Aquí al lado hay un hotel en el que podríamos quedarnos —inclinó la cabeza hacia el edificio que tenían tras ellos, con una expresión tan esperanzada que Chloe no pudo evitar una sonrisa.

—No sé por qué, pero tengo la impresión de que un hotel de cinco estrellas está más allá de las posibilidades de Nicky el jardinero.

—Y de Chloe la escaparatista.

—Muy bien. Así que los dos estábamos fuera de lugar en el Centro Turístico.

—Quizá esa fue la razón por la que conectamos —dijo Nicky, inclinándose hacia ella, para que pudiera sentir su calor—. ¿No crees que ambos estábamos buscando un poco de locura para un fin de semana excepcional?

Chloe tragó saliva, consciente de la cercanía de Nicky. Buscó en su interior la fuerza de voluntad que le permitiría permanecer inmune al sensual atractivo de aquel hombre. Pero no encontró ni un ápice. En lo relativo a Nicky Byrne, tenía la fuerza de voluntad de un gatito de tres días.

Aun así, intentó parecer una mujer fría y controladora.

—El fin de semana ha terminado, Nicky. Será mejor que olvidemos lo ocurrido.

—Pero todavía estamos aquí, juntos —se inclinó hacia ella y esbozó una radiante sonrisa.

—Por casualidad —consiguió susurrar ella.

—¿Y no crees que las mejores cosas ocurren siempre por casualidad? —la agarró del brazo. Chloe tragó saliva y retrocedió.

—No me toques, por favor. Necesitamos hablar no... no tocarnos.

Nicky levantó las manos.

—De acuerdo. Nada de tocarnos. Nos limitaremos a hablar.

Un coche entró en aquel momento en el aparcamiento, cegándolos con sus faros. Chloe se llevó la mano a los ojos y se volvió. Nicky acababa de hacer lo mismo, de modo que terminaron mirándose el uno al otro a los ojos.

—Será mejor que salgamos de aquí antes de que vuelva la grúa —dijo Chloe por fin, obligándose a desviar la mirada.

—Podemos ir a hablar a cualquier otro sitio. ¿Tienes hambre?

El estómago de Chloe contestó con un gruñido a su pregunta. Hacía horas que había almorzado.

—Supongo que sí.

—Muy bien, entonces te invitaré a cenar — dijo Nicky, agarrándola de la mano y caminando hacia la camioneta.

—No creo que sea una buena idea, pero te agradecería que me llevaras a casa.

—Me temo que en casa no vas a poder cenar, porque la pizza se ha terminado.

—¿La pizza? ¿Has estado en mi casa comiendo pizza con mi familia? —sin esperar respuesta, se puso de puntillas y olfateó, buscando la prueba de que le había robado la cena.

Y antes de que Chloe pudiera darse cuenta de lo que Nicky estaba haciendo, este la rodeó con el brazo y la besó.

El contacto fue eléctrico. Chloe se separó de él y lo amenazó con el índice.

—¡Tú, rata inmunda! Espinacas, ajo y cebolla. ¡Te has comido mi pizza!

—Culpable —respondió él riendo—. Sabe mucho mejor de lo que suena. Y como gracias a ello he conseguido un beso, la verdad es que no puedo decir que me arrepienta de haberme comido tu pizza, Chloe.

Bueno, si tenía que ser completamente sincera, tampoco ella. Había habido chispas, fuego y explosiones en abundancia en aquel breve beso. Sin duda alguna, Nicky provocaba algo muy dentro de ella que su hermano no era capaz de despertar.

Pero eso no significaba que estuviera pensando en besarlo otra vez. De ninguna manera. No hasta que se hubiera aclarado las ideas. Hasta que no supiera el nombre completo, la talla y la fecha de nacimiento de Nicky, esa adorable boca no iba a volver a acercarse a la suya.

—Muy bien, puesto que te has comido mi pizza, ahora tendrás que invitarme a cenar — metió la mano en el bolso y sacó un chicle de menta—. ¡Y toma!

—Gracias —Nicky se metió el chicle en la boca y masticó riendo.

Diablos, el rítmico movimiento de su boca era demasiado sexy para la paz mental de Chloe.

Fueron caminando juntos hasta la camioneta y, una vez dentro, en la oscuridad de la cabina, Chloe se arrimó hasta la puerta y permaneció allí como si la hubieran pegado con velero. Oyó que Nickyse reía. Indudablemente, había notado la pared invisible que estaba intentando erigir entre ellos. Fueron en silencio durante algunos minutos. Chloe no sabía qué decirle a aquel hombre del que tan cerca había estado unos días atrás.

—¿Estás bien? —le preguntó Nicky.

—Sí —susurró, preguntándose cómo sabría que estaba tan afectada. No debería estar afectada. Avergonzada, sí.

Sintiéndose un poco estúpida, también. ¿Pero por qué la había afectado tanto averiguar que Nicky no era Neil? El hecho de que no fuera el mojigato director de las galerías debería mejorar las cosas, no empeorarlas.
Nicky era el asombroso amante que la había alzado hasta alturas insospechadas durante el fin de semana. Y la conocía mejor que ningún otro hombre la había conocido hasta entonces. Con él había superado la timidez. Le había mostrado lo que le gustaba y lo que no le gustaba. Dónde acariciarla. Cuándo aumentar la velocidad o cuándo ir más despacio. En qué lugar de su cuerpo podía obtener un gemido con solo tocarla.
No. Él no había cambiado. Seguía siendo el mismo. El mismo hombre... Pero al mismo tiempo, un completo desconocido que era, precisamente, la clase de hombre con la que había jurado no involucrarse jamás. Un amante del riesgo. Un hombre que se había alejado de la seguridad y la estabilidad para abrazar la incertidumbre. La clase de hombre que jamás sería feliz con el tipo de vida estable que Chloe había anhelado desde la infancia.

—¿En qué estás pensando? —le preguntó él.

—Estaba preguntándome si todo esto no será una terrible pesadilla y voy a despertarme de un momento a otro.

—Ahora sí que has herido mis sentimientos.

—Lo siento, no pretendía decir que tú fueras terrible.

La sonrisa de Nicky le indicó que estaba bromeando.

—Caramba, eso sí que es un consuelo. ¿Y qué parte te parece terrible? ¿La del viernes por la noche en la playa? ¿La del sábado en tu habitación? ¿La llamada de teléfono?

La llamada de teléfono. Hacía solo una noche habían estado intercambiando toda clase de susurros por teléfono, fantaseando juntos durante una llamada que había durado casi dos horas. Cuando se recordó a sí misma diciéndóle que a veces se preguntaba lo que sería hacer el amor estando atada con pañuelos de seda, sintió que se ruborizaba.
Pero recordó entonces la pasión que había reflejado la voz de Nicky cuando le había dicho lo mucho que había pensado en ella el sábado por la noche y cuántas veces se había imaginado terminando lo que habían empezado. Y se estremeció.
En medio de la oscuridad de la cabina, Nicky le tendió la mano. Chloe se la tomó sin decir nada. Necesitaba la ternura que silenciosamente le ofrecía, la seguridad que aquella tierna caricia le proporcionaba.

—Lo siento. No debería haberlo mencionado —dijo Nicky por fin, con la voz ronca, como si él también se hubiera permitido perderse en la sensualidad de los recuerdos—. No te he traído aquí para seducirte, ni para que ignoraras lo que ha pasado.

¿Seducirla? Diablos, como continuara acariciándole la palma de la mano con el dedo índice, se iba a quitar su ropa antes de que hubieran llegado al primer semáforo. Y se sentiría mucho mejor si Nicky bajara la ventanilla y escupiera el chicle de menta que le hacía mover la mandíbula a ese ritmo tan sexy que la estaba volviendo loca de deseo.

—Gracias. Mira, creo que es mejor que me lleves a mi casa. Me gustaría estar sola un rato.

Nicky parecía a punto de protestar, pero no lo hizo. Continuaron en silencio durante algunos minutos, sin soltarse la mano. Chloe aprovechó la oscuridad de la cabina para estudiar su perfil. Su fuerte barbilla, la mandíbula perfectamente cincelada, su boca.

Se obligó a apartar la mirada y fijarla en el asfalto. Pero sus ojos volvían siempre a él. ¿Cómo podía haberlo confundido con su hermano? En lo más esencial, eran completamente diferentes. Cuando estaban a punto de llegar a su barrio, Nicky rompió el silencio.

—¿Cómo vamos a solucionar todo esto? ¿Podemos quedar mañana?

—No lo sé.

Nicky suspiró frustrado.

—Entonces habíame, explícate. ¿Qué es lo que más te ha molestado? ¿Te sientes avergonzada? ¿Estás preocupada por lo que pueda decir Neil?

—No me gusta sentir que no controlo la situación.

—¿Siempre lo controlas todo, Chloe?

Chloe rio suavemente.

—No, normalmente no. Pero me gusta fingir que lo hago. Y me gusta que la gente que me rodea crea que siempre sé lo que estoy haciendo.

—De modo que lo que te molesta es haberte visto atrapada en una pequeña confusión de identidades.

—¿Una pequeña confusión de identidades? Eso es como decir que el Everest es una colina.

—Chloe, no eres la primera persona que nos confunde a Neil y a mí. Aunque yo sea mucho más guapo e infinitamente más agradable.

Chloe consiguió esbozar una sonrisa.

—Sí, lo eres. Y también muy modesto.

—Entonces la cuestión de la confusión en realidad no es un problema, porque yo soy el Byrne que querías que fuera.

Chloe vacilaba y Nicky disminuyó la presión de su mano.
Sí, Chloe quería estar con él en términos físicos. ¿Pero quería estarlo siempre? ¿Podría permitirse amarlo tal y como pensaba que podría hacerlo cuando creía que Nicky era en realidad un tranquilo hombre de negocios que podía desear tener una esposa, hijos y una casa en las afueras?

—¿Chloe?

—Ahora mismo no sé lo que quiero —admitió suavemente.

—¿Y crees que serías capaz de explicármelo? Chloe no estaba muy segura de cómo hacerlo, pero tenía que intentarlo.

—Nicky, no hay ninguna duda de que mi cuerpo te desea. Y eso ha sido así desde el principio.

Nicky vaciló un instante, pero después se atrevió a decir:

—Pero tu cerebro no, ¿verdad? ¿O es que tu cerebro está interesado en un hermano y tu cuerpo en otro?

Aquella vez, el enfado que teñía su voz era inconfundible.
Chloe quería negar inmediatamente aquella acusación. Odiaba cómo habían sonado sus palabras. Odiaba enfurecerlo o, peor aún, herirlo. Pero su deducción no era del todo desacertada.
Físicamente, no había ninguna duda del hombre al que deseaba. Y, mentalmente, bueno, estaba convencida de que no deseaba a Neil, pero no podía negar que la atraía lo que Neil representaba: estabilidad, seguridad.

Llegaron al camino de su casa antes de que Chloe pudiera responder a aquella acusación. La joven advirtió por la tensión de su barbilla y el brillo de sus ojos que Nicky había interpretado su silencio y no le había gustado nada su respuesta.
Ella abrió la boca para decir algo, pero él ya había abierto la puerta y saltado de la camioneta para ayudarla a bajar. Siempre tan atento, incluso cuando era obvio que estaba furioso con ella.
Chloe se deslizó contra él mientras descendía, provocando con aquella deliciosa fricción un calor instantáneo. Sus senos rozaron su pecho. Sus muslos sus piernas.
Nicky retrocedió, la agarró del brazo y la acompañó hasta la puerta.

—Nicky... —comenzó a decir Chloe, comprendiendo que no podía dejar que volviera a su casa creyendo que estaba interesada en su hermano.

Pero antes de que hubiera podido decir una sola palabra, la puerta de su casa se abrió.

—Has vuelto —dijo su madre con una enorme sonrisa—. Justo a tiempo —-Jeanine sostuvo la puerta abierta de par en par para invitarlos a pasar.

Nicky se quedó en el porche.

—¿No vas a pasar? ¿Ni siquiera quieres ver las flores tan preciosas que le has enviado?

—¿Flores? —preguntó Chloe.

Nicky se quedó mirándola fijamente.

—Eh, mamá, creo que deberías dejar que entrara Chloe y leyera la tarjeta —dijo Morgan.

Chloe bendijo en silencio la perspicacia de su hermana, a la que le había bastado verlos para darse cuenta de la tensión que había entre ellos.

—No seas tonta —replicó Jeanine, ajena a todo lo que no fuera el olor a romance que se respiraba en el ambiente.

Jeanine agarró a Nicky de la mano y tiró de él. Chloe los siguió y observó a su madre mientras esta señalaba un enorme ramo de rosas rojas que había encima de la mesita del café.
Chloe sabía que no eran de Nicky. Lo veía en la contención y en la casi diversión que reflejaba su rostro. Una diversión fingida, probablemente. La tensión de su sonrisa indicaba que todavía estaba enfadado con ella porque no había sido capaz de responderle en la camioneta. Y las flores no iban a ayudar a mitigar su enfado.

—Qué detalle tan encantador, Nicky —continuó Jeanine, deshaciéndose de efusividad.

—No son mías.

Jeanine tuvo la gracia de sonrojarse. Nicky se echó a reír mientras se acercaba al jarrón, tomaba la tarjeta que acompañaba el ramo y se la tiraba a Chloe. Esta la atrapó al vuelo, pero no le hizo falta leerla para saber que era de Neil.
Neil tomó una sola rosa del ramo.

—A mi hermano siempre le ha gustado lucirse. Nunca ha sabido apreciar el valor de las cosas sencillas —se volvió a Jeanine, le tendió una rosa y le dirigió una íntima mirada—. Una sola rosa en la mano de una mujer es mucho más personal.

Jeanine prácticamente se derritió. Chloe miraba a Nicky con recelo.
Este sacó uno de los ramilletes de florecillas blancas que acompañaban el ramo, cruzó la habitación, se lo colocó a Morgan en el pelo con una delicada sonrisa y susurró:

—La comprensión es siempre más sincera que los halagos.

La imperturbable Morgan se sonrojó.

Chloe esperó con el corazón en la garganta mientras Nicky volvía a la mesa y sacaba el resto de las flores del jarrón. Sin saber muy bien lo que iba a hacer, se quedó completamente quieta mientras él caminaba hacia ella.

Contuvo la respiración. El pulso se le aceleró. Y abrió los ojos como platos cuando vio que se acercaba a la puerta y tiraba las flores al jardín.
Tras ella, Jeanine dio un respingo y Morgan soltó una carcajada.
Nicky se volvió hacia Chloe y la tomó por los hombros.

—Las flores jamás podrán decir nada tan poderoso como esto.

E, ignorando completamente la presencia de su madre y de su hermana, le hizo ponerse de puntillas y atrapó su boca con un beso que la saturó completamente de deseo y aceleró al máximo sus hormonas.
Y después se volvió y se marchó.
En el momento en el que la puerta se cerró tras él, Chloe sintió que ya no le sostenían las piernas. Se apoyó contra la puerta y fue deslizándose lentamente hasta el suelo.

—Preferiría haber conseguido lo mismo que tú —musitó Jeanine, se encogió de hombros, le guiñó el ojo a su hija y abandonó la habitación.

Morgan se aclaró la garganta, y sacudió la cabeza, como si estuviera despertando de un sueño. Al final, se volvió para seguir a su madre y dijo con un trémulo suspiro:

—Yo también.

Chloe no fue capaz de decir una sola palabra.
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Dos hombres [TERMINADA] Empty Re: Dos hombres [TERMINADA]

Mensaje por nina093 Mar 03 Feb 2015, 7:00 pm

DIECISEIS

En cuanto se alejó de casa de Chloe, Nicky se paró en la primera tienda que encontró para comprarse un refresco. No solo porque estuviera acalorado, sino también para acompañar el chicle que se había tragado justo antes de besar a Chloe. Recordando las advertencias de su madre durante la infancia, se preguntaba si merecía la pena haber besado a Chloe a cambio de tener un chicle pegado a los ríñones durante siete años.

—Sí, definitivamente ha merecido la pena — una reluctante sonrisa asomó a sus labios al recordarlo mientras se bajaba de la camioneta y se adentrada en el iluminado establecimiento.

Nicky ni siquiera podía recordar la última vez que había estado emocionalmente afectado. En primer lugar, llevaba días muriéndose de deseo por ella. Después, aquella noche se había puesto furioso por lo que Chloe no le había dicho cuando la había llevado a su casa. Y a eso había que añadir el enfado con su hermano, la tensión que se había producido en el taller, el estrés de la semana... Todo eso le había hecho incapaz de contenerse. Había actuado impulsado por el instinto, el deseo y el enfado. Y se había descubierto a sí mismo comportándose como un posesivo ejemplar del Neanderthal.
Cinco minutos después, de vuelta en la camioneta con una lata de refresco en la mano, se dirigía hacia su casa.

—Besar a una mujer delante de su madre no creo que sea lo más adecuado.

Le costaba creer la rapidez con la que se había excitado. Se había olvidado de todo lo demás, y, si por él hubiera sido, la habría arrastrado hasta la superficie más cercana y habría hecho el amor con ella. Apenas podía recordar que su madre y su hermana estaban delante.

—Imbécil —se regañó. Como si Chloe no hubiera tenido que pasar por suficientes situaciones embarazosas a lo largo del día.

Él en realidad no pretendía avergonzarla. Pero al recordar el silencio que los había envuelto durante el trayecto a su casa en la camioneta, se desprendió de todo sentimiento de culpabilidad.

—Alguien tenía que despertar a esa mujer. Es evidente que no está pensando la cosas como es debido.

O eso, o era una actriz endiabladamente buena que había conseguido ocultarle la verdad sobre sus verdaderos sentimientos y deseos.
Lo que él debería hacer era cortar inmediatamente con aquella situación. Alejarse para siempre de ella y guardar aquel fin de semana en el recuerdo para cuando fuera un anciano y pudiera dedicarse a alardear de sus salvajes días de juventud.
Sacudió la cabeza.

-Nada de eso.

No, no iba a dejarla marchar. Podría no haberle asegurado que no tenía ningún interés en su hermano, pero en realidad sabía que no lo tenía. Desde luego, no la había visto derretirse en brazos de Neil. Además, Chloe era una mujer demasiado inteligente y realista como para conformarse con un hombre como Neil.
No, había algo más en su silencio. Y, de un modo u otro, él estaba decidido a averiguar lo que era.

El jueves, Nicky no pudo iniciar su plan para averiguar lo que estaba pasando por la mente de Chloe Weston porque estuvo trabajando durante más de catorce horas. La mayor parte del día la pasó en el Centro Turístico. Y se alegró de haberlo hecho. Durante los pocos días que había estado fuera, uno de sus hombres había roto accidentalmente una tubería con una excavadora. Otro había plantado unos carísimos ejemplares de magnolio tan cerca de la playa que probablemente se habrían secado en menos de dos meses y uno de los viveros les había enviado unos enebros que jamás había encargado.

—¿Cómo es posible que todo se haya ido al infierno en solo cinco días? —le preguntó a Jason Richter, el capataz.

Estaban los dos en la caseta de obra, al final del ala norte del jardín.

—Lo siento jefe, no puedo estar en diez lugares a la vez.

—Lo sé. La culpa no es tuya. Soy yo el que debería haber estado aquí. ¿Ripley ha estado todo el tiempo encima de ti?

Jason soltó una carcajada.

—¿Eh, sabes que Ripley tiene algunas alergias importantes? El sábado por la tarde, vino a vigilarnos cuando estábamos plantando unos arbustos y la cara se le llenó de manchas rojas. No lo hemos visto desde entonces.

—Procuraré no olvidarlo —contestó Nicky riendo.

Pasaron otros veinte minutos repasando el calendario del proyecto. A esas alturas, Nicky ya no podía permitirse más retrasos ni errores humanos.

Al ver a Jason intentando disimular otro bostezo, Nicky miró el reloj. Eran casi las ocho de la tarde.

—Vamos, ya es hora de salir de aquí. No tuvo que decírselo dos veces. Nicky lo observó meterse en el coche y marcharse.

En cuanto se quedó solo, fue a recorrer la zona en la que habían trabajado durante el día, alegrándose de tener algo en lo que pensar, aparte de Chloe, durante unas horas. Al final de la jornada, ya solo quería irse directamente a la cama y quedarse tres cuartos de hora metido en la ducha. Pero aquel día tenía otra obligación. Su abuela había llegado ese mismo día y había decidido ir a hacerle una visita.
Cuando llegó a su casa, la encontró en el estudio, sirviéndose una generosa porción de brandy.

—¿Ni siquiera has sido capaz de cambiarte para venir a ver a tu abuela? —fue lo primero que le preguntó su abuela, sin poder disimular el brillo de alegría de su mirada.

—¿Quieres que me vaya?

—No te atrevas. Siéntate, jovencito, y cuéntame algo. ¿Cómo es posible que a tu padre se le haya ocurrido irse hasta el otro extremo del país, tan lejos de todos nosotros? Tenemos que encontrar la forma de que vuelvan a vivir aquí.

La misma canción de siempre. Pero Nicky sabía que su madre se cortaría un brazo antes de volver a vivir bajo la férrea mano de su suegra. Su madre había sido la primera que había apoyado los deseos de Nicky de abandonar las galerías. No le hacía mucha gracia que corriera un riesgo tan grande, pero al menos había intentado ayudarlo para que su padre y su hermano lo comprendieran.

—Se pondrá bien, abuela —le aseguró míentras se dirigían hacia el salón—. Ya has oído a los médicos. Esto solo ha sido una advertencia para que empiece a cuidarse, que es exactamente lo que lleva diciéndole mamá desde hace diez años.

—Eso ha sido el aire del oeste. Le espesa la sangre.

Nicky no intentó oponerse a la implacable lógica de aquella vieja dama. Simplemente, no merecía la pena.

—Solo quería asegurarme de que habías vuelto bien. ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas algo?

—Sí, necesito ir a Londres para reunirme con un diseñador que quiere hacer un nuevo logotipo para las galerías.

—Estoy seguro de que Neil puede encargarse de eso —contestó Nicky—. Y por cierto, las cosas me van muy bien, gracias por preguntármelo.

Sophie se encogió de hombros, se sentó en un sofá de cuero y lo palmeó para que él se sentara a su lado. Nicky se sentó y tuvo que disimular una sonrisa cuando su abuela le tomó la mano y se la estrechó.

—Ya sé cómo te van las cosas, tontueloo. ¿Crees que no te vigilo?

—Me sorprendería que no lo hicieras. Su abuela bebió un sorbo de brandy y lo miró por el rabillo del ojo.

—¿Y ha pasado algo más en tu vida? ¿Has conocido a alguien?

Si ella supiera que Chloe llevaba consumiéndolo desde hacía días... Pero no iba a darle a su abuela municiones en su campaña para que sus nietos se casaran y procrearan.

—Qué entrometida —le pasó el brazo por los hombros—. Aunque todos sabemos que inmiscuirte en las vidas ajenas es tu pasatiempo favorito. Después, claro está, de revisar el estado de tus cuentas.

Sophie le dirigió una mirada tan inocente que Nicky estuvo a punto de soltar una carcajada.

—No entiendo a qué te refieres, Nicky. ¿Cuándo me he metido yo en tu vida?
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Mensaje por nina093 Jue 05 Feb 2015, 11:24 am

DIECISIETE

El viernes por la noche, Chloe permanecía sentada en uno de los escaparates de las galerías Byrne's, observando su última creación.

—Esta sí que va a llamar la atención —dijo, con un satisfecho asentimiento de cabeza.

Aquella semana había intentado hacer algo diferente. Había planeado concentrarse en la nueva línea de ropa para niños que las galerías estaban intentando sacar adelante. Para conseguir que la gente se gastara 43 Euros en un par de vaqueros para un niño se requería una creativa estrategia de ventas y ella estaba muy animada por aquel desafío.

Cuando esa noche había ido a trabajar, se había encontrado con otro mensaje de Neil, junto con una caja de bombones. Probablemente ni siquiera los había pagado, puesto que los vendían en el almacén. Aun así, suponía que la intención era buena.
El regalo de aquel día, junto con las flores y un precioso brazalete de oro que le había regalado el día anterior, debería haberla hecho sentirse halagada. Sin embargo, la había molestado inmensamente. El ramo había terminado en la basura. Y el brazalete en el escritorio de Neil, al lado de una nota en la que le decía educada, pero firmemente, que hiciera el favor de irse al infierno.
Neil estaba desconocido. Chloe ya le había dicho, en una ocasión por escrito y en otra personalmente, que no estaba interesada en él. Pero él no se había dado por vencido.
Era extraño. El gemelo Byrne al que no deseaba parecía decidido a conquistarla. Y el otro, al que sí quería, no se había molestado en hacer otra cosa que un infructuoso intento de llamada a su celularl.
Por supuesto, su breve mensaje había bastado para paralizarle el corazón: «¿cuánto tiempo piensas continuar haciéndonos sufrir?», le decía en un ronco susurro. «Chloe, te deseo tanto que no puedo dormir por las noches».
Aquellas simples palabras habían sido mucho más efectivas que los intentos de su hermano por despertar su interés.
Aun así, cuando recordaba que habían parecido divertirse ante la posibilidad de pelearse por ella, Chloe no podía evitar sentirse como una pedazo de carne entre dos perros hambrientos.
Se iban a llevar una nueva sorpresa, pensó mientras miraba por última vez la disposición del escaparate. A diferencia de las luces tenues y marfileñas de la semana anterior, el nuevo escenario estaba iluminado por luces rojas que alumbraban el maniquí de una mujer de la que tiraban dos hombres idénticos.
La pobre mujer parecía a punto de partirse en dos, con los brazos completamente extendidos a ambos lados y las puntas de los pies rozando apenas el suelo. Iba vestida con un adorable modelo Liz Claiborne. Uno de los maniquíes iba vestido con un traje que costaba más de lo que ganaba Chloe en un mes. El otro con unos vaqueros y una camisa sin mangas.
En una única concesión por parte de Chloe a sus verdaderos sentimientos, la mujer parecía anhelar marcharse con el de los vaqueros.
El resultado era muy llamativo. Nada sutil, pero definitivamente satisfactorio. Mientras recogía sus cosas y se preparaba para marcharse, Chloe se descubrió pensando que ojalá su madre estuviera dormida cuando llegara a casa. Jeanine había estado llorando aquella mañana y Chloe imaginaba que había roto con su último novio. No estaba preparada para consolar a su madre por culpa de otra ruptura sentimental. No, aquella noche no. No cuando ella todavía no había resuelto su intrincada vida amorosa.
Chloe oyó el ruido de un motor en la calle e inmediatamente la asaltó una fuerte sensación de deja vu.
Apartó las cortinas a tiempo de ver la camioneta de Nicky en la acera. Se mordió el labio, mientras retrocedía mentalmente varias semanas. Hasta la primera vez que lo había visto. La primera vez que lo había deseado.
Se quedó muy quieta, mirando a través de la abertura, esperando a verlo, para ver si la historia podía repetirse.
Desgraciadamente, no estaba lloviendo, de modo que la camisa no se pegaba a los contornos de su pecho y su vientre. Además, era obvio que sospechaba que estaba allí porque se acercó al escaparate e intentó mirar a través del cristal y las cortinas oscuras.
Era imposible que pudiera verla, pero la lenta sonrisa que asomó a sus sensuales labios indicaba que sabía que estaba allí. De alguna manera, lo sabía. Golpeó el cristal y después señaló el reloj con el dedo índice, como si quisiera indicarle que ya era hora de marcharse. Dio media vuelta y volvió a acercarse a la camioneta. Absolutamente asombrada, Chloe lo vio extender una tumbona en la parte posterior de la camioneta y sentarse en ella, con los brazos cruzados, preparándose para esperar.

—Estás loco —susurró Chloe con una risa, segura de que sería capaz de quedarse allí toda la noche si hacía falta. El corazón comenzó a latirle a toda velocidad—. Y eres maravillos —musitó mientras se preparaba para apagar las luces.

Pero de pronto vaciló. Sabiendo que Nicky vería o se enteraría de lo que acababa de hacer en el escaparate antes o después, decidió jugarse el todo por el todo. De modo que mantuvo el escaparate completamente iluminado, tiró su bolso al suelo, bajó de la tarima y corrió parcialmente las cortinas.
Chloe se mordió el labio mientras observaba a Nicky erguirse en la tumbona. Cuando la farola iluminó su rostro, tuvo una vista perfecta de su expresión. Lo vio sacudir la cabeza y después sonreír divertido. Aunque no podía oírlo, sabía que se estaba riendo.
Nicky se levantó al verla en el interior de la tienda. Le dirigió una última mirada e inclinó la cabeza educadamente, como si estuviera reconociendo su participación en su inspiración. Al final, alzó las manos y aplaudió su ingenio.

-Sabía que lo entenderías —susurró Chloe con una sonrisa tan amplia que le dolían las mejillas. Corrió a buscar al vigilante nocturno para poder salir.

Salió por la puerta de atrás, se metió en el coche y condujo hacia el aparcamiento de la entrada principal. Nicky había vuelto a la tumbona, probablemente sabiendo que estaba a punto de salir.

—Apuesto a que nadie te ha acusado nunca de esconder tus sentimientos —dijo Nicky con una risa en cuanto Chloe salió del coche.

—Y tú tampoco eres precisamente sutil —respondió ella mientras intentaba subirse a la camioneta y le tendía la mano
para que la ayudara. Nicky obedeció. No solo la ayudó, sino que la subió literalmente a la parte trasera de la camioneta.

La luz de la farola reflejaba el brillo de determinación de su mirada.

—Hola, Chloe Weston. Encantado de conocerte.

A Chloe le dio un vuelco el corazón cuando comprendió lo que estaba haciendo. Estaba volviendo al principio.
Empezando desde cero. ¿Quién podía pedir más?

—Hola, Nicky Byrne —Chloe sonrió—. Supongo que eso significa que ya no seremos más unos desconocidos.

—Y que se acabaron los juegos.

—Pero todavía no nos conocemos bien.

—Es la razón por la que estoy aquí. No hay mejor momento que el presente para que empecemos a conocernos. No es demasiado tarde, ¿verdad?

—Desde luego que no. Este trabajo me ha convertido en un buho —como al día siguiente no tenía que ir a clase, a Chloe no le importaba estar despierta hasta el amanecer. Siempre y cuando estuviera con él.

—¿Y tienes que ir directamente a tu casa? — permanecía tan cerca de ella que sus cuerpos casi se rozaban. Solo el aire de la noche de Florida los separaba.

—No, ¿por qué? ¿Hay algún sitio al que quieras ir?

—Me preguntaba si te apetecería ir a bailar. Era lo último que Chloe se esperaba. Había anticipado alguna propuesta más explícitamente sexual, desde luego, no una invitación a bailar.

—¿Quieres llevarme a bailar? ¿Ahora? ¿No te parece que es un poco tarde?

En vez de contestar, Nicky se acercó a la cabina de la camioneta, y accedió a ella a través de la ventana trasera.
Luego, retrocedió. Al oír la música procedente del interior, Chloe soltó una carcajada.

—¿Bailas conmigo? —le preguntó a Chloe, tendiéndole las manos.

Chloe buscó sus brazos con la misma suavidad que la noche se dejaba abrazar por las estrellas. Y bailaron. Al ritmo pausado del blues instrumental que emitía la radio del coche. Al ritmo de los sonidos de la noche. Al ritmo de los latidos del corazón de Chloe.

—Bailas maravillosamente —le dijo a Nicky, sin apartar la mejilla de su pecho.

—Mi madre nos obligó a Neil y a mí a recibir clases de baile.

—Me cuesta imaginarme a Neil con zapatos de claque.

Continuaron en silencio, meciéndose mientras iba sonando balada tras balada. Chloe sentía la tela del vestido de algodón que llevaba moldeándose contra su cuerpo, empujada por la fría brisa nocturna. Se estremeció ligeramente, pero Nicky la estrechó con fuerza contra él, para que no sintiera nada, salvo el sólido calor de su cuerpo.

—¿Crees que el guardia de seguridad puede vernos desde el interior del almacén? —preguntó Chloe.

—¿Charlie es el vigilante de esta noche?

Chloe asintió.

—Entonces seguro que no. Es imposible. Estoy convencido de que ahora mismo está durmiendo.

—Así que en dirección saben lo que hacen sus trabajadores.

—Yo ya no trabajo aquí.

—Definitivamente no. Y no podría imaginarte haciéndolo, ¿sabes? Me cuesta visualizarte siendo como Neil. Caminando por las diferentes plantas y regañando a las vendedoras por llevar unos pendientes demasiado largos o ir excesivamente
maquilladas.

—Pero ha mejorado mucho, ¿sabes? En otra época estuvo haciendo campaña para que llevaran uniforme. Tardamos meses en sacarle esa idea de la cabeza.

—No echas de menos ese trabajo, ¿verdad?

—No, no lo hecho de menos —respondió con absoluta sinceridad—. Odio estar todo el día encerrado. Además, me gusta construir algo por mí mismo, sentir el desafío.

Hablaba igual que su madre, pensó Chloe. ¿Sería también tan voluble como ella? Inmediatamente, intentó arrinconar aquel pensamiento.

—Yo diría que nuestra relación ya ha sido bastante emocionante y desafiante —le ofreció Chloe con una sonrisa.

—Desde luego —la estrechó contra él—. Sospecho que ese es el motivo por el que Neil es tal como es. Yo he conseguido lo que necesitaba volando del nido y montando mi propio negocio. Él lo consigue a través del sexo.

Tenía, sentido. No le hacía feliz, pero tenía sentido. Y el cielo sabía que no quería que Nicky cambiara porque se había enamorado locamente de él siendo tal como era.
¿Enamorarse? ¿Desde cuándo? ¿Es que se había vuelto completamente loca?
Probablemente. Pero no cambiaría lo que estaba sintiendo en aquel momento por nada del mundo.
Continuaron bailando, protegidos por las galerías a un lado y por la hilera de árboles que separaba el aparcamiento de la autopista al otro.

—Así que estamos completamente solos y nadie puede vernos.

—Aja —contestó Nicky, arqueando una ceja.

—¿Entonces crees que podrías besarme?

No tuvo que preguntárselo dos veces. Sin dejar de bailar, Nicky inclinó la cabeza y buscó su boca.
Chloe suspiró y hundió las manos en su pelo. Él no profundizó inmediatamente el beso, parecía conformarse con saborear delicadamente sus labios. Chloe cerró los ojos, inclinó la cabeza y dejó de sentir todo lo que no fuera él. Sus brazos a su alrededor.Su cuerpo estrechandose contra el suyo.Sus labios sorbieron los suyos como si fueran el mejor de los vinos.
Cuando Nicky puso fin a su beso,Chloe abrio los ojos y lo descubrio mirandola con inmensa ternura. Después, volvió a rozar sus labios. Estaba tentándola, lo sabía. Haciéndola esperar mucho más. Y ella se estremeció de anticipación.

—¿Tienes frío?

—Nunca he tenido más calor. Al cabo de unos segundos, cuando terminó una canción, Chloe dijo suavemente:

—Te vi aquella noche, ¿sabes?

Nicky la miró con expresión interrogante.

—La noche que se te pinchó la rueda. Te vi aquí. Estaba mirándote desde el escaparate.

—¿De verdad? —de pronto se iluminó su mirada—. ¡El escaparate! ¡Los maniquíes! Vi una foto en el periódico, pero en ningún momento hice la conexión.

—Yo fui la mirona que se apropió de un momento íntimo de tu vida y lo puso en un escaparate para que todo el mundo lo viera.

Nicky frunció el ceño.

—¿Y no se te ocurrió salir a prestarme un paraguas mientras cambiaba la rueda?

—Lo siento. Me temo que estaba demasiado ocupada devorándote con los ojos.

Nicky rio suavemente sin dejar de abrazarla.
Sin dejar de bailar. Sin dejar de desplegar tanta ternura que
Chloe tenía ganas de llorar del placer de estar entre sus brazos.

—Debiste pensar que era Neil. Entonces no sabías que éramos gemelos.

—Exactamente. Hasta entonces, jamás me había fijado en tu hermano. Pero esa noche bueno... a partir de esa noche empecé a desearte.

—Entonces no hay ninguna duda de a cuál de los hermanos deseas.

Chloe dejó de moverse y alzó la cabeza para mirarlo a los ojos. Quería asegurarse de que ya no había más confusiones, de que Nicky ya no tenía ninguna duda sobre sus verdaderos motivos.

—Ninguna, Nicky. Lo que sucedió en el centro turístico no habría ocurrido si no te hubiera visto bailando bajo la tormenta y hubiera reconocido a ese hombre apasionado y sorprendente al que vi cambiando la rueda de la camioneta.

—¿Y qué me dices de Neil?

—Entre Neil y yo no podría haber pasado nunca nada. Es a ti a quien he deseado siempre —se estrechó contra él y continuaron su danza lenta y sensual.

Dejando a un lado sus dudas, sus preocupaciones y sus miedos, Chloe admitió la verdad.

—Y es a ti a quien sigo deseando, Nicky.

—Creo que deberías decírselo a mi hermano —respondió Nicky riendo. Chloe suspiró con enfado.

—Eso es lo que he estado intentando hacer.

—¿Alguna vez le has dicho directamente que me has elegido a mí?

—Bueno, no. No con esas palabras. Pensé que con decirle que no estaba interesada en él sería más que suficiente.

—Pues no, lo siento. Neil no está acostumbrado a que le digan que no. Además, se divierte mucho intentando hacerme rabiar.

—Son muy retorcidos.

—No. Somos hombres.

—Me alegro de tener una hermana.

—Tu hermana es adorable, por cierto. Y también me gusta tu madre.

—Gracias. Son únicas —admitió, encogiéndose de hombros—. No las cambiaría por nada del mundo.

—Estoy seguro de que ellas dirían lo mismo de ti.

—¿Y qué me dices de tu familia?

—De alguna manera se parece mucho a la tuya. Son bastante excéntricos. Y todos son muy diferentes. Probablemente mi abuela sea la que más se parece a Neil. Tiene mucha fuerza de voluntad y le gusta salirse siempre con la suya.

—Supongo que no le haría mucha gracia que renunciaras a tu trabajo.

—No puedes ni imaginártelo. Pero al final supo conformarse. Neil está haciendo un buen trabajo.

—Y hablando de Neil. Pienso decírselo mañana.

—¿Decirle qué?

—Que soy toda tuya.

—¿Y eso es cierto?

—Creo que sí.

—Entonces, será mejor que continuemos bailando para averiguarlo.

Aunque no retumbó ningún trueno ni los rayos cruzaron los cielos, comenzó a caer una suave lluvia de verano. Chloe sintió una gota en la frente y a continuación nuevas gotas deslizándo
se por su pelo.
Nicky la estrechó contra él y besó la humedad de su mejilla. Continuó abrazándola con fuerza mientras se mecía al ritmo de la música.

—Te estás mojando —musitó él.

—Y tú también.

—¿Te importa?

—En absoluto —Chloe alzó la mano por su cuello hasta alcanzar
el aro de oro que todavía llevaba.

—A mí tampoco.
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Mensaje por nina093 Dom 08 Feb 2015, 1:01 pm

DIECIOCHO

Aunque Chloe lo deseaba desesperadamente, Nicky no hizo el amor con ella la noche del viernes. Pasaron horas y horas bailando bajo la lluvia y las estrellas que poco a poco volvieron a salir. Después de pasar aquellos momentos tan íntimos entre sus brazos, de intercambiar besos que parecían no tener fin, Chloe se habría arriesgado a ser detenida por escándalo público por haber terminado desnuda con él en la camioneta.
Lo único que habría hecho falta habría sido que Nicky se lo pidiera.
Pero no se lo había pedido.
Y tampoco se lo pidió al día siguiente, cuando fue a verlo a su apartamento y estuvieron paseando por la playa.
No hubo sexo el sábado. Ni el domingo, cuando condujeron hasta Fort Lauderdale. La visita del Junes al acuario fue divertida y platónica. La cena del martes y la sesión de cine, tan románticas como platónicas. Y el miércoles, cuando quedaron para almorzar entre clase y clase de Chloe, esta había llegado ya al límite del deseo. Un nuevo encuentro sin sexo y terminaría explotando.

—Nicky, ¿qué está pasando aquí?

Nicky se tragó la patata frita que acababa de meterse en la boca.

—Me estoy comiendo tus patatas fritas. Lo siento.

—No me refiero a las patatas fritas.

—¿No está buena tu hamburguesa? ¿Está demasiado hecha?

—Olvídate de las patatas fritas y las hamburguesas. Estamos hablando de ti y de mí. ¿Qué estamos haciendo, Nicky?

—Creo que estamos almorzando —en cuanto Chloe gimió, añadió—: Lo siento, no he podido resistirme.

—¿Entonces vas a contestarme o no?

—¿Y cuál es la pregunta? —alzó la mano defensivamente cuando Chloe lo fulminó con la mirada—. Era una broma. Mira Chloe, yo tenía la impresión de que te negabas a involucrarte sentimentalmente con alguien sin conocerlo primero. ¿No era ese el problema? ¿Que no nos conocíamos el uno al otro? ¿Que no estabas segura de quién era yo?

—¿Entonces es eso lo que has estado haciendo? —le preguntó Chloe estupefacta.

—Sí —sonrió—, quería que disfrutáramos de algunas citas.

—Creo que ya habíamos ido mucho más allá de las citas.

—¿Y quién ha dicho que no se pueda empezar a mantener citas después de haberse acostado con alguien?

Chloe se reclinó en la silla. Quería preguntarle si sabía cuándo iban a progresar sus citas hacia algo más serio que unos cuantos besos. Pero no le parecía una pregunta propia de una dama.
Frente a ella, Nicky continuaba devorando el resto del almuerzo. Parecía muy relajado. Chloe advirtió un brillo de diversión en sus ojos y comprendió que era perfectamente consciente de la batalla que estaba librando. ¡Estaba esperando que se arrojara a sus brazos!
Pues iba a tener que esperar sentado. Porque ella era una mujer. Podía soportar la espera. Al fin y al cabo, ¿no se decía que las mujeres eran más fuertes en aquel campo de batalla en particular?

—Tonterías —musitó para sí. Tomó su vaso y se bebió el último trago de té con hielo. Lo bajó y deslizó la lengua por sus labios.

Nicky siguió atentamente aquel movimiento. Entrecerró los ojos. Abrió los labios. Sus hombros se tensaron.

«Tocado, cariño», se dijo Chloe divertida.

—Muy bien, de momento nos conformaremos con la citas —dijo con un exagerado suspiro.

Le sostuvo la mirada, dejándole comprender en realidad nada había cambiado. Continuaba deseándolo, pero el próximo movimiento tendría que hacerlo él.

—¿Y dónde vamos a citarnos la próxima vez? ¿En el minigolf?

Nicky rio suavemente.

—Creo que te sorprenderé.

Nicky planificó todo los detalles de la noche del viernes con la misma precisión de un general
organizando el plan de batalla. Se suponía que hiban a verse el jueves, pero canceló la cita. No podía pasar más tiempo con Chloe sin ceder a sus suplicantes miradas.
Y él no quería ceder. No quería hacer el amor con ella hasta que encontraran el momento y el lugar indicados. Y eso significaba esperar hasta la noche del viernes.
No hacer el amor con ella había sido un auténtico infierno. Pero si de esa forma Chloe comprendía que podía confiar en él, merecía la pena.
Pensaba en ella constantemente. Por las noches, en el trabajo... Jason había tenido que repetirle algunas preguntas hasta tres veces durante una conversación telefónica. Y Nicky incluso se había olvidado de que pensaba quedar para tomar algo con su hermano.
Era imposible continuar ocultándose la verdad: estaba enamorado.
Para el viernes por la noche a las once, Nicky ya lo tenía todo preparado. Chloe no pensaba verlo hasta la tarde del día siguiente, así que aparcó la camioneta en la parte trasera de las galerías para que no lo viera llegar. Charlie, el vigilante, lo recibió de buen humor.

—Pase, señor Byrne. Y muchas gracias por darme la noche libre.

Nicky le tendió un puñado de billetes y dos entradas para el estadio.

—Aquí tienes. Espero que disfrutes del partido. Y recuerda, esto tiene que quedar entre nosotros.

—Por cierto —dijo Charlie antes de marcharse—. Chloe está en el taller. Todavía no ha ido al escaparate.

La planta baja de Byrne's no había cambiado prácticamente nada durante aquellos años, de modo que Nicky no tuvo problema para abrirse camino en medio de la oscuridad. Y como el día anterior había pasado por allí a investigar, sabía exactamente qué departamentos debía visitar. Hizo una rápida visita a la sección de audiovisuales, a la sección de deportes y al supermercado. Y, la última, la más importante, a la sección de novias.
Siguiendo el sonido de la música de la radio, se dirigió hasta el taller de Chloe. La puerta estaba abierta.
La empujó, entró en el taller y se quedó completamente paralizado.
Cantaba Ricky Martin y Chloe Weston estaba bailando. Sostenía entre sus brazos el torso de una maniquí sin cabeza, cuyas piernas y brazos descansaban en el sofá.

—¿Interrumpo algo? —le preguntó entre risas. Chloe dejó caer el maniquí al suelo.

—Nicky, me has dado un susto de muerte. ¿No te han dicho nunca que no se puede entrar
sigilosamente en un lugar oscuro y en mitad de la noche?

—Alguien debió olvidarse de enseñarme esa importante lección. Supongo que la misma persona que no te enseñó que no se debe espiar a la gente por las ventanas.

—Cállate y dame un beso —repuso Chloe con una radiante sonrisa.

Nicky obedeció al instante, arrastrándola hasta sus brazos para darle un profundo y prolongado beso que los dejó a ambos sin respiración. Cuando por fin se separaron, Chloe se tambaleó y se inclinó hacia él.

—¿Estás lista para nuestra próxima cita?

—¿Ahora? Lo siento, pero no puedo marcharme. Todavía no he empezado a preparar el escaparate.

—¿Y quién ha dicho que tengas que marcharte? —la tomó de la mano y salió con ella hacia el pasillo—. Vamos.

—¿A dónde vamos?

—Esta noche visitaremos montones de lugares. Pero creo que empezaremos por lo que tú sugeriste el otro día.

Chloe no parecía acordarse. De modo que cuando llegaron al departamento de deportes y vio preparados los palos y las pelotas de golf soltó una carcajada.

—¿Al minigolf? Estás completamente loco, Nicky.

—No, simplemente me gusta jugar —bajó la voz, intentando engatusarla—. ¿A ti no? Juega conmigo, Chloe. Toda la noche.

—¿Toda la noche? —miró de lado a lado—. Hay vigilantes, Nicky, y cámaras de seguridad.

—Charlie se ha ido. Estamos completamente solos. Y las cámaras y las alarmas estarán desconectadas hasta mañana a las siete.

—¿Y si alguien nos descubre?

—Es imposible —se inclinó hacia ella, lo suficiente como para respirar la fragancia de su colonia—. Además, ¿no crees que la posibilidad de que nos descubran lo hace todo un poco más emocionante?

Chloe sentía latir su pulso a toda velocidad. La tentación, la emoción de lo prohibido arrancaba chispas de sus ojos y coloreaba sus mejillas. Asintió.

—De acuerdo. Ya había pensado en otras ocasiones en lo divertido que podría ser este lugar por las noches.

—Esa es precisamente la idea —se agachó para tomar un palo de golf y ponérselo entre las manos—. Vamos, empieza tú.

—De acuerdo, pero no soy la mejor golfista del mundo.

—Desde luego. Estás agarrando fatal ese palo. Suéltalo.

Chloe lo miró haciendo un mohín.

—¿No te gusta cómo agarro tu palo? Me extraña, Nicky, yo pensaba que te gustaba que lo sujetara con firmeza.

—Nada de bromas sexuales. Esta es nuestra primera cita —Nicky frunció el ceño, intentando ponerse firme.

Chloe frunció el ceño, golpeó la bola y la metió en el hoyo artificial al primer intento. Sonrió de oreja a oreja.

—Te he mentido. En realidad soy la Reina de Deerfield Beach. Lo único que pretendía era seguir la regla de oro para las chicas en su primera cita: dejar que los hombres ganen porque no soportan perder.

—Pero no me has dejado ganar.

-Lo siento. No está en mi naturaleza fingir que soy una inútil.

—Es una pena.Me habria gustado enseñarte a jugar-se coloco tras ella,de manera que la espalda de Chloe quedara contra su pecho y la curva de su trasero descansara en su entrepierna-.¿Estas segura de que no quieres que te ayude?

Era imposible no sentir su erección. Y también que Nicky no supiera que se estaba restregando intencionadamente contra él, tentándolo despiadadamente.
El partido de golf duró solo unos minutos. Incapaz de continuar viendo las manos de Chloe alrededor del palo, Nicky señaló un banco cercano.

—¿Quieres patinar?

Chloe miró y abrió los ojos como platos al ver los patines que había alineado allí.

—No sé patinar. Y esta vez no te engaño.

Demostró tener razón. Chloe, definitivamente, no sabía patinar. Apenas era capaz de tenerse en pie y mucho menos de moverse. No se había alejado ni medio metro del banco cuando ya comenzó a agitar los brazos y estuvo a punto de caerse al suelo. Nicky la agarró por la cintura y se sentó en la superficie del banco, dejando que Chloe aterrizara en su regazo.
Los dos rieron a carcajadas hasta terminar mirándose el uno al otro, plenamente conscientes del contacto de sus cuerpos.

—Creo que sería mejor que intentáramos otra cosa —susurró ella.

Asintiendo, Nicky la levantó de su regazo y comenzó a desatarle los patines. Cuando ambos hubieron terminado se levantó.

—¿Estás lista?

—¿A dónde vamos ahora?

—Es una sorpresa.

Chloe lo miró de reojo.

—¿Qué tal si vamos al tercer piso? —le sugirió.

—¿Que hay en el tercer piso? —preguntó Nicky.

—El departamento de muebles —respondió Chloe con una de esas caídas de pestañas que hacían correr la sangre de Nicky a toda velocidad por sus venas. Nicky tragó saliva y fingió un completo desinteres.

—No, tengo otros planes para esta noche. Y, creo que debería decírtelo ahora, ninguno de ellos incluye una cama.
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Mensaje por nina093 Mar 10 Feb 2015, 5:45 pm

DIECINUEVE

Lo siguiente fue una sesión de videojuegos en una enorme pantalla a todo color. Chloe, cuyas arcaicas experiencias de la infancia no incluían aquellas tecnologías, fue derrotada de forma aplastante en una pesadilla de artes marciales.

—Estos juegos son bastante realistas, ¿eh?

—¿No te ha gustado el juego de los Guerreros Ninja?

—Demasiados intestinos volantes para mi gusto.

Nicky soltó una carcajada y le pasó el brazo por los hombros.

—¿Tienes hambre?

—¿Cómo voy a tener hambre después de haber visto la pantalla llena de visceras?

—Quizá podamos comer algo más tarde.

Condujo a Chloe hasta el Rincón del Gourmet, donde había extendido una sábana blanca en el suelo sobre la que había colocado una cesta y un termo.

—¿Un picnic?

—Creía que no tenías hambre.

—¿Qué has traído?

—Los mejores bombones que se venden en las galerías, frambuesas y champán.

Mientras compartían el champán y los dulces, Chloe comenzó a sentirse más relajada. La partida de golf y los juegos habían sido divertidos, pero, de alguna manera, sentía que estaban pasando a una fase diferente. Que era, seguramente, lo que Nicky había planeado. Admiraba su ingenuidad. Y sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Nicky estaba dándole lo que pensaba que quería: la oportunidad de sentir que realmente lo conocía antes de involucrarse más seriamente con él.
Y todo eso habría sido magnífico si en realidad no hubieran dado ya otros pasos. Era muy difícil fingir que darle la mano mientras patinaban era suficiente cuando lo que realmente quería era verlo desnudo, hundiéndose en ella y completamente fuera de control. «Pero la noche es joven», se recordó, disimulando una sonrisa. Sí, la noche era definitivamente joven.
Tenían horas y horas por delante.

—Jamás me habría imaginado que este lugar pudiera ser tan romántico —dijo.

Bebió un sorbo de champán, dejando que el líquido empapara sus labios y sabiendo que Nicky estaba observando cada uno de sus gestos.
Nicky se inclinó lentamente hacia ella, hasta que sus respiraciones se mezclaron. Y cuando Chloe apenas podía ya soportar la tensión, la besó, lamiendo el champán de sus labios.

—¿Está rico? —le preguntó Chloe con un ronco susurro.

—Inténtalo con una frambuesa.

Chloe no necesitó otra invitación. Tomó una de las jugosas frambuesas y se la metió en la boca. Nicky no hizo ningún esfuerzo por disimular su interés mientras ella abría los labios y deslizaba la fruta entre ellos. Chloe mordió la frambuesa y gimió al sentir el jugo dulce y agrio en la lengua.

—Delicioso. ¿Quieres? —musitó, mientras deslizaba el resto de la fruta en su boca.

Nicky contestó inclinándose para besarla otra vez, saboreando la frambuesa en su boca y dejando que sus lenguas compartieran aquel suculento bocado.
Aunque Chloe estaba más que preparada para tumbarse y dejar que el picnic terminara como deberían hacerlo todos los picnics románticos, Nicky se apartó y se levantó.

—-¿Nos vamos? —Chloe quería llorar.

—Sí, nos vamos —replicó él con voz ronca.

—¿A dónde? —le tendió la mano para que la ayudara a levantarse.

Nicky entrelazó los dedos con los suyos y no la soltó mientras caminaban por el almacén.

—¿Te importaría hacer un pase de modelos privado esta noche?

¿Un pase de modelos? La idea la tentaba. Chloe había fantaseado a menudo con la posibilidad de probarse alguna de aquellas ropas exquisitas y aquel sería el momento perfecto.
Pero, por alguna razón, Nicky no se detuvo en el departamento de moda, sino que continuó caminando.

—Eh... ¿a dónde vamos?

—Ya lo verás.

Dejaron detrás la sección de jóvenes, de baño, de lencería... Y Nicky no se detuvo hasta llegar al último de los departamentos femeninos.
Chloe se detuvo y lo miró con expresión escéptica. , —¿Novias?

—Ve al primer probador. He dejado allí algo para ti.

—No sé si me apetece probarme un traje de novia.

—Te prometo que no es un traje de novia. Yo te esperaré en el mostrador de cambios —antes de marcharse le dijo—: Y, por cierto, considéralo un regalo. Te lo compré ayer.

Mientras se encaminaba hacia el probador, por la mente de Chloe cruzaron toda clase de posibilidades. El departamento de novias incluía toda una sección de vestidos de noche y trajes de etiqueta. Pero cuando su mirada se acostumbró a las deslumbrantes luces de la entrada del probador y pudo ver lo que Nicky quería que se probara para él, recordó que aquella sección también ofrecía todo un surtido de lencería. La más deliciosa y seductora lencería para el ajuar de una novia.
Apretó los puños, alzó los brazos al cielo y gritó con expresión de triunfo:

—¡Sí!

Nicky por fin había decidido poner fin a sus juegos. Porque no iba a ser capaz de mirarla sin tocarla.
Se metió en el probador, se desnudó rápidamente y tomó el delicado conjunto, temiendo casi tocar la delicada seda y el encaje. Como el cubículo estaba en penumbra, apenas podía distinguir el conjunto. ¿Era de color negro? ¿Color burdeos?
El sujetador apenas cubría las curvas de sus senos y el encaje rozaba sus sensibilizados pezones. Solo después de ponerse las bragas de encaje a juego se dio cuenta de que tenían una cremallera en el centro.
¡Qué escándalo!
A continuación descubrió una liga y las medias más sedosas que había visto en toda su vida. Después de ponérselas, se cubrió con una bata a juego y se ató el cinturón, notando el pronunciado escote que se abría hasta muy por debajo del final del sujetador. Y para terminar, se puso unas zapatillas de tacón que completaban el seductor conjunto.
Cuando terminó, intentó ver su reflejo en el espejo, pero apenas podía distinguir nada. Así que se pasó los dedos por el pelo, se mordió el labio y tomó aire. Aquel juego sensual era muy excitante, pero también la asustaba un poco. Al no poder verse a sí misma en el espejo, no podía reunir la confianza que
necesitaba, no podía decirse a sí misma que merecía la pena el esfuerzo.
«Eres Chloe», se recordó. Y Nicky se merecía la ansiedad y las inseguridades contra las que estaba batallando.
Chloe salió de los probadores y rio vio a Nicky por ninguna parte. Pero, definitivamente, sí vio lo que le había preparado.
En el departamento de novias había un rincón con una tarima, rodeada por tres espejos. Las novias normalmente la utilizaban para probarse el vestido de novia y tener una visión del mismo desde todos los ángulos.
Pero era obvio que Nicky tenía otra cosa en mente. Había cubierto la tarima con una tela de satén marfil y había colocado velas blancas delante de cada espejo. En el centro de la plataforma brillaba un solitario foco.

—¿Estás ahí? —le preguntó Chloe, colocándose en una esquina, sin atreverse a ser iluminada por completo.

—Sal a la plataforma.

La voz procedía de cerca del mostrador de cambios, pero Chloe no podía verlo. Se mordió el labio.

—¿Dónde estás?

—Estoy aquí, Chloe. Por favor, da un paso adelante, déjame verte.

Chloe tomó aire, se acercó a la plataforma y miró por encima del hombro, buscando a Nicky.

—No, no me mires a mí —le pidió Nicky con un ronco susurro.

Chloe bajó la mirada y vio su cuerpo iluminado por la luz del foco.

—Mírate en los espejos —continuó Nicky.

Chloe se miró. Y volvió a mirarse. Entreabrió los labios para poder respirar, intentando combatir el impacto causado por las imágenes que le devolvía el espejo. Su reflejo se repetía una y otra vez. El efecto era sorprendente. El tono brillante de la lencería color zafiro contra la suavidad de su piel era al mismo tiempo llamativo y sensual. Mientras veía las pronunciadas curvas .de su cuerpo bajo la seda, se imaginó a Nicky contemplándola desde la oscuridad. El corazón le latía a un ritmo vertiginoso.

—¿Es esto lo que quieres?

—Oh, sí.

Aunque sabía que Nicky se había acercado, Chloe no se movió. Continuó con la mirada fija en el espejo, sin reconocer apenas a la mujer que veía frente a ella. Una sonrisa curvó sus labios mientras se abría la bata.
Oyó que Nicky contenía la respiración.

—¿Quieres que pare?

—Solo si quieres matarme.

Chloe rio suavemente, se desató el cinturón de la bata y dejó que se abriera completamente. Un suave gemido le indicó que Nicky estaba a solo unos centímetros de ella. No se volvió, y tampoco buscó su reflejo en el espejo. Chloe ni siquiera había pensado nunca en lo adictiva que podía ser la sensación de sentirse deseada. Pero lo estaba sintiendo en aquel momento. Era una sensación embriagadora. Intensa. Sobrecogedora. Solo la igualaba la elemental respuesta de su cuerpo.
Deseaba tanto a Nicky que le dolía.

—¿Más?—sin esperar respuesta, dejó que la bata resbalara por sus hombros.

—Eres sorprendente. ¿Te ves a ti misma tal como yo te veo?

Chloe se encogió de hombros y dejó que la bata cayera al suelo.
Después miró hacia adelante, estudiando su reflejo. Nunca se había considerado una persona verdaderamente bella. Y, desde luego, jamás se había visto a sí misma como una mujer sensual. Pero en aquel momento se veía exótica, bella, sensual. Y sabía que era Nicky el único hombre capaz de hacerle sentirse así.
Casi sobrecogida por la facilidad con la que Nicky había sido capaz de provocarle aquella reacción, Chloe se llevó la mano al cuello. Se lo acarició, estudiando en todo momento su reflejo. A continuación, deslizó la mano por su hombro y su brazo.

—Estás imaginándote que soy yo el que te toco.

Chloe asintió y continuó bajando la mano por su seno, acarició la piel suave de su vientre y hundió los dedos en el elástico de las bragas.

—Más —le pidió Nicky cuando se detuvo.

—No son mis manos las que quiero que me toquen.

Chloe esperó durante unos segundos que le parecieron horas. Después, miró su reflejo por el rabillo del ojo y vio la mano de Nicky deslizándose por la curva de su cintura. Mientras saboreaba el calor de la palma de su mano contra su piel, Chloe no dejaba de mirar. Los dedos bronceados de Nicky contrastaban marcadamente contra su piel clara.
Nicky permanecía tras ella fuera del círculo de luz, ocultando su imagen. Pero Chloe no intentó volverse; estaba embelesada por la imagen de la mano de Nicky acariciándola. Contuvo la respiración al sentir sus dedos aproximándose a sus senos. Y cuando pasaron por encima de ellos, sin hacer ningún contacto, gimió.
Después Nicky bajó la mano y trazó un camino por uno de sus muslos.

—Por favor —le pidió Chloe.

Él no contestó. ¿Quería que le suplicara? Lo haría. El placer era tan intenso que se hacía casi insoportable y estuvo a punto de derretirse cuando sintió por fin el aliento de Nicky sobre su cuerpo. Sus labios cálidos rozaron el sensible rincón en el que se unían el cuello y el hombro. Chloe cerró los ojos e inclinó la cabeza para darle un mejor acceso. Y fue recompensada por la humedad de su boca presionándola con un beso ardiente.
Nicky se movió tras ella. Chloe sintió sus ropas contra su piel desnuda.

—Si dejas de acariciarme voy a volverme loca.

—Apenas he empezado —susurró él.

Se acercó un poco más hasta que su cuerpo se encontró plenamente con el de Chloe, de los pies a la cabeza, y posó la mano izquierda en su cadera.
Chloe cerró los ojos y gimió, extasiada ante la presión sólida y ardiente que sentía contra su espalda.

—Abre los ojos, Chloe.

Chloe obedeció. Su deseo aumentaba cada vez más. Lo miró por encima del hombro con ojos resplandecientes. El rostro de Nicky era una máscara de puro deseo. Chloe echó la cabeza hacía atrás y la posó en su hombro, mostrando sus senos en abierta invitación. Nicky desató el sujetador con un rápido
movimiento y en cuanto la prenda cayó al suelo, se apoderó de ambos senos.

—Oh, sí —Chloe se retorcía mientras él se acercaba, sin llegar a tocarlas, a las sensibles puntas que coronaban sus senos—. Por favor — gimió. Nicky obedeció al instante. —Sí, me gusta.

Sin dejar de besarla, Nicky continuó la deliciosa exploración de sus senos con una mano mientras movía la otra hacia sus bragas. Chloe movía las caderas, invitándolo. Nicky buscó la lengüeta de la cremallera y comenzó a bajársela muy lentamente, intentando no hacerle daño. Chloe levantó la mano, la posó en el hombro de Nicky e inclinó la cabeza para besarlo. Sus bocas se encontraron, abiertas, húmedas y hambrientas.
Chloe gimió cuando Nicky deslizó la mano entre sus piernas, aprovechando la hendidura de la prenda.

—Mira, Chloe. Míranos.

Chloe volvió a fijar la mirada en el espejo para ver los dedos de Nicky deslizarse a través de sus rizos y de los pliegues resbaladizos de su cuerpo. Nicky encontró el clítoris y lo acarició hasta hacer que Chloe se estremeciera; a continuación hundió los dedos dentro de ella. Chloe no sabía qué era más erótico, si sentir sus dedos dentro de ella o verlos desaparecer.
Con expertas caricias, Nicky la llevó hasta un impactante orgasmo; Chloe ya solo fue capaz de echar la cabeza hacia atrás y gritar de placer. Pero antes de regresar a la tierra le exigió:

—Quiero hacer el amor, ahora.

Nicky no vaciló. Retrocedió para quitarse la ropa, volvió a acercarse a ella y comenzó a besar de nuevo su cuello y sus hombros desnudos. Chloe se estrechó contra él, invitándolo, meciéndose para sentir su ardiente erección contra su trasero.
Llevando solamente las medias, las zapatillas de tacón, las ligas y las bragas, sabía que debía tener un aspecto desvergonzadamente sensual. Y adoraba que Nicky la hiciera sentirse de ese modo.
Desnudo detrás de ella, Nicky se apoderó de sus senos y descendió hasta sus muslos. Chloe le dio la bienvenida y dejó que Nicky la pusiera de puntillas mientras él inclinaba las rodillas para deslizarse dentro de ella. De la garganta de Chloe escapaban pequeños gritos a medida que Nicky iba hundiéndose en su interior. Y cuando la llenó por completo, Chloe prácticamente aulló.
Nicky gimió mientras Chloe se arqueaba contra él, tentándolo con la suave curva de su espalda mientras él se hundía más dentro de ella.
Nicky nunca había concebido un encuentro más erótico que aquel.

—Llevo días pensando en hacer el amor.

—Yo ya pensaba que lo había soñado. Pensaba que no podía ser tan bueno corno lo recordaba —susurró.

—Pues lo era.

A partir de ahí ya no hubo palabras. Solo caricias húmedas y tiernas, besos y jadeos.

—Quiero verte, Nicky —gimió Chloe.

Nicky salió de ella y estuvo a punto de gemir al abandonar su calor. Chloe se volvió en sus brazos, le rodeó el cuello con los brazos y se estrechó contra él para besarlo más profundamente. Después, Nicky la bajó lentamente hasta uno de los escalones satinados, la tumbó de espaldas y le hizo abrir las piernas.
Alegrándose de aquella breve interrupción que había frenado de alguna manera su frenesí, Nicky la sujetó por las caderas y se detuvo a la entrada de su cuerpo.
Chloe alzó la mirada hacia él.

—Chloe, ¿te acuerdas del segundo día que hablamos por teléfono? ¿Cuándo yo te conté mi fantasía?

Chloe asintió. A sus labios asomó una seductora sonrisa.

—Gracias por hacerla realidad —le dijo.

—El placer es todo mío —le rodeó las cinturas con las piernas, urgiéndolo a darle lo que le estaba negando.

Nicky se hundió en ella, arrancándole otro beso.

—Por cierto, ángel. Yo tampoco me olvido de tus fantasías —musitó él contra sus labios.

El instinto reemplazaba a todo pensamiento. Nicky se hundía cada vez más en ella. Y sus vibrantes caricias hacían que Chloe se retorciera de deseo. Pero Nicky adivinaba por su mirada que estaba intentando recordar de qué le estaba "hablando.

—No me acuerdo... No puedo...

—Yo sí, claro que me acuerdo.

Y en el momento en el que la pasión los estaba arrastrando hasta el más intenso de los orgasmos, justo antes de que lo alcanzaran, Chloe abrió los ojos. Evidentemente acababa de recordarlo.

—¿Te refieres a...?

—Sí, Chloe. He traído los pañuelos de seda para atarte.

Y a juzgar por los gritos de Chloe, aquellas palabras la llevaron hasta el límite justo unos segundos antes de que el propio Nicky explotara.
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Mensaje por nina093 Vie 13 Feb 2015, 6:10 pm

VEINTE

Como Chloe había estado demasiado distraída para terminar todos los escaparates la noche anterior, tuvo que ir a las galerías el sábado por la tarde. Nicky tenía que trabajar, aunque le había dicho que intentaría acabar pronto para reunirse con ella por la noche. Y Chloe apenas podía esperar.
No había un solo departamento de las galerías en el que no hubiera estado con Nicky. Y aunque habían escondido y limpiado cualquier prueba de su encuentro, no podía evitar preguntarse si alguien sospecharía que la noche anterior había estado allí, disfrutando de horas y horas de maravillosa euforia.

—Eh, hola —la saludó Jess cuando pasó delante del mostrador de la perfumería—. El escaparate de hoy es increíble. Chica, qué valor tienes.

—Gracias. Quizá ayer estaba un poco... salvaje -Probablemente Jess detectó algo especial en la voz de Chloe.

—Vaya, ¿qué te pasa? Lo del escaparate no habrá sido real, ¿verdad?

Chloe se limitó a encogerse de hombros y continuó caminando.

El único trabajo que había terminado Chloe la noche anterior había sido el del escaparate principal. Nicky la había ayudado y entre risas, habían puesto fin a la romántica historia que Chloe había iniciado unas semanas antes. El público se merecía saber cuál había sido la elección de la mujer. Aquella mañana, había aparecido vestida con un conjunto de lencería de color zafiro. Su amante estaba tras ella y solo era visible su mano sobre su vientre. Sí, Jess tenía razón. Definitivamente, era muy atrevido.
Pocas horas después, tras haber cambiado varios escaparates, Chloe volvió a su taller para recoger sus cosas. Entró en la habitación silbando y se quedó helada al ver que había alguien allí.

—¿Señora Byrne?

—Espero que no te importe que haya venido a esperarte. Y si quieres, puedes llamarme Sophie.

Chloe entró en su taller sintiéndose como si la reina de Inglaterra acabara de invitarla a llamarla Lizza.

—¿Quería verme?

—Sí, ¿podemos sentarnos a hablar un rato?

—Por supuesto —Chloe se acercó a su escritorio y sacó la silla para ofrecérsela a la anciana Ella se sentó en el sofá—. ¿Hay algo que pueda hacer por usted? ¿Ha venido por el escaparate?

—La verdad es que no. Aunque tengo que reconocer que es muy bueno. Provocativo. Seguro que atrae a nuevos clientes. ¿Neil te está pagando bien?

—Bastante bien.

—¿Bastante bien? Y lo dice una mujer que tiene muchas cuentas que pagar y un salario que apenas le permite cubrirlas.

—Estoy contenta con este trabajo. Me permite trabajar por las noches y no interfiere en el horario de mis clases.

—Sí, ya sé que estás a punto de terminar la carrera.

—¿Cómo lo sabe?

—Sé muchas cosas de ti, Chloe. Intento saberlo todo sobre la gente que está cerca de mi familia —al ver que Chloe se sonrojaba violentamente continuó—: Lo sé todo sobre Nicky y tú. Dios mío, Chloe, el mundo entero debería saberlo, teniendo en cuenta que has estado exponiendo en el escaparate tu romance durante todo un mes. Y asumo, por lo que he visto esta mañana, que han... eh, progresado en su relación.

Chloe tosió azorada. ¡Aquella mujer era la abuela de Nicky!

—No te preocupes. Apruebo su relación. Tu familia puede dejar algo que desear, pero por lo menos tú pareces ser una mujer ambiciosa. Y tu bondad es un hermoso complemento para la generosidad de espíritu de Nicky.

—¿Mi familia? —a Chloe le importaron muy poco sus halagos.

—Tu madre es un poco... peculiar, ¿no?

Chloe se enderezó en su asiento y miró fijamente a la anciana.

—¿Qué es lo que quiere, señora Byrne?

—Nada en especial, querida. Solo quiero conocerte y hacerte saber que me alegro de que las cosas estén funcionando entre mi nieto y tú. Eres una buena influencia para él. Podrías ayudarlo a corregir algunos de los errores que ha cometido en su vida.

—¿Errores?

—Nicky es demasiado impulsivo. Se deja llevar por el corazón, no usa la cabeza. Corre riesgos y vive peligrosamente. Necesita una persona estable que lo mantenga con los pies en el suelo y le impida desperdiciar su talento en aventuras absurdas.

Chloe no pudo evitar advertir los paralelismos entre el Nicky que la anciana describía y su propia madre.

—¿Aventuras absurdas como la de su empresa?

—Una indignante pérdida de tiempo. Puede terminar arruinado. Ese chico necesita volver aquí, a donde le corresponde.

—Pero él es muy feliz con su trabajo, señora Byrne.

—¿Y tú, Chloe? ¿Tú estás satisfecha con la profesión de Nicky?

—Yo solo quiero que él sea feliz —respondió sin vacilar.

—Qué leal por tu parte. Pero me pregunto si te sientes igual de leal después de ocho horas de clase y cinco de trabajo. O cuando te sientas a pagar las cuentas sin saber si te va alcanzar el dinero. ¿Eres consciente de lo que sería estar con un hombre que pudiera ahorrarte todas esas preocupaciones?

—No necesito que nadie se ocupe de mí. Sé cuidar de mí misma.

—¿Y qué me dices de Morgan y de tu madre? ¿Durante cuánto tiempo podrás cuidar de ellas? Chloe se levantó y se acercó al escritorio.

—Creo que eso no es asunto suyo. Y ahora tengo que irme.

—Yo solo lo preguntaba, por supuesto, porque con los problemas de tu madre no sé lo que va a pasar ahora.

Chloe se quedó completamente helada.

—¿De qué está hablando?

—Oh, ¿tu madre no té lo ha contado? Supongo que está demasiado avergonzada. En fin, no pretendía entrometerme en tu vida, Chloe, sinceramente. Solo le pedí a mi abogado que hiciera algunas averiguaciones sobre tu pasado. Una tiene que ser muy cuidadosa, ya sabes.

—Dígame qué es lo que sabe de mi madre.

—Bueno, el hombre con el que estaba saliendo últimamente, un tal Howard, estuvo convenciendo a mucha gente para que invirtiera en una nueva aventura empresarial. Un centro comercial lleno de galerías de arte y tiendas de artesanía —se interrumpió, buscando la confirmación de Chloe, pero esta no respondió—. Tu madre lo ayudó y animó a otras personas a invertir. Y ahora él ha desaparecido, llevándose todo el dinero.

Chloe suspiró, se inclinó contra el escritorio y sacudió la cabeza desconcertada. Sabía que Jeanine no estaba bien y en ese momento deseó haberse molestado en averiguar lo que le pasaba.

—Mi madre solo es culpable de ser una mujer confiada y de gran corazón.

—Sí, estoy segura. Y espero que la policía no sea demasiado dura con ella, aunque, por supuesto, está siendo investigada como cómplice. Pero como tu madre también ha perdido mucho dinero, quizá sean comprensivos con ella.

Chloe sintió que se le debilitaban las piernas. Se sentó lentamente sobre la superficie del escritorio, presa de un terrible shock. Sophie observaba atentamente cada uno de sus movimientos.

—¿Cuánto dinero ha perdido? —se atrevió a preguntar Chloe, con voz trémula.

—Mis fuentes dicen que retiró del banco una gran suma de una cuenta que habían abierto ella y tú hace unos cuantos años —cuando a Chloe se le llenaron los ojos de lágrimas, Sophie se levantó de la silla y le palmeó cariñosamente el hombro—. Lo siento, Chloe, pero la cuenta está vacía.

—¿Cómo ha podido...? Ella me prometió...

—Lo sé. Me gustaría poder ayudarte. Y también a tu madre y a Morgan. Esa chica parece ser muy inteligente. Se merece mucho más que pasar años y años trabajando mientras intenta terminar sus estudios.

Y ahí era a donde Sophie quería llegar, Chloe estaba segura.

—¿Por qué no me dice qué es lo que quiere? —le preguntó—. ¿Está intentando sobornarme? ¿Quiere que convenza a Nicky de que renuncie a su sueño y a cambio pagará los estudios de mi hermana y le evitará a mi madre cualquier problema legal?

—¿Sobornarte? No, por supuesto que no. Pero creo que a tu hermana le sería de gran ayuda que te casaras con el más importante ejecutivo de Byrne's. Y es obvio que gracias a las relaciones de los Byrne podrías conseguirle a tu madre los mejores abogados

—¿Siempre ha intentado controlar así a los miembros de su familia? Dios mío, no me extraña que Nicky haya tenido que marcharse.

—Estoy dispuesta a hacer cualquier cosa por mi familia. Y, por supuesto, también a darles un empujoncito en la dirección indicada cuando la ocasión lo requiere. Como, por ejemplo, cuando tienen a la mujer de su vida delante de sus narices y no son capaces de verla.

—¿De qué está hablando?

—¿Nunca te has preguntado por qué te envió Neil a ese congreso?

—Por supuesto que sí. ¿Es que usted tuvo algo que ver con ello?

—Le pedí que te permitiera ir. Y me aseguré de que el director del centro turístico le ofreciera a Nicky pasar allí el fin de semana.

Chloe la miraba sin comprender.

—¿Pero por qué?

—Por el escaparate, por supuesto. El mismo día que apareció ese escaparate, Nicky me había dicho que se le había pinchado una rueda en medio de la tormenta, delante de las galerías. Ese escaparate demostraba que lo habías visto y te habías sentido atraída por él. Yo me di cuenta de que, en cuanto te conociera, se volvería loco por ti. Y lo único que hice fue dar un pequeño empujoncito para que los dos se encontraran en el lugar indicado.

Chloe no era capaz de pronunciar palabra.

—Y funcionó, ¿verdad? Todo terminó exactamente tal como me lo imaginaba. Ahora ya solo tienes que terminar el trabajo.
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Mensaje por nina093 Lun 16 Feb 2015, 6:30 pm

VEINTIUNO

Nicky llegó a las galerías el sábado por la tarde decidido a darle a Chloe una sorpresa. Se había pasado el resto del día revisando papeles y preguntándose, no por primera vez, si iba a ser capaz de sacar adelante su empresa. Pero incluso eso le parecía menos importante que la otra cuestión que ocupaba su mente: su relación con Chloe.
La noche anterior había demostrado lo que sospechaba desde hacía semanas: estaba enamorado de ella. Y quería decírselo. Además, quería asegurarse de que Neil había visto el escaparate y había comprendido el mensaje.
En cuanto llegó, corrió a buscar a su hermano.

—Eh, canalla. Has tenido suerte —Neil lo recibió con una enorme sonrisa.

—¿Lo has visto?

—Sí, lo he visto —admitió Neil—. Pero dime, ¿de verdad era ese modelito azul... el de la cremallera?

—No pienso decirte una sola palabra. Y lo que tienes que hacer ahora es alejarte para siempre de ella.

—Hecho —respondió Neil. Casi inmediatamente, Nicky se fue a buscar a Chloe.

Cuando llegó al taller de Chloe y oyó voces, pensó al principio que se trataba de la radio. Pero al reconocer la voz de su abuela, se quedó paralizado con la mano en el picaporte.

—¿Qué se supone que tengo que hacer? — oyó preguntar a Chloe.

—Bueno, hay varias formas de llevar a cabo esta tarea. Una podría ser pedírselo amablemente. Decirle que si te quiere, debería estar dispuesto a hacerlo.

—Olvídelo. No puedo convencer a Nicky de que deje su trabajo.

Nicky sintió un agudo dolor en la sien.

—Quizá ni siquiera haga falta, Chloe. Nicky está tan distraído contigo que posiblemente fracase. Lleva mucho retraso en su proyecto y, si lo mantienes ocupado, el desastre llegará de forma natural.

Aunque le resultaba difícil, Nicky se obligaba a sí mismo a permanecer en silencio. Necesitaba oír la respuesta de Chloe. No quería creer que aquello fuera cierto.

—¿Y cómo sabe que el proyecto no va bien?

—Tengo mis fuentes. ¿Pero de verdad dudas de que yo pueda tener acceso a ese tipo de información?

—No. Es usted muy meticulosa, ¿verdad? Lo tenía todo perfectamente planificado. Me envió a ese congreso para que pudiéramos conocernos y comenzáramos una relación.

El dolor de la sien se transformó en un intenso palpitar. ¿Su abuela había conspirado con Chloe para hacer fracasar el trabajo más importante de su vida?

—Yo no forcé a Nicky a hacer absolutamente nada. Los dos son adultos. Y si él ha permitido que su relación lo distraiga de su trabajo, eso solo demuestra lo que te he estado diciendo: que no se dedica a su empresa tanto como dice. Nicky está preparado para volver, Chloe. Ahora solo necesita que lo ayudes a darse cuenta.

Nicky se alejó de allí, incapaz de seguir escuchando. Que su abuela pudiera hacerle una cosa sí no lo sorprendía. Había crecido en su casa y sabía que, en nombre del amor y de la lealtad a la familia, siempre había estado dispuesta a jugar sucio.
¿Pero Chloe? No quería creerlo. ¿Habría sido consciente de los planes de Sophie desde el principio?
Evidentemente sí, puesto que su abuela la había enviado intencionadamente a la conferencia.
Consciente de que iba a enloquecer si no se enfrentaba cuanto antes a la mujer que amaba, Nicky se detuvo en medio de la zapatería y regresó al taller. De una un otra forma, averiguaría la verdad.
Para cuando regresó, Chloe estaba sola, sentada en el sofá con la cara entre las manos. Intentando endurecerse contra sus lágrimas, Nicky entró en la habitación.
Chloe alzó inmediatamente la mirada.

—Nicky —Chloe se levantó, pero no se acercó a abrazarlo—. ¿Llevas mucho tiempo aquí?

—El suficiente como para haber oído la conversación que has mantenido con mi abuela — cruzó hasta el escritorio e, incapaz de controlarse, tiró de un manotazo todos los papeles que había sobre él—. ¿Cómo has podido? ¿Cómo has podido confabularte con mi abuela para arruinarme? ¡Yo pensaba que lo nuestro era auténtico!

—¡Y lo es! Nicky, ¿qué parte de nuestra conversación has escuchado?

—La suficiente como para saber que se suponía que debías distraerme de mi trabajo. ¿O acaso lo he entendido mal? ¿No era eso de lo que estabas hablando mi abuela y tú? ¿De las formas de asegurar de que me arruinara?

Chloe sacudió la cabeza. Las lágrimas comenzaron a resbalar de sus ojos.

—Quizá sea eso lo que ella quiere, Nicky, pero yo no estoy de acuerdo con ella. No tenía la menor idea de que había planificado enviarme a ese congreso para que nos conociéramos.

—Sí, ya me he enterado. Pero supongo que vino a verte más tarde, cuando se dio cuenta de que estaba loco por ti.

—No, Nicky. Te prometo que esta es la primera vez que ha venido a verme.

—¿Nunca habías hablado con ella?

—Solo una vez —admitió—. Pero fue antes de conocerte. Me hizo muchas preguntas, alabó mi trabajo y eso fue todo —Chloe dio un paso hacia él y le tendió la mano—. Por favor, Nicky, tienes que creerme. Yo nunca te engañaría. Y tampoco sabía que tu proyecto no estaba yendo bien. ¿Es eso cierto?

Nicky ignoró la pregunta.

—¿Hasta hoy no te había pedido que me distrajeras?

—No —contestó Chloe con sinceridad.

Nicky la creyó. Hasta aquel día, no había estado de acuerdo en sabotear su trabajo. Pero eso no lo resolvía todo.

—Entonces —insistió, cruzándose de brazos—, ¿vas a seguir adelante con el plan? ¿Piensas volverme loco de amor para pedirme muy dulcemente que te ayude a tener un nivel de vida al que no te costaría nada acostumbrarte?

—Yo no me merezco eso, Nicky.

No, no se lo merecía. Y Nicky se arrepintió de sus palabras nada más pronunciarlas.

—Lo siento, Chloe. No debería haberte dicho eso.

—Yo nunca he querido ser rica, Nicky. Y nunca me ha importado que tengas menos dinero que tu hermano.

—Lo sé. Pero el problema no es el dinero, ¿verdad? Sino la seguridad, la estabilidad, el que no sea capaz de convertirme en el tipo aburrido capaz de trabajar con un horario fijo al que llevas esperando desde que eras una niña.

Chloe se enderezó. Las lágrimas corrían libremente por su rostro.

—No lo hagas parecer tan ridículo. Ahora mismo, un tipo que trabaje de nueve a cinco me resulta mucho más atractivo que un hombre capaz de gastarse el dinero de los estudios de los niños en abrir una escuela de paracaidismo.

¿Eso era lo que pensaba de él?, se lamentó Nicky. ¿Cómo podían haber llegado hasta allí? ¿Cuándo había permitido que las cosas escaparan de aquella manera a su control?

—Entonces, ¿estás de acuerdo con lo que pretende mi abuela? ¿Quieres que vuelva a trabajar aquí, que sea como Neil? ¿Crees que eso resolvería nuestros problemas?

Chloe estaba cada vez más pálida.

—¿Alguna vez te he pedido algo parecido o te he hecho pensar que era eso lo que quería?

—No, no lo has hecho. Pero nunca has intentando convencerme de verdad de que no te importa que no sea un hombre de éxito, rico y estable como mi hermano.

La pelota estaba en el tejado de Chloe. Lo único que tenía que decir eran tres palabras: «no me importa».
Pero permaneció en un ominoso silencio mientras las lágrimas continuaban cayendo por su rostro.

—Supongo que no hay nada más que decir —Nicky se volvió y salió del taller.

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Mensaje por nina093 Vie 20 Feb 2015, 11:45 am

VEINTIDOS

En cuanto Nicky se fue, Chloe se dio cuenta de lo que le estaba pidiendo. Quería una negativa, quería que le dijera que estaba equivocado. Le estaba pidiendo fe y ella no había sido capaz de comprender aquella maldita petición.
Sabía que debería seguirlo. Asegurarle que lo amaba, que lo amaba tal y como era. Al fin y al cabo, era cierto. Amaba a Nicky Byrne incluso antes de saber quién era.
Pero también le producía un miedo mortal.
Aquel día, tras averiguar lo que había hecho su madre, sus sentimientos hacia Nicky se habían hecho mucho más confusos. Sí, lo amaba. Pero no sabía si quería vivir siempre con él. Si quería despertarse veinte años después con la misma clase de noticia que había recibido aquel día sobre su madre. Nicky
no era tan irresponsable como Jeanine, pero era apasionado. Un soñador. Un amante del riesgo. Nicky siempre se dejaba llevar por su corazón, nunca por su cerebro. Y cometía cientos de errores por el camino.
Oh, vivir con él sería muy emocionante. Pero Chloe llevaba años diciéndose que no quería emociones, sino seguridad. Y estar con Nicky sería convertir su vida en una montaña rusa.

—¿Pero de verdad quieres pasarte la vida encerrada en casa, o prefieres ser de esas mujeres capaces de montar en la más vertiginosa montaña rusa?

¿Tendría fuerza suficiente para montar? ¿Suficiente valor? ¿Suficiente amor?
Sí.
Pero no, no podía dar aquel paso. Todavía no. En su mente ocupaban un lugar prioritario los problemas de su madre y sabía que eran lo primero que tenía que resolver. Y quizá, en el proceso, mientras se enfrentaba a su última debacle, decidiera lo que realmente deseaba hacer en el futuro.


Nicky no pretendía enfrentarse a su abuela por haberse inmiscuido en su vida. Sin embargo, cuando la vio salir del despacho de Neil junto a su hermano, fue incapaz de marcharse de las galerías.
Su abuela abrió los ojos como platos al verlo.

—Nicky, no sabía que estabas aquí, ¿por qué no comemos juntos?

—No tengo hambre —replicó Nicky—. Y a menos que prefieras que lavemos nuestros trapos sucios aquí, te sugiero que nos metamos en el despacho.

Sophie lo comprendió al instante. Sin decir una sola palabra, giró sobre sus talones y lo precedió al interior del despacho. Neil fue el último en entrar, cerrando la puerta tras ellos.
Nicky se dirigió directamente a su abuela.

—Doy por terminado nuestro acuerdo.

—¿De qué estás hablando?

—No me vengas ahora con evasivas. Tú has roto las reglas. Ya no hay trato.

Neil se acercó al escritorio y se sentó en su silla.

—¿Qué ha pasado?

—Nuestro acuerdo decía que no habría ninguna clase de interferencias/abuela. Y tú has interferido —se interrumpió un momento y se cruzó de brazos—. He oído tu conversación con Chloe. Has perdido.

—Yo no he interferido en tu negocio, Nicky. Te prometí que no lo haría, que no le pediría a ninguno de mis conocidos que no contratara a tu empresa.

—Has interferido asegurándote de que me alojara en el hotel aquel fin de semana para que conociera a Chloe.

Neil se reclinó en la silla y posó los pies en el escritorio. —Esto se está poniendo interesante.

—Estoy hablando en serio, abuela —continuó Nicky—. Tú misma has anulado nuestro acuerdo. Suceda lo que suceda el día que cumpla treinta años, no pienso volver aquí.

Su abuela frunció el ceño.

—Yo no he interferido en tu negocio. Solo he intentado hacer de casamentera...

—¿Y cuando has intentado sobornar a Chloe para que me pidiera que renunciara o me mantuviera tan ocupado que mi empresa terminara fracasando?

—Nick, yo solo quiero lo mejor para ti. Has intentado montar esa empresa de jardinería y es evidente que has fracasado. En cualquier caso, estás a punto de perder hasta tu último penique en ese proyecto.

Neil bajó los pies de la mesa, se irguió en la silla y preguntó:

—¿No vas a poder terminar el trabajo del centro turístico?

—Claro que voy a terminarlo —aunque tuviera que trabajar dieciocho horas al día durante siete días a la semana, se aseguraría de terminarlo a tiempo—. En realidad abuela, debería darte las gracias. Me has hecho un favor. A partir de ahora, según el acuerdo que firmamos, soy un hombre libre.

—Chloe no ha aceptado la oferta. No haría nada que pudiera herirte. De modo que al final no he afectado a tu negocio.

—Eso no importa, abuela. Nuestro acuerdo era muy específico. No decía que tus intentos de sabotaje tuvieran que tener éxito. Bastaba con que lo intentaras.

Por primera vez en Su vida, Sophie parecía haber enmudecido. Movía los labios, pero de su boca no salía palabra alguna. Al final, recurrió a las lágrimas.

—Yo solo quería lo mejor para ti.

—Lo que es mejor para mí es la mujer que acabas de ayudarme a perder.

—Imposible. Chloe está locamente enamorada de ti. Créeme, lo supe desde el momento en el que vi su primer escaparate. Yo hablaré con ella.

—Déjalo, ¿quieres? Chloe tiene que decidir por sí misma lo que quiere. Es evidente que hay algo que la preocupa.

Vio que su abuela agarraba el bolso y se lo colocaba en el regazo.

—Eh, Nick, ¿no te ha contado lo que le pasa?

—No, pero estoy seguro de que tiene que ver con su pasado, con las cosas que siempre ha pensado que quería. Ella nunca ha tenido una familia muy normal.

Su abuela arqueó una ceja.

—Me pregunto si eres realmente consciente de lo peculiar que ha sido su infancia. ¿Sabes? Me sorprende que no haya intentado aferrarse a la posibilidad de conseguir un marido rico.

—Chloe sabe que el dinero no es lo verdaderamente importante.

—Lo dice una persona que nunca ha sabido lo que es carecer de él. Pero Chloe sí lo sabe. ¿Sabes que su hermana y ella tuvieron que pasar una temporada en una casa de acogida mientras su madre vivía en la playa con un puñado de hippies? ¿Que esa es la razón por la que su padre las abandonó y
tuvieron que hipotecar la casa?

Nicky miró fijamente a su abuela.

—La has investigado.

—Por supuesto. Desde que tu hermano trajo a la cena de Navidad a esa cabaretera que intentó meterse uno de mis huevos Fabergé en el bolso, he investigado a cualquiera que estuviera en contacto con ustedes.

—Chloe nunca me ha contado nada sobre eso.

—Supongo que es algo de lo que no le gusta hablar. Pero seguro que te hace pensar. ¿No te das cuenta de lo agradable que sería para ella no tener que volver a preocuparse? Sentirse a salvo, segura, sin temer que su familia pueda quedarse sin casa otra vez. Sin pensar que sus hijos pueden llegar a pasar hambre. Como la pasó ella.

Nicky buscó en vano algún indicio de malicia en la voz de su abuela. Pero no, no estaba intentando engatusarlo. Y "tampoco necesitaba hacerlo. Con la verdad era más que suficiente.


Chloe acababa de llegar a su barrio cuando sonó su celular. Lo conectó rezando para que no fuera su madre la que la llamaba.

—Chloe, soy Nicky.

Chloe se mordió el labio. Estaba deseando hablar con él. Sin embargo, aquel era un mal momento.

—Hola.

—¿Podemos hablar?

—Estoy en el coche, a punto de llegar a mi casa. Nicky, escucha, han pasado muchas cosas. ¿Podemos vernos más tarde? —bajó la voz—. Quiero hablar contigo. No quiero que pienses... Quiero que sepas... —sonó un claxon tras ella—. Sí, sí, ya voy —musitó.

—¿Qué?

—Lo siento, Nicky, hay mucho tráfico. Pero tienes razón, tenemos que tener una conversación larga y seria, pero no ahora. Tengo que... — ¿salvar a su madre otra vez?—. Tengo que pensar.

—De acuerdo, lo sé, Chloe. Solo quería que supieras que voy a volver a trabajar con Neil.

Se cortó la comunicación antes de que Chloe pudiera decir una sola palabra más.
El tipo que estaba tras ella continuó haciendo sonar el claxon, porque Chloe no era capaz de moverse mientras intentaba absorber la información que acababa de recibir. ¿Había renunciado por ella? Los ojos se le llenaron de lágrimas.

—No, Nicky, no —no podía permitir que hiciera una cosa así.

Por fin, cuando nuevos conductores se unieron al coro de cláxones, Chloe se puso en marcha y condujo hasta su casa. Y habría seguido dándole vueltas a la revelación de Nicky si no hubiera visto un coche de policía en la puerta de su casa. Las cosas no podían estar peor.

Chloe aparcó y corrió inmediatamente hacia el interior de la casa.

—Mamá, no digas una sola palabra hasta que venga un abogado —gritó mientras irrumpía en el interior de la casa.

Jeanine y el hombre que estaba con ella en el sofá alzaron la mirada.

—Hola, Chloe.

Chloe se quedó mirando fijamente al oficial.

—¿Le ha leído sus derechos?

El oficial, un caballero maduro y atractivo, se levantó y le tendió la mano.

—Tú debes de ser Chloe, la otra hija. Y no, tu madre no necesita que le lea sus derechos porque no tiene ningún problema.

—Lo sé todo, mamá —Chloe se volvió nerviosa hacia su madre—. Sé lo que has hecho y por qué. Pero ya hablaremos de eso más tarde —miró al policía—-. ¿Entonces no van a denunciar a mi madre?

—Oh, no. Tu madre fue la primera en ponerse en contacto con nosotros para comunicarnos sus sospechas sobre el señor Howard, alias señor Hilton y señor Howell. Lo buscan en varios estados. Ella nos ayudó a ponernos en contacto con otras víctimas y nos ha dado suficiente información como para detenerlo.

Esta misma tarde lo hemos arrestado.
Chloe se dejó caer en una silla. Era tal su alivio que no podía mantenerse en pie. Tomó aire y alzó de nuevo la mirada. Su madre y el policía estaban intercambiando cariñosas sonrisas.

—Así que lo han atrapado. ¿Y ha devuelto el dinero?

Morgan, que acababa de entrar, contestó a la pregunta.

—No, al parecer era un jugador. Se ha fundido todo, incluido nuestro dinero.

Morgan no parecía en absoluto triste, pero Chloe se levantó y abrazó a su hermana.

—Encontraremos la forma de volver a reunir ese dinero, cariño.

Su hermana le permitió abrazarla y después se separó de ella.

—Ya la hemos encontrado. Mamá tiene un trabajo nuevo y yo puedo trabajar durante todo el verano. Además está la recompensa.

—¿la recompensa?

—No es tanto como lo que hemos perdido, Chloe —intervino Jeanine, que apenas había hablado desde la llegada de su hija—, pero nos ayudará a restituir la mayor parte de lo que teníamos en la cuenta.

El oficial tomó la gorra que había dejado sobre la mesita del café y dijo:

—Creo que será mejor que las deje hablar a solas. Jeanine, gracias por el té. Te veré el lunes en el trabajo.

Chloe arqueó una ceja.

—Voy a trabajar en una comisaría —le explicó Jeanine—. Me han contratado como recepcionista —e intercambió una cálida mirada con el policía antes de que este se marchara.

Chloe y su hermana se miraron con recelo. Y en cuanto estuvieron solas, Chloe se volvió hacia su madre.

—Es posible que Morgan y la policía se conformen con lo que ha pasado, pero yo no, mamá.

Jeanine le tomó la mano y la condujo hasta el sofá.

—Chloe, no tienes que preocuparte por lo que ha pasado. Por primera vez, yo misma he sido consciente de lo que estaba ocurriendo y no he esperado a que nadie me sacara de apuros. He hecho algo por mí misma.

Aunque Chloe estaba dispuesta a tener una discusión con su madre, se contuvo.

—Sí, lo has hecho, ¿verdad, mamá? Jeanine asintió feliz.

—Sabía cómo te sentirías. Y también que harías todo lo posible por solucionar este desastre. Pero soy capaz de aprender de mis errores, Chloe. Soy capaz de cambiar y quiero hacerlo. Por ti —se volvió hacia Morgan—. Por ustedes.

—¿Cambiar?

Jeanine bajó la mirada hacia sus manos.

—Ya he empaquetado todo el equipo de cerámica. Quiero empezar a ser como ustedes quieren que sea.

—Mamá, yo no quiero que cambies —susurró.

A Chloe le costaba creer que fuera ella la que estaba pronunciando aquellas palabras, pero sabía que era cierto. Por primera vez en su vida, se permitía admitirlo. A pesar de las ocasionales frustraciones, los enfados y las preocupaciones, adoraba cada uno de los minutos que había pasado con su madre.

—Te quiero tal y como eres y me importas lo suficiente como para querer que seas completamente feliz. ¿No es así como deben ser las cosas?

—Por fin alguien que dice algo sensato en esta casa —asintió Morgan.

Y con aquella misma respuesta, el dilema de Chloe dejó de serlo. Amaba a Nicky tal como era. Y no lo cambiaría por nada del mundo.
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Dos hombres [TERMINADA] Empty Re: Dos hombres [TERMINADA]

Mensaje por nina093 Lun 23 Feb 2015, 11:31 am

VEINTITRES

Aunque eran casi las seis, Nicky no volvió a casa después de haber llamado a Chloe. Regresó al centro turístico. Renunciara o no, iba a terminar aquel trabajo antes de irse.
Además, necesitaba trabajar. Hundir la pala, golpear con el martillo. Mantener su cuerpo ocupado para asegurarse de que su mente no pasaba todos y cada uno de los segundos preguntándose qué pensaría y decidiría Chloe.
Una vez en el centro turístico, escribió una nota para Jason, se quitó la camisa y se preparó para ir a trabajar en el jardín. Quería sudar. Quería que le dolieran los músculos. Quizá así aquella noche pudiera conciliar el sueño.
Acababa de llegar a la puerta del jardín cuando vio un coche en la entrada.

—Chloe —musitó.

Se quedó completamente paralizado mientras la observaba aparcar y salir del coche. Su expresión no daba ningún indicio de su humor. Nicky no sabía qué esperar. Júbilo? ¿Desilusión? ¿Comprensión? ¿Un poco de todo?

—Hola —lo saludó Chloe cuando por fin llegó a su lado—. Me imaginaba que estarías aquí.

—Todavía queda mucha luz.

Chloe se cruzó de brazos.

—¿Lo que has dicho por teléfono era cierto? ¿Quieres renunciar a este trabajo?

—Sí. Ya le he dicho a Neil que voy a volver con él.

—Eso no contesta a mi pregunta. ¿Quieres renunciar a tu trabajo?

—Te quiero a ti, Chloe —vio que a los labios de Chloe asomaba una sonrisa.

—Y me tienes, Nicky. Me has tenido desde la primera vez que te vi bajo la lluvia —se acercó a él y le acarició la cara con el dedo. Después buscó el lóbulo de su oreja para tocar el arete de oro—. Te amo.

Nicky inclinó la cabeza, y le besó la palma de la mano.

—Yo también te amo, Chloe. Y quiero hacer tus sueños realidad.

—Me has dado muchos sueños nuevos, Nicky. Y una nueva forma de entender el amor y la lealtad —deslizó el brazo por su cuello para estrecharlo contra ella—. Pero hay algo que deberías saber. No tengo intención de ser la esposa de un aburrido ejecutivo.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que me he enamorado de ti tal y como eres. No quiero que renuncies a tu sueño solo porque pienses que tienes que hacer realidad el mío. Quiero que estemos juntos, construyendo nuevos sueños —sonrió de oreja a oreja—. Solo prométeme que, cuando empieces a ser demasiado imprudente, tendré permiso para ser la voz de la razón.

Nicky buscó sus labios, cerrando con aquel beso su promesa y diciéndole, sin pronunciar una sola palabra, lo mucho que la adoraba.

—Y ahora —dijo Nicky cuando por fin se separaron— ¿te he oído decir la palabra «esposa»?

—Es posible.

—¿Podríamos casarnos en la playa?

—¿Estás proponiéndome matrimonio?

—Pensaba que me lo habías propuesto tú.

Chloe puso los brazos en jarras.

—Bueno, ya sabes, ¡se supone que es más normal que la propuesta la haga el chico!

Nicky volvió a abrazarla.

—No se me da muy bien pedir lo que quiero, Chloe —susurró contra sus labios. Justo antes de besarla añadió—, a veces me cuesta —y volvió a besarla. Profundamente en aquella ocasión. Saboreándola, disfrutando de ella sabiendo que iba a ser la mujer de su vida.

—Y sí —susurró ella—, definitivamente, nos casaremos en la playa.

Antes de que Nicky pudiera contestar, ambos oyeron que se acercaba un coche. Nicky le pasó el brazo por los hombros y se volvió hacia la carretera. Vio entonces un viejo Vokswagen aparcando al lado del coche de Chloe. Tras él llegaba el Jaguar de Neil.

—¿Alguien se ha olvidado de invitarme a la reunión?

Jeanine y Morgan los saludaron mientras bajaban del coche. Nicky miró a Chloe y la vio reír y sacudir la cabeza.

—¿Quieres explicarme esto?

—Bueno, hace un rato, cuando estaba intentando localizarte, he llamado a las galerías para hablar con Neil. Le he dicho que se quedara con su aburridísimo trabajo porque tú estabas demasiado ocupado siendo empresario como para volver a esas galerías tan viejas y acartonadas.

—Estoy seguro de que le ha encantado.

—Creo que le ha hecho gracia, por lo menos hasta que le he dicho que estaba deseando conocer a la mujer que lo hiciera comer en la palma de su mano.

—Yo le he dicho algo parecido.

Chloe se echó a reír.

—Él también me ha confirmado lo que tu abuela me dijo de este trabajo, Nicky. Siento que las cosas no vayan bien. Y si tu abuela está en lo cierto y yo soy la culpable, lo siento todavía más. Quiero ayudarte. Así que no solo he venido aquí para ofrecerte matrimonio. También he venido para ayudarte a trabajar.

Fue entonces cuando Nicky se fijó en que iba vestida con unos pantalones cortos de color caqui, una camiseta y botas de trabajo.

—¿A trabajar?

—Estamos todos preparados. ¿Dónde dejo el té y las galletas de arroz para la merienda? —preguntó

Jeanine, acercándose con Morgan a grandes zancadas. Por su atuendo, también ellas parecían estar dispuestas a trabajar.

Morgan elevó los ojos al cielo.

—Ha insistido en traer toneladas de agua y abanicos. Como si fueran las doce de la mañana.

Antes de tener oportunidad de contestar, Nicky advirtió que Chloe se quedaba boquiabierta.

Siguiendo el curso de su mirada, vio que Neil se acercaba. Él mismo abrió los ojos como platos cuando vio la ropa que llevaba su hermano.

—¿Mi hermano con pantalones cortos y zapatillas de deportes?

—Tiene piernas para ello —comentó Jeanine con un suspiro de admiración.

—Desde luego —añadió Morgan.

Jeanine y Morgan continuaron mirando a Nicky y a su hermano. Nicky se echó a reír cuando vio que Chloe elevaba los ojos al cielo.
Neil los miró a los dos.

—Gracias, señoras. Esta línea de ropa la tenemos en venta en Byrne's. Lo cual es una verdadera suerte, puesto que no estaba dispuesto a arruinar un traje para ayudarte a plantar unos cuantos arbustos.

Neil miró a su hermano a los ojos, ignorando su sarcasmo. Le envió un silencioso mensaje de gracias, sabiendo que él comprendería que se las daba de corazón.

—De nada —se limitó a decir Neil y miró a las demás—. ¡Y ahora, a trabajar!

—De acuerdo, cuñado —replicó Chloe.

Neil arqueó una ceja. Cuando Nicky asintió, confirmándole su compromiso, sonrió de oreja a oreja.

—¡Por fin! Ahora la abuela estará pendiente de ustedes. Estoy seguro de que empezará a pedir bisnietos en cuanto se entere. Y quizá así nos deje a mí y a mi vida sexual en paz.

La madre de Chloe no pareció enterarse de la noticia, posiblemente porque todavía estaba admirando las piernas de Neil. Pero los ojos de Morgan brillaron de placer. Se inclinó y le dio un beso a su hermana. Al ver la sorpresa en el rostro de su prometida, Nicky asumió que era algo que no ocurría con frecuencia.

—De acuerdo, vamos —dijo Chloe, feliz. Tomó una pala que había apoyada en la puerta del jardín y se la tendió a Neil—. Es una pala. Vas a necesitarla.

—Ya sé lo que es una pala.

—Estupendo. Y ahora, Neil, recuerda —lo instruyó Chloe—: cuando se planta un arbusto, lo que hay que hundir en la tierra es lo marrón, la raíz —esbozó una sonrisa traviesa—. Y una cosa más, este tipo de lechos son para plantar, no para acostarse en ellos.

Nicky nunca había visto a su hermano quedarse sin palabras. Definitivamente, Chloe era lo que su familia necesitaba.
Nicky miró al cielo sonriente y gritó:

—¡Amo a esta mujer!

Chloe se puso de puntillas, posó la mano en su mejilla y le hizo inclinar el rostro hacia ella. Mirándolo con ternura a los ojos, lo besó en los labios:

—Y esta mujer también te quiere.


FIN
nina093
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11/07/2014

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nina093

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